SANTA MARÍA
JOSEFA ROSELLÓ
7 de diciembre
1888 d.C.
Benedicta Roselló nació en Albisola Marina, Savona
(Italia), en el seno de una familia muy pobre de artesanos; y cuando
quiso hacerse religiosa no pudo entrar en ningún convento porque
no tenía medios suficientes para la dote. Siendo muy joven
ingresó en la Tercera Orden Franciscana (probablemente antes de
1830) y sintió nacer poco a poco en su corazón el deseo
de una vida más perfecta que le permitiera con mayor facilidad
llegar a ser santa.
A los 19 años
trabajó en la casa de los señores Monleone en Savona,
para asistir al cabeza de familia que estaba enfermo. Estuvo en ella
hasta los 26 años, cuando murió Monleone. La viuda le
propuso nombrarla heredera si renunciaba hacerse religiosa, pero ella
abandonó aquel trabajo y, más tarde, dirá: "si no
somos generosos con Dios, Él no lo será con nosotros".
Intentó
ingresar en una congregación de caridad pero fue rechazada por
falta de recursos económicos. Benedicta se vio obligada, al
morir sus padres y dos de sus hermanos, a volver a su pueblo y
dedicarse al cuidado de su familia. El obispo de Savona,
Monseñor Agustín de Mari, sensible a las exigencias de la
elevación social de los hijos de los pobres, trató de
realizar centros de educación para los más pobres. En
1837, Benedicta respondió a la llamada del obispo que le
proporcionó una modesta casa en Albissola. Vivió en un
barrio popular donde cuidó a los niños durante toda su
juventud. Así se convirtió en fundadora de las Hijas de
Nuestra Señora de la Misericordia, y cambió el nombre por
el de María Josefa. El fin principal del nuevo Instituto fue
dedicarse a la instrucción y educación de las muchachas
pobres, y la asistencia a los enfermos.
Fue nombrada segunda
superiora general en 1837, sucediendo a ángela Pescia. Durante
40 años estuvo dedicada a este trabajo, sin descorazonarse
jamás, a pesar de estar constantemente enferma. María
Josefa instituyó en Savona en 1859 la Casa de la Providencia,
para respaldar a los jóvenes que no habían podido seguir
su vocación sacerdotal por falta de recursos económicos.
A partir de 1856 recogió en sus casas a jóvenes africanas
rescatadas de la esclavitud. Abrió casas en
Hispanoamérica.
Diez años
después, en 1869, sor María Josefa inició
valientemente una nueva obra: el pequeño Seminario para
clérigos pobres en Savona, que ofreció a la
Diócesis excelentes sacerdotes, sin embargo le costó a la
madre no pocas amarguras por los obstáculos y la maldad de
muchos hacia esta institución.
La última obra
soñada y realizada después de su muerte fue la
fundación en Savona de la Casa de las Penitentes (1880), un
refugio para las jóvenes arrepentidas rescatadas de la
prostitución.
Un aspecto en el cual
la genialidad caritativa de la Madre Josefa Rossello superan el simple
ámbito religioso para insertarse entre las más nobles
obras de carácter social es la fundación de las escuelas
populares gratuitas, una absoluta novedad y de urgente necesidad en
aquel momento en la Liguria occidental.
La espiritualidad de
la santa fue destacada en forma excepcional por su gran confianza en la
Divina Providencia, en la asistencia y protección de San
José y en su espíritu de iniciativa. Una frase que la
Madre solía repetir como lema y se la transmitió a sus
hijas fue: "El corazón a Dios y las manos al trabajo". A pesar
de los múltiples problemas sirvió siempre en los
quehaceres más humildes a los necesitados, niños o a los
enfermos, con caridad paciente y perseverante.
Finalizó su
laboriosa vida a los sesenta y nueve años de edad, en la casa
madre de Savona, a causa de complicaciones cardíacas que
habían minado su constitución puesta a prueba duramente
por su trabajo.
Murió en olor de santidad y fue sepultada en el cementerio
local. Posteriormente, en 1887 su cuerpo fue trasladado a la casa
madre, en la capilla de la casa madre de las Hijas de nuestra
Señora de la Misericordia en Savona. Su canonización
tuvo lugar en 1949 por Pío XII.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)