SANTO TOMÁS
BECKET
29 de dicembre
1170 d.C.
Nació en Londres y era hijo de un caballero normando. Fue
enviado a estudiar Gramática en la abadía de Merton y
Artes en Santa Genoveva de París. En 1139, volvió a su
casa (muerta su madre) y vivió tres años (decepcionantes)
como contable. A los 25 años, se hizo clérigo del
arzobispo Teobaldo de Canterbury que le envió a Roma, Bolonia y
a Auxerre a seguir un curso de Derecho canónico y civil hasta
que, en el 1154, le nombró archidiácono de Canterbury.
Pronto llegó a ser intimo amigo del rey Enrique II, que le
nombró canciller de Inglaterra (1156). Gozó de los
favores del rey por siete años, apoyando sus intereses. Le
gustaba el boato y la vida brillante, sin renunciar a la generosidad
con abundantes limosnas. Participó en la guerra contra Luis VII
de Francia, distinguiéndose en el asedio de Toulouse. A la
muerte de Teobaldo, que había intentado apartarlo de la carrera
política, debido a la amistad Enrique II, le hizo nombrar
arzobispo de Canterbury, pese a la oposición de Tomás, y
fue ordenado sacerdote y obispo (1162). Como prelado, lo primero que
hizo, fue celebrar solemnemente la festividad de la Santísima
Trinidad.
Desde el instante en
que subió a la sede episcopal, Tomás cambió su
conducta, haciéndose más austero. Dejó el cargo de
canciller y predijo que su amistad con el rey se convertiría en
el odio más violento. El odio estaba motivado también por
su resistencia a las reivindicaciones reales contra la Iglesia. Enrique
II, estaba convencido que en virtud con la amistad que le unía
al obispo de Canterbury, éste le daría "carta blanca"
para intervenir en el nombramiento de obispos y en la
jurisdicción penal de los delitos de los religiosos y apropiarse
de la contribución que los fieles entregaban a la Iglesia,
alcanzando de este modo, un poder que no tenía ningún
soberano de su época; pero Tomás se opuso con todas sus
fuerzas a semejante intromisión política en los asuntos
eclesiásticos. En contra de lo que pudiera parecer, el obispo se
encontró solo, porque los obispos ingleses en el sínodo
de Westminster del 1163, contemporizaron con el rey.
También el
Papa, mal informado, le aconsejó que se sometiera al rey, que
exigía, empero, una sumisión pública. En un nuevo
sínodo celebrado en Clarendon, Tomás se negó a
rubricar estos derechos, que limitaban las libertades esenciales de la
Iglesia. También el papa Alejandro III se negó a
confirmar la Constitución de Clarendon. Tomás, convocado
por el sínodo de Northampton (1164), fue condenado por
desobediencia al rey y sometido a vejaciones, incluida la amenaza de
destitución. Animado a resistir por su confesor, Tomás
prohibió a sus obispos (de diecisiete diócesis)
participar en este proceso de su condena; y, disfrazado, huyó a
Francia. Aquí se entrevistó con el Papa en Sens, poniendo
en sus manos el cargo de metropolitano, por temor de que su
elección no hubiera sido perfectamente libre (había sido
impuesta por el rey, pero con el consenso de la mayoría) y de
que su conducta no estuviera a la altura de la situación. El
Papa lo confirmó en su cargo, enviándolo a la
abadía cisterciense de Pontigny, para que en la pobreza y
sencillez pudiera hacer la experiencia de convertirse en un verdadero
"consolador de los pobres".
El Pontífice,
enredado con el cisma del antipapa Víctor IV, apoyado por
Federico Barbarroja, tenía necesidad tanto del apoyo del rey de
Francia como de Enrique de Inglaterra. Esto explica porqué,
durante los seis años de exilio, Tomás en tres cartas (de
1165) intentara reanudar el diálogo con el rey, pero sin recibir
respuesta. En 1166, Tomás promulgó en Vézelay
varias excomuniones contra los colaboradores de Enrique II. La
reacción del rey fue violenta, y Tomás tuvo que
trasladarse al monasterio de las benedictinas de Sens; mientras,
tentativas de mediación, por iniciativa del Papa en 1170,
terminaron con la reconciliación. Esta resultó
sólo parcial, porque Enrique II, con ocasión de la
coronación de su hijo (Enrique el Joven), hecha ilegalmente por
el arzobispo de York, le negó el beso de la paz. Tomó
entonces la decisión de volver a su patria, desafiando la
aversión del rey y conminando bulas de suspensión contra
los prelados que se aprestaban a oponerle resistencia. Aunque el rey de
Francia le aconsejó que permaneciese en este país,
Tomás resolvió continuar por su camino, convencido de que
defendía la causa de Dios contra César; previendo incluso
su muerte.
El odio implacable del rey y de otros obispos había llegado a
instigar a cuatro caballeros a asesinar a Tomás en su catedral.
Rechazando defenderse y oponiéndose a la tentativa de los monjes
que querían cerrar las puertas de la iglesia, prefirió
dejarse matar, pronunciando estas palabras: "Estoy dispuesto a morir
por el nombre de Jesús y por la defensa de la Iglesia". Herido,
cayó junto a los altares de la Virgen y de San Benito, con las
manos elevadas como en la plegaria litúrgica. Enrique II, objeto
del interdicto personal del Papa, fue absuelto después de su
arrepentimiento en 1172. Muerte tan heroica produjo la
reconciliación del rey de Inglaterra con la Iglesia romana, con
el rey de Francia, con la Iglesia de Canterbury y sus
exiliados. Fue canonizado por el papa Alejandro III el 21 de
febrero de 1173.