SAN VALERICO DE
LEUCONAY
1 de abril
622 d.C.
Nació en Auvernia, en el seno de una familia humilde. Era
pastor, y se las arregló para aprender a leer mientras cuidaba
el ganado y llegó a conocer de memoria el salterio. Un
día, su tío le llevó a visitar el monasterio de
Autum, Valerico insistió en quedarse y su tío le
permitió continuar ahí su educación. Algunos
años después, pasó a la abadía de San
Germán de Auxerre. En aquella época los monjes
podían pasar libremente de un convento a otro, algunos eran
simplemente espíritus inquietos, incapaces de establecerse en un
sitio pero otros cambiaban de monasterio por verdadero espíritu
de perfección, en busca de directores espirituales capaces de
ayudarlos a santificarse. Valerico se contaba entre estos
últimos. La fama de san Columbano y sus discípulos le
movió a ir a Luxeuil para ponerse bajo la dirección del
gran santo irlandés. Con él fue su amigo Bobo, un noble a
quien Valerico había convertido y que abandonó todas sus
posesiones para seguirle. Ambos se establecieron en Luxeuil, donde
encontraron el director espiritual y la forma de vida que necesitaban.
Valerico estaba encargado de cultivar un aparte del huerto. Los otros
monjes consideraron como un milagro que los insectos no atacasen la
parte del huerto a él confiada, en tanto que devastaban todo el
resto, también parece que esto fue lo que movió a san
Columbano, quien tenía ya una idea muy elevada de la santidad de
Valerico, a admitirle a la profesión después de un
noviciado excepcionalmente breve.
El rey Teodorico expulsó al abad del monasterio y
sólo permitió que partiesen con él los monjes
irlandeses y bretones. Valerico, que no quería quedarse en el
monasterio sin su maestro, obtuvo permiso de acompañar a un
monje llamado Waldolano, quien iba a partir a una misión de
evangelización. Se establecieron en Neustria, donde predicaron
con gran libertad, la elocuencia y los milagros de Valerico lograron
numerosos conversiones. Sin embargo el santo se sintió pronto
llamado de nuevo retirarse del mundo, esta vez a la vida
eremítica. Siguiendo el consejo del obispo Bercundo,
escogió un sitio solitario cerca de mar, en la desembocadura del
río Somme. Pero, a pesar de todos sus esfuerzos por ocultarse,
no consiguió permanecer ignorado, pronto se le reunieron algunos
discípulos y las celdas empezaron a multiplicarse en lo que
más tarde se convertiría en la célebre
abadía de Leuconay.
Valerico partía, de vez en cuando, a predicar
misiones en la región, obtuvo un éxito tan grande, que se
cuenta que evangelizó no sólo lo que ahora se llama
Pas-de-Calais, sino toda la costa oriental del estrecho. Nuestro santo
era alto y de figura ascética, su singular bondad suavizó
la rigidez de la regla de san Columbano con excelentes resultados. Los
animales acudían a él sin temor, los pájaros iban
a posarse sobre sus hombros y a comer en sus manos, en más de
una ocasión, el buen abad dijo a los que iban a visitarle.
"Dejad comer en paz a estas inocentes criaturas de Dios". San Walerico
gobernó el monasterio durante seis años por lo menos y
murió hacia el año propagar rápidamente su culto.
Dos poblaciones francesas le deben su nombre:
Saint-Valéry-sur-Somme y
Saint-Valéry-en-Caux. Copatrono de la ciudad de
Turín donde se veneran sus reliquias.