SANTA SENORINA
22 de abril
982 d.C.
Nació en Braga en el seno de una familia de la nobleza; su padre
era conde y señor del territorio de Vieira y de Basto, pueblos
del Obispado de Braga. Pariente de san Rosendo. Al morir su madre,
siendo ella todavía un bebé, fue educada por su
tía la abadesa Godina en el convento benedictino de San Juan de
Vieyra. Según se narra, un noble caballero la pretendió
para que fuera su esposa, a lo que se negó nuestra santa y fue
confirmada por su padre, la voluntad del Cielo para que profesase como
benedictina en aquel monasterio.
Ingresó en la comunidad y “desde aquel punto todo
su pensamiento y toda su ocupación fue dar todo el lleno a la
alta idea de perfección a que era llamada: adelantándose
tanto en la carrera que no solo sirvió de ejemplo, sino de
admiración a todas las religiosas”. “Leía Senorina con
mucha frecuencia las actas de los mártires, y meditando sobre la
heroica constancia de aquellos héroes de nuestra santa
religión, y sobre la eterna felicidad que compraron con su
sangre, se encendió de tal modo en vivísimos deseos de
padecer martirio, que no pudiendo conseguir esta dicha, cayó en
una profunda melancolía. Exploró la abadesa la causa de
la extraordinaria tristeza de su sobrina, y la hizo entender con su
gran prudencia, que la vida monástica en su severidad no era
otra cosa que un verdadero martirio; cuya corona podría
conseguir por medio del rigor de sus ejercicios religiosos, triunfando
de los fuertes combates de los enemigos del alma, aunque no batallase
con los gentiles. Consolada Senorina con estos consejos,
emprendió aquel género de lucha, continuándola con
tanto rigor por todo el discurso de su vida, que no sin razón se
la reputó por mártir, a virtud del cruento sacrificio que
hizo de su propio cuerpo, crucificándolo con asombrosas
penitencias”.
Al morir su tía Godina, fue elegida abadesa a pesar
de su oposición; fue una superiora dulce, espiritual, modesta y
procuraba ser la primera en la observancia estricta de las reglas.
Trasladó el convento a Basto (Braga). Tuvo grandes dones
taumatúrgicos; se narra que, por su intercesión, Dios
proveyó de pan a las monjas que pasaban necesidad. Murió
llena de méritos y en su sepulcro se obraron muchos milagros por
su intercesión. Hoy es venerada en la antigua iglesia de la
abadía, hoy de Santa Senhorinha.