SANTA GALA DE ROMA
6 de abril
550 d.C.
Su
vida y su muerte fueron narradas por san Gregorio Magno. Matrona
romana, hija de Quinto Aurelio Memmio Símmaco el Joven, miembro
del Senado y cuñada del beato Severino Boecio; durante muchos
años, su marido fue consejero del rey Teodorico, que, sin
embargo lo mandó matar en Ravenna (525) por sospechas infundadas
de traición. Gala fue entregada como esposa a un joven patricio
del que no se conoce el nombre. Al año del casamiento
enviudó, y pese a que querían casarla nuevamente,
prefirió consagrarse a Dios, primero en el ejercicio de las
obras de misericordia y más tarde retirándose a un
monasterio cerca de la basílica vaticana.
Afirma san Gregorio
que vivió muchos años "en la simplicidad del
corazón, dedicada a la oración, distribuyendo grandes
limosnas a los pobres". La decisión de la joven viuda
causó gran impresión en Roma, y sus ecos llegaron lejos.
Desde Cerdeña, en donde por segunda vez se encontraba en el
exilio, san Fulgencio de Ruspe (que a su paso por Roma había
tenido ocasión de conocer a la familia de la santa), le
escribió una bellísima carta, casi un pequeño
tratado de veintiún capítulos en los que la confirma en
la decisión tomada y le imparte consejos ascéticos.
Antes de morir la
santa tuvo una visión del Apóstol san Pedro
invitándola al cielo. Por esta razón san Gregorio en sus "Diálogos",
en el libro IV, dice que puede demostrarse la inmortalidad del alma, a
través de las apariciones y visiones que tuvieron algunas almas
selectas. Según la tradición, mientras la santa llevaba a
cabo una de sus obras de caridad se le apareció la Virgen.
Según la leyenda mientras en el 524 cenaba con su marido, dos
querubines le trajeron un zafiro sobre el cual estaba grabada la imagen
de la Virgen con el Niño Jesús. Gala cayó de
rodillas y de inmediato las campanas de Roma se pusieron a
repicar. El zafiro milagroso fue depositado en la iglesia de Santa
María in Pórtico. Murió de cáncer de pecho,
llena de méritos.