SANTA ESPERANZA
1276 d.C.
11 de septiembre
Nació en Gubbio (Umbría). Pariente de san Ubaldo de
Gubbio. Cuando tenía 9 años se le apareció
Jesús que le dijo que debía despojarse de los bienes
terrenos y hacer penitencia. Nuestra santa se vistió con una
áspera piel de cerdo, con un cinturon de hierro y se
alejó de la familia para seguir la llamada del Señor.
Toda su vida fue un ansia profunda de oración y sobre todo de la
meditación de la Pasión de Cristo. Estas meditaciones
fueron a menudo el preludio de éxtasis y visiones
alegóricas, especialmente los Viernes santo. La oración
fue acompañada de una áspera vida penitencial, llena de
astinencias y largos ayunos cuaresmales. La última cuaresma de
su vida transcurrió en el territorio de Cingoli, en el Sasso de
Citona, hoy llamado “Gruta de santa Esperanza”. Tuvo dones
taumatúrgicos, que atrajo, ya sea en vida como en la muerte, una
multitud de devotos. Con el signo de la cruz, obró milagros con
especial predilección hacia los niños enfermos, las
mujeres estériles y los encarcelados. Ejerció la caridad
con los pobres, a los que animaba con palabras llenas de fe y
esperanza: “el Señor proveerá”, “confía en el
Señor”, etc.
Fue llamada para dirimir las discordias entre las ciudades
y en el interior de ellas, entre las facciones de güelfos y
gibelinos. Esperanza fue, además, una santa itinerante, desde el
inicio de su vocación hasta los últimos momentos de su
vida. Intentó imitar a Cristo con el desapego de los bienes
terrenales. Su vida de peregrinación le permitió viajar
por numerosas ciudades y edificar a los cristianos con la palabra, con
el ejemplo y con los milagros. Visitó Roma, Spoleto, Gubbio,
Recanati, Fossato di Vico, Fabriano, Cagli y la tradición nos
dice que fue a Tierra Santa. Después de largas peregrinaciones,
se estableción en Cingoli, vistiendo el hábito
benedictino en el monasterio de San Michele. A causa de su santidad y
autoridad moral, fue elegida abadesa.
En el mes de Enero, la Santa llamó a algunos
albañiles para la restauración y ampliación del
monasterio. Les preparó de comer y al final de la comida les
preguntó si querían alguna otra cosa. Los
albañiles, bromeando, le respondieron que querían cerezas
frescas. La santa, después de orar, se le apareció un
ángel con un cesto de cerezas y se las llevó a los
albañiles, los cuales, asombrados, le pidieron perdón por
la broma. Su sepultura pronto fue meta de peregrinaciones y lugar de
gracias y milagros. Sus restos incorruptos se conservan en el
monasterio benedictino de Santa Esperandea en Cingoli.