SANTA SARA DE
ANTIOQUÍA
20 de abril
303 d.C.
Un antiguo
documento litúrgico (el “Sinaxario Alejandrino”) narra, que
Sara, mujer de un alto oficial del emperador Diocleciano, marchó
a Alejandría de Egipto para huir de la prohibición
imperial que prohibía bautizar a los niños. El marido de
Sara, llamado Sócrates, por miedo, había renegado de la
fe cristiana, pero su mujer la había conservado tenazmente.
Durante el viaje por mar, una tempestad hizo temer el
naufragio, Sara quiso salvar a cualquier costa al menos el alma de sus
dos hijos: se hizo una ligera herida en el pecho, y con su propia
sangre signó con una cruz sobre la frente de sus
pequeños; después los sumergió tres veces en el
agua del mar invocando a las tres personas de la Santísima
Trinidad.
La tempestad se aplacó y Sara llegó a
Alejandría, corrió hacía el obispo san Pedro que
estaba bautizando a los catecúmenos en la catedral para bautizar
a sus hijos, porque no le había parecido suficiente lo ella
había realizado. Pero bautizar también a sus hijos
resultaba imposible: cada vez que se acercaban, el agua del baptisterio
se convertía en hielo. El obispo la interrogó, ella el
contó el rito que había realizado en el mar y el prelado
le dijo que aquel bautismo era válido, por lo que no
debía ser repetido.
De regreso a su patria, Antioquía, Sara le
contó a su marido lo que había sucedido, esperando su
conversión. El marido se lo contó al emperador, el cual,
encolerizado, condenó a muerte a la madre y a los hijos a que
fueran quemados vivos. La “Vita” de esta santa mártir, nos
muestra como el Bautismo es administrado válidamente.