SANTA CATALINA FIESCHI
DE GÉNOVA
1510 d.C.
15 de septiembre
Genovesa de
la ilustre familia de los Fieschi e hija del que fue virrey de
Nápoles; a los 16 años se casó con un noble,
Giuliano Adorno, que no se distinguió precisamente por sus
virtudes, y con ese marido colérico, disipado e infiel
vivió replegada en sí misma en medio de una profunda
tristeza. Le dijeron que su deber de esposa era seguirle en la vida
mundana propia de su condición, y durante cinco años,
frecuentó los salones aristocráticos y fue admirada por
su extraordinaria belleza. Pero sólo consiguió aumentar
su inquietud y tuvo que concluir que no está hecha para aquello.
Hacia el 1473 se produjo un gran cambio: nada de aceptar
las normas de este mundo, es ella quien impondrá las suyas desde
fuera del mundo, todo ello ocurrió después de confesarse
en la iglesia de Santa María de las Gracias, donde vivía
su hermana como religiosa canonesa agustina. Parece que se hizo
Terciaria franciscana seglar, aunque los datos no están
probados. Dicen que Cristo le lavó el corazón con su
propia sangre. A partir de ahora, vivió penitencias, ayunos
rigurosísimos, largas oraciones, mientras se dedicaba a los
enfermos más repugnantes y abandonados en colaboración
con la Compañía de las Damas de la Misericordia y
después en el laprosería de San Lázaro. "Yo no
sé -dice- cómo no he muerto cuando he visto el mal que
encierra el más ligero pecado, por muy leve que sea".
Milagrosamente el marido se convirtió en un hombre
piadoso, y le ayudó en sus obras de caridad y se hizo miembro de
la Tercera Orden de San Francisco. El matrimonio se trasladó a
una casa contigua al hospital de Pammatone, y vivieron la castidad
conyugal. Murió el marido y Catalina desarrolló en el
hospital los trabajos más humildes, a la vez que dirigió
durante diez años, el sector femenino, cuidando de los
niños abandonados y afrontando varias epidemias de peste.
Catalina vivió un estado místico que se reflejan en su
“Tratado del Purgatorio” (que no describe como un lugar, sino como un
estado del alma) y el “Diálogo espiritual entre el cuerpo y el
alma”.
Fue una gran devota de la Eucaristía. Tiene una
frase que dice: "Mi Yo es Dios y no reconozco otro yo que mi Dios
mismo", y en otro lugar: "El Amor deber ser amado, porque es amable; se
debe amar, no para recibir, sino para donar". Toda su vida fue en un
tratado del amor. El mismo Cristo, en una visión, le
había dicho: "De todos los libros santos, escoge una sola
palabra: amor". Murió de un probable cáncer de
estómago, como religiosa de la Anunciación de Santa
Marcelina y fue superiora de un gran hospital en Génova. Hay
otros autores que niegan que hubiera profesado como religiosa. Fue
beatificada en 1737, y el Papa Benedicto XIV inscribió su nombre
en el Martirologio Romano con el título de Santa. Patrona de
Génova.