BEATO SINFORIANO DUCKI
11 de abril
1942 d.C.
Félix nació en Varsovia, Polonia. Frecuentó la
escuela elemental en la nativa Varsovia. Cuando en 1918 los capuchinos
regresaron a su convento propio, abandonado con la supresión
zarista de 1864, Félix Ducki, que de tiempo atrás
sentía la vocación, se unió a ellos, primero
ayudando simplemente a la reorganización del convento y
más tarde como postulante. El 19 de mayo de 1920 comenzó
el noviciado en Nowe Miasto con el nombre de fray Sinforiano. Terminado
el año de noviciado se dedicó al servicio fraterno en los
conventos de Varsovia, de Lomza y de nuevo en Varsovia (desde el 27 de
mayo de 1924), hasta la profesión solemne, el 22 de mayo de 1925.
En Varsovia
desempeñó primero el oficio de hermano limosnero,
preocupándose sobre todo de recoger ofertas para la
construcción del Seminario Menor de San Fidel. Después
fue nombrado hermano socio del padre Provincial.
De carácter sociable, simple, cortés y amigable,
fácilmente conquistaba la simpatía del pueblo y nuevos
amigos para la Orden. No obstante su vida tan activa en medio de la
gente, no perdió nunca el espíritu interior,
distinguiéndose por su oración devota y fervorosa. Era
conocido y estimado por los habitantes de la capital y le llamaban
"padre" aunque no era sacerdote.
Al sobrevenir la II
Guerra mundial se esforzó para que no faltara lo necesario ni a
sus hermanos frailes ni a los demás pobres, hasta el 27 de junio
de 1941, día en que la Gestapo arrestó a todos los 22
capuchinos del convento de la capital. En un primer momento fray
Sinforiano fue internado en la prisión di Pawiak, y luego, el 3
de septiembre, en el campo de concentración de Auschwitz. De
constitución robusta, sufrió más que los
demás el hambre y las persecuciones, soportando todo en
silencio. Las míseras raciones que recibían no
cubrían ni siquiera la cuarta parte de la necesidad del
organismo de un hombre normal. Después de siete meses fue
condenado a una muerte lenta.
Una tarde, mientras
los custodios del campo habían comenzado a asesinar prisioneros
de un modo bestial, destrozándoles la cabeza a garrotazos, fray
Sinforiano tuvo la valentía de hacer sobre los caídos la
señal de la cruz. El testigo ocular y compañero de
prisión César Ostankowicz declara que hubo un momento de
aturdimiento y sorpresa, al que siguió la orden de apalear a
Sinforiano. Un golpe en la cabeza le hizo caer al suelo entre los
esbirros y los prisioneros. Poco después tuvo fuerzas para
levantarse y hacer de nuevo la señal de la cruz. Fue entonces
cuando lo asesinaron. La muerte de fray Sinforiano puso fin a la
tremenda matanza que los soldados estaban perpetrando, y unos quince
prisioneros se salvaron así de la muerte. Estos, con grande
veneración, cargaron a fray Sinforiano en el carro que le
llevaría, con los demás cadáveres, al horno
crematorio.
Con su martirio fray
Sinforiano demostró heroicamente su fe en la Trinidad, y
salvó de una muerte segura a un grupo de compañeros de
prisión. Fue beatificado
el 13 de junio de 1999 por Juan Pablo II.