SANTA ANGELA MERICI
27 de enero
1540 d.C.



   Nació en Desenzano sul Garda, diócesis de Verona (Italia) en el seno de una familia de humildes campesinos, formada por cinco hermanos. En una época en que la iglesia veronense tenía que atender a ejércitos de paso de toda especie, aquejada por guerras y destrucciones, por epidemias y hambre. Todas las noches leía con su familia el santoral. Para poder llevar una juventud fuerte y espiritual, y comulgar con la máxima frecuencia. Perdió a sus padres muy joven; y lo sintió tanto que llegó a creerlo falta de confianza en Dios, y pidió perdón por ello.

   Tuvo que enfrentarse sola con una vida dura; y la superó, añadiendo prácticas fortificantes de penitencia. Al quedarse huérfana tuvo que abandonar Desenzano para alojarse en casa de un tío suyo en Saló, hasta la muerte de éste. En este lugar con algunas amigas se hizo Terciaria franciscana pero sin abandonar su vida laical. Vuelta a su pueblo natal, quiso hacer todo el bien posible; y para ello se reunió con sus amigas, y durante su juventud organizó con ellas catequesis entre la gente humilde, y entre las personas que estaban influidas por la corrupción renacentista. Dio estas lecciones en su pueblo con tanta fama de virtud y buenos frutos que, en 1516, los franciscanos le pidieron que ampliara el escenario de su trabajo para continuar su labor en la ciudad de Brescia. En 1521, viajó a Mantua para orar ante el sepulcro de la beata Hosanna de Mantua Andreasi, cuya vida le había servido de modelo. Vivió las experiencias religiosas características del pueblo peregrinando primero a Tierra Santa (1524); una peregrinación que caló hondo en su vida. En 1525, peregrinó a Roma para ganar el jubileo, y el papa Clemente VII, intentó convencerla para que se quedara en Roma para realizar su obra educadora, pero no lo logró. En 1529, viajó al santuario de Varallo, famoso porque reproduce la ciudad santa de Jerusalén. En Soncino visitó a la beata Estefanía Quinzani. A su regreso a Brescia, después de estar un tiempo en Cremona, se relacionó con aristócratas, intelectuales y sobre todo, con los canónigos de Letrán, que le proporcionaron una estancia contigua a la iglesia de Santa Afra. Su confesor será uno de estos canónigos, Serafín Torresini. Aquí fundó en 1535, la Compañía de Santa Úrsula, dedicada a la asistencia espiritual y material de las muchachas especialmente huérfanas, queriendo que las primeras ursulinas se consagraran a Dios y al servicio del prójimo sin abandonar el mundo, precediendo de este modo a los institutos religiosos seculares modernos. "En mi ambiente mismo, ¿cómo podré santificarme?" le preguntó un hombre de la calle. Y ella le respondió: "Haga en cada momento lo que quisiera  hacer en la hora de la muerte".

   A instancias del Papa Clemente VII, colaboró en la gestión de los lugares piadosos o de instituciones asistenciales y caritativas ligadas al Divino Amor. Murió en Brescia, dejando una herencia de nada menos que veinticuatro ramas de ursulinas, dedicadas a todos los servicios en la Iglesia. A las ursulinas, a instancias de san Carlos Borromeo, se las impuso también la clausura, el hábito y los votos en 1566, perdiendo así su condición secular. Fue canonizada sólo en 1807 por Pío VII, porque sus ideas parecían demasiado modernas.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)