ÁNGELES MALOS O DEMONIOS



    Son los ángeles que por su rebeldía fueron condenados al infierno. Son, pues, criaturas de Dios que no quisieron sujetarse a Él y, por tanto, merecieron castigo eterno (Apocalipsis 12,7-9; Marcos 3,22-27; Juan 8,49; 2 Pedro 2,4). Se llaman diablos o demonios y su caudillo es Lucifer o Satanás.

   La existencia de los demonios y su acción maligna es una verdad de fe. No se trata, pues, del modo de hablar de un pueblo primitivo que personificaba al mal en unos seres superiores pero inexistentes. Por el contrario, estos seres reales, personales, espirituales, aunque han sido ya vencidos por Jesucristo, tienen (como un ejército, derrotado, en huída), gran capacidad de hacernos daño: a) Porque no han perdido su naturaleza de ángeles, y así su conocimiento y su poder son muy superiores a los nuestros; b) Porque su experiencia de tantos siglos les ha enseñado el mejor modo de engañarnos; c) Porque su voluntad perversa está siempre inclinada a toda maldad.

   Los demonios procuran nuestro mal: a) Por odio a Dios cuya imagen ven en nosotros; b) Por odio a Cristo, cuya muerte nos rescató de su poder; c) Por envidia a nosotros pues Dios nos destinó a ocupar los puestos que ellos perdieron en el Cielo.

   "Digan lo que digan algunos teólogos superficiales, el Diablo es, para la Fe cristiana, una presencia misteriosa, pero real, no meramente simbólica, sino personal. Y es una realidad poderosa ("el príncipe de este mundo", como le llama el Nuevo Testamento, que nos recuerda repetidamente su existencia), una maléfica libertad sobrehumana opuesta a la de Dios; así nos lo muestra una lectura realista de la historia, con su abismo de atrocidades continuamente renovadas y que no pueden explicarse meramente con el comportamiento humano.  El hombre por sí solo no tiene fuerza suficiente para oponerse a Satanás; pero éste no es otro dios; unidos a Jesús, podemos estar ciertos de vencerlo. Es Cristo, el "Dios cercano" quien tiene el poder y la voluntad de liberarnos; por eso el Evangelio es verdaderamente la Buena Nueva. Y por eso debemos seguir anunciándolo en aquellos "regímenes" de terror que son frecuentemente las religiones no cristianas. Y diré todavía más: la cultura atea del Occidente moderno vive todavía gracias a la liberación del terror de los demonios que le trajo el cristianismo. Pero si esta luz redentora de Cristo se apagara, a pesar de toda su sabiduría y de toda su tecnología, el mundo volvería a caer en el terror y la desesperación. Y ya pueden verse signos de ese retorno de las fuerzas oscuras, al tiempo que rebrotan en el mundo secularizados los cultos satánicos" (Cardenal Joseph Ratzinger, Informe sobre la Fe. BAC, Madrid 1985, p. 153).

INFLUENCIA DEL DEMONIO SOBRE EL HOMBRE

   La teología ha tipificado algunas maneras de la estrategia diabólica, más o menos repetidas en las manifestaciones de su insidia:

a) El asedio es acción contra el hombre desde fuera, como cercándolo, provocando ruidos nocturnos para amedrentar, haciendo llamadas misteriosas en paredes o puertas, rompiendo enseres domésticos, etc. Un testimonio representativo y no muy lejano es la vida de San Juan María Vianey, Cura de Ars (1786-1859), que vivió largos períodos de su vida asediado por el demonio.

b) La obsesión es ataque personal con injurias, daño al cuerpo, o actuando sobre los miembros y sentidos.

c) La posesión es la ocupación del hombre por el dominio de sus facultades físicas,llegando hasta privarle de la libertad sobre su cuerpo. Contra la posesión y la obsesión la Iglesia emplea los exorcismos.

d) Existen otros modos de seducción, tales como los milagros aparentes que él puede realizar, y la comunicación con el demonio que se supone en algunos fenómenos de la magia negra, el espiritismo, etc.

e) Pero la manera ordinaria como el demonio ejecuta sus planes es la tentación, que alcanza a todos los seres humanos. Se define por tal, toda aquella maquinación por la que el demonio, positivamente y con mala voluntad, instiga a los humanos al pecado para perderlos.

   Es muy importante percatarse que (a pesar del indiscutible poder de la tentación diabólica), no puede su malicia actuar más allá de donde Dios lo permite; su poder es poder de criatura, poder controlado.  "Dios es fiel, y no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas (1 Cor 10,13). En concreto, conviene, pues, situarse en el justo medio: ni olvidar su acción y su eficacia maligna, ni perder la serenidad y confianza en Dios.


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(Parroquia San Martín de Porres)