BEATO VICENTE
BALLESTER FAR
1936 d.C.
23 de septiembre
En Benissa, de la
provincia de Valencia, en España, Beato Vicente Ballester Far,
presbítero y mártir, que en los días de
persecución religiosa libró un buen combate por Cristo.
Había nacido en Benidoleig en el año 1888. Cursó
los estudios sacerdotales en el Seminario Conciliar de Valencia; alumno
aventajado y de insignes cualidades, obtuvo una Colegiatura de beca en
el Colegio del Corpus Christi (Patriarca). Ordenado de
Presbítero en 1913, fue destinado a Jávea, donde estuvo
hasta su martirio; primero, durante ocho años, como
Capellán del Mar (Aduanas), y luego, hasta su fin, en las
Agustinas Descalzas. Como Capellán del Mar era tan querido de
los pescadores que, al ser trasladado a la Capellanía de las
Monjas, elevaron pliegos de firmas, con rara unanimidad, al Arzobispo,
pidiendo dejasen sin efecto el traslado.
Era muy amante de la Eucaristía. Vivió siempre pobre,
hasta el punto que tenía los muebles prestados, y aun la ropa de
su uso se la habían de regalar muchas veces. Muy limosnero y un
gran catequista. Hacía catecismo en el Mar, cuando allí
estaba, y después, siempre, en el Convento de Agustinas; los
premios del catecismo (de valor) los daba de su peculio particular. Era
muy mortificado; los viernes de Cuaresma comía solamente un
pedacito de pan con un poco de aceite. Usaba disciplinas de sangre dos
veces por semana, y cilicio.
Cuando estalló la guerra permaneció en Jávea hasta
el día 2 de agosto de 1936, marchando a su pueblo natal,
Benidoleig, donde estuvo hasta el día 23 de septiembre.
Fué requerido, en esta misma fecha, por el comité de
Jávea, con el objeto de que hiciera algunas declaraciones
referentes al Sindicato Agrícola de Jesús Nazareno, del
cual era Consiliario hacía muchos años. El comité
de Benidoleig no se opuso a ello y, a fin de que los que habían
ido a por él obraran con más libertad, el comité
local se ausentó del pueblo.
El intento de los milicianos era asesinarle antes de llegar a
Jávea, pero ante la negativa del conductor del coche, el cual
había sido obligado a ir, decidieron llevarle a la
población; pero el 24 del mismo recibió, de manos de los
enemigos de Dios, la palma del martirio entre Teulada y Benisa. Su
cadáver fué encontrado con el Santo Rosario entrelazado
en las manos, siendo enterrado en el cementerio de Benisa.
En medio de las agonías de la muerte y los horribles dolores
producidos por las heridas de bala en el abdomen, pedía, al
igual que Jesús en la Cruz, perdón y misericordia para
sus asesinos, y, principalmente, para aquel que le había de dar
el tiro de gracia. Días más tarde, el charco de sangre
producido por las heridas apareció adornado de rosas, lo que
demuestra la gran fama de santidad que tenía D. Vicente.
Después de la guerra, sus restos fueron trasladados al
cementerio de Benidoleig, en donde esperan la resurrección de la
carne.