SAN TEODOSIO "EL CENOBIARCA"
11 de enero
529 d.C.



   Lector oriundo de Gariso, Capadocia que después de escuchar las palabras del Génesis a Abrahán: “Abandona tu tierra, a tus parientes, y ven a la tierra que yo te enseñaré”, hizo un viaje a Jerusalén y, en el camino visitó a san Simón “Estilita”, que le dio buenos consejos para proseguir su camino.

   Tras de satisfacer su devoción visitando los Santos Lugares, Teodosio empezó a reflexionar en qué forma debía consagrarse a Dios. Los peligros que traía consigo el vivir sin director espiritual le indujeron a escoger la vida monástica. En Jerusalén, conoció al abad Longino que le nombró director de la iglesia de Nuestra Señora situada en el camino de Jerusalén a Belén; más tarde fundó un monasterio en el desierto de Judea donde pronto se le unieron centenares de monjes. Su primera lección a sus monjes fue que pensaran continuamente en la muerte.

   Como eran muchas las vocaciones Teodosio construyó entonces otro más grande, en un sitio llamado Catismo, cerca de Belén. Construyó asimismo en los alrededores tres hospitales: uno para los enfermos; otro para los ancianos y los débiles, y el tercero para los que habían perdido la razón. Debe observarse que en aquella época la pérdida de la razón se atribuía a la posesión diabólica; pero en la mayoría de los casos se debía simplemente a extravagantes excesos en la práctica del ascetismo. En estos hospitales, las gentes del lugar encontraban generoso socorro material y espiritual. Los dividió según la nacionalidad (griegos, armenios y árabes) y construyó una iglesia para cada grupo. La hospitalidad era tan amplia que, según cuentan las crónicas, Teodosio recibió en un solo día a más de cien huéspedes en los albergues que había fundado. Cuando la comida era insuficiente para tanta gente, las oraciones de Teodosio la multiplicaban.

   El patriarca de Jerusalén, Salustio, le nombró visitador de todas las comunidades cenobíticas de Palestina (distintas de las de vida eremítica), de aquí su nombre de "Cenobiarca"; mientras nombraba a san Sabás superior de los eremitas. Una gran amistad unió a estos dos santos, y el tiempo iba a unirles en sus sufrimientos por la Iglesia.

   El emperador de Bizancio, Anastasio, intentó corromperlo para que sostuviera el monofisismo y el eutiquianismo pero no pudo; su fidelidad a las disposiciones del Concilio de Calcedonia y a la vida religiosa estaban por encima de cualquier controversia teológica. El emperador lo desterró, y muerto el emperador, volvió y estuvo al frente de sus cenobios durante once años hasta su muerte que fue muy dolorosa y que soportó con santa paciencia.

   En los últimos años de su vida, Teodosio fue atacado por una penosa enfermedad, en la que dio pruebas de paciencia heroica y de sumisión absoluta a la voluntad de Dios. Como un testigo de sus sufrimientos le rogara que orase para que Dios le diese algún alivio, el santo se negó a hacerlo, diciéndole que eso constituiría una falta de paciencia. Cuando Teodosio comprendió que se acercaba el fin, dirigió a sus discípulos una última exhortación y predijo muchas cosas que debían acaecer después de su muerte. El santo cenobita entregó su alma a Dios, a los ciento cinco años de edad. El patriarca de Jerusalén, Pedro, y toda la ciudad, asistieron a sus funerales, en los que se realizaron varios milagros. El santo fue sepultado en la primera celda que había ocupado, llamada cueva de los Magos, porque la tradición afirmaba que en ella se habían albergado los gentiles que fueron a adorar al Señor en Belén.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)