SANTA MAGDALENA DE
CANOSSA
10 de abril
1835 d.C.
Marquesa de
Canossa. Natural de Verona Se llamaba Magdalena Gabriela. Hija de los
marqueses de Canossa. Quedó huérfana de padre muy pronto,
y el segundo matrimonio de su madre no fue feliz para ella, ya que la
dejó en manos de una severa institutriz francesa. En su juventud
estuvo gravemente enferma (1789) de una enfermedad misteriosa y una
varicela. En el sufrimiento de la enfermedad y en el silencio de la
convalecencia, sintió crecer dentro de ella la llamada de Dios y
el deseo de entregarse a El. A los 17 años, entró en el
convento de las carmelitas descalzas de Cornegliano, pero se
salió dos veces, porque aquella no era su vocación,
así que decidió volver a su casa.
Comprendió que la clausura no era su camino, y
durante su enfermedad había reflexionado sobre el dolor de los
hombres, sus necesidades y entonces sintió lo que llamó
"el genio" de la caridad hacia el prójimo (fuese este enfermo,
pobre, abandonado o huérfano). Su director espiritual, Luis
Libera, la exhortó a ocuparse de los pobres de Verona, sin
abandonar la casa paterna. A partir de 1795 se incorporó a un
movimiento caritativo que se desarrollo en Verona a instancia de su
obispo Juan Andrés Avogadro (un movimiento que contaría
con sacerdotes y fundadores como san Carlos Steeb y Pedro Leonardi).
Cuando tenía 33 años, buscando la perfección
espiritual, entró en la Fraternidad Hospitalaria, dedicada a
recoger dinero para asistir a los enfermos. Escribió, junto con
Leonardi el reglamento.
Fundó la Compañía de la Inmaculada
cuya asociación se proponía "ir vestidas según el
propio estado, pero modestamente", e inscribió a sus amigas de
la nobleza en otra Compañía llamada de los "tres soldi"
porque esa era la cuota que debían entregar semanalmente para
financiar las obras de caridad.
Magdalena, buscando una mayor perfección, se
consagró a la educación de las niñas abandonadas.
El contacto con los más pobres le hicieron concebir y fundar en
Verona el Instituto de Hijas e Hijos de la Caridad (Canosianas) para el
cuidado de los enfermos e instrucción de jóvenes.
Así reunió en 1799 a numerosas muchachas
abandonadas en una residencia del barrio de San Zeno, el de peor
reputación e irreligioso de la ciudad. Les enseñaban
moral y un oficio según la mentalidad de la época. Tuvo
conflictos con su familia que no querían que viviese en un
barrio tan marginal, pero después de mucho tiempo
consiguió convencerlos y compraron el ex convento de Santos
José y Fidencio sito en el barrio, donde se trasladó con
sus compañeras. Fue una mujer entregada a la vida espiritual,
tuvo experiencias místicas. Tuvo como director espiritual de su
obra a san Gaspar Bertoni. Cuando Napoleón pasó por
Verona la confundió con un ángel por sus obras de
caridad. Tuvo contacto epistolar con muchos santos y fundadores de la
época, que siguieron el mismo modelo de fundación
como: Antonangelo y Marcantonio Cavanis, beato Antonio Rosmini,
Leopoldina Naudet, Teodora Campostrini, beata Isabel Renzi, San Gaspar
Bertoni y un largo etcétera.
Después de repetidos intentos negativos con Don
Antonio Rosmini y con Don Antonio Provolo, hacia el fin de su vida,
Magdalena consiguió empezar también el Instituto
masculino que proyectó ya desde 1799. En Venecia, el 23 de mayo
de 1831, abrió el primer oratorio de los Hijos de la Caridad
para la formación cristiana de los jóvenes y de los
adultos, entregándolo al sacerdote veneciano Don Francesco
Luzzo, ayudado por dos laicos de Bérgamo: Giuseppe Carsana y
Benedetto Belloni.
Magdalena acabó su intensa y fecunda existencia
terrena a la edad de 61 años. Murió en Verona el 10 de
abril de 1835. Fue beatificada por SS Pío XII en 1941 y
canonizada el 2 de octubre de 1988, en la Plaza de San Pedro, por SS.
Juan Pablo II.