SANTO TOMÁS DE
FARFA
10 de diciembre
720 d.C.
Nació en Maurienne, Saboya. Después de ingresar en los
benedictinos, con algunos compañeros se fue en
peregrinación a Tierra Santa. Mientras estaba en los santos
lugares, Tomás decidió quedarse para siempre en
Jerusalén. Un día mientras oraba en en Santo Sepulcro,
apenado por la grave situación que atraversaban los cristianos,
se le apareció María, que lo invitó a regresar a
Italia y buscar en Sabina un lugar de culto, a Ella dedicado, ubicado
en las faldas del monte Acuziano y reconocible por tres altos
cipreses. Allí debería pasar el resto de su vida al
servicio de Dios. María le prometió su protección.
El santo sacerdote obedeció, llegó a Roma,
peregrinó por la Sabina y encontró el lugar. Tomás
reanimó la vida monástica, reconstruyó las
edificaciones ruinosas. Los primeros días fueron duros para los
peregrinos, pero tenían la protección de María la
cual, por medio del duque de Spoleto, Faroaldo, les proveyó
abundantemente de sus más urgentes necesidades: tierras,
materiales de construcción..., y la aprobación del nuevo
monasterio (705) por parte del Papa Juan VII.
Con el transcurrir el tiempo, Tomás reunió muchos
discípulos y la comunidad abacial creció. Se construyeron
magníficos edificios y el patrimonio del monasterio se
expandió; en otras palabras, con Tomás, la abadía
de Farfa será una abadía imperial, uno de los lugares
más importantes y conocidos de la Europa medieval.
Tomás de Morienne (o Moriana), está considera el segundo
fundador de Farfa después de San Lorenzo “el Iluminador”.
Murió en su monasterio donde está sepultado.