SANTA MARÍA
MARGARITA D'YOUVILLE
23 de diciembre
1771 d.C.
María Margarita nació en Verennes (Canadá), en el
seno de una noble familia bretona. Muy joven quedó
huérfana de padre y su familia cayó en la pobreza. Con
doce años fue aceptada por las ursulinas de Quebec donde
permaneció dos años. Volvió a casa de su madre a
quién ayudó en el trabajo doméstico.
En 1722, contrajo
matrimonio con François d'Youville, del que tuvo seis hijos, de
los cuales sólo dos sobrevivieron; se trasladó con su
familia a Montreal. Su marido no fue un ejemplo, y tuvo que soportar a
su suegra que era muy exigente. El marido era un comerciante del
Canadá francés que pasó la mayor parte de su
tiempo en el juego y trató de embaucar a los nativos americanos.
Cuando murió, Margarita tuvo que vender todo lo que
poseía para pagar sus deudas. La muerte de su esposo, y el hecho
de que ella estuviera en cinta de su sexto hijo, que no
sobrevivió, le hicieron comprender el amor de Dios. Totalmente
desamparada y arruinada (tuvo que pedir limosna para poder sobrevivir),
abrió un taller de costura para mantenerse ella y sus hijos. Sus
dos hijos se hicieron sacerdotes. Demostró ser una mujer de gran
valor, siempre confiada en la Providencia, resignada a vivir en la
pobreza, pero sin que ello le impidiera atender asiduamente a los
pobres en el hospital general de Montreal.
En 1738, con tres amigas, se consagró a Dios para servirlo en la
persona de los más necesitados. Así se convirtió,
sin pretenderlo, en la fundadora de la Congregación de la
Caridad de Montreal o "Religiosas grises", que tienen como
carisma "reconocer a Jesucristo en la persona de los pobres". En 1753,
el rey de Francia, Luis XV legalizó el Instituto con un decreto.
Es la primera santa canadiense. Su característica principal fue
su abandono en la Providencia. Al ponerse al servicio de los pobres
recibió críticas, y fue objeto de calumnias.
Revolucionó las costumbres sociales de su época.
Sufrió dos incendios, uno con la quema de su casa y otro con la
quema del hospital al que había dedicado toda su vida. En todo
vio siempre la mano de la Providencia. Murió en Montreal.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)