SAN REMIGIO DE REIMS
13 de enero
533 d.C.



   Galorromano de nacimiento, nació en Laón, hijo de santa Celina y de Emilio, señor del territorio llamado Castrum Laudunense (actualmente Lyon). Durante su adolescencia se dedicó al estudio y al recogimiento. Hizo tan considerables progresos en su formación, y particularmente en la elocuencia, que, según el testimonio de san Sidonio Apolinar, compañero suyo en los primeros años, llegó a superar a todos sus iguales.

   En el 459 fue elegido Obispo de la provincia de Belgica II (hoy parte de la diócesis de Reims), aunque todavía era laico. No poseemos muchas noticias sobre la actividad de san Remigio durante la primera etapa de su vida. Pero lo poco que conocemos nos lo presenta como un prelado eminente, consciente de sus deberes y entregado de lleno a la instrucción y gobierno de su pueblo. Sabemos por san Sidonio Apolinar que desarrolló gran actividad en convertir a muchos entre los invasores francos y someterlos al yugo de Cristo. El mismo atestigua que poseyó un volumen de los sermones de Remigio, cuya suavidad, belleza de expresión y plenitud de doctrina pondera extraordinariamente. Con esta elocuencia, a la que se juntaba su eminente santidad, contribuyó eficazmente a poner el fundamento de la conversión del pueblo de los francos.

   Evangelizó a los francos victoriosos en las Galias, con la ayuda de Santa Clotilde y san Vedasto de Arrás. En la noche de Navidad de 496 bautizó a Clodoveo, exhortándole a ser un hombre nuevo "adora lo que has quemado; y quema lo que has adorado"; "Socorre a los afligidos, cuida de las viudas y de los huérfanos. Usa tus riquezas para liberar a los prisioneros y para quitar las cadenas a los esclavos"; "diviértete con los jóvenes, pero delibera con los viejos". La leyenda dice que una paloma le trajo una basija de aceite con ocasión del bautismo de Clodoveo. Esta vasija de aceite inagotable fue utilizada para la consagración del rey de Francia hasta el final del Antiguo Régimen.

   Los Obispos, reunidos en una asamblea convocada en Reims, declararon que se sentían impulsados a la defensa de la fe por el ejemplo viviente de san Remigio, el cual, según ellos afirman, "en todas partes destruyó los altares de los ídolos, realizando multitud de milagros". De él conservamos una carta, escrita poco después de la muerte de Clodoveo, ocurrida en 511 y dirigida al obispo de Tongres-Maestricht. En tono enérgico reprocha a este último obispo algunos excesos cometidos contra algunos pueblos. De este modo aparece la entereza de carácter con que continuó trabajando hasta el fin de su vida.

   Durante 74 años fue el prelado más influyente de su tiempo. De todo ello se deduce que san Remigio, en la última etapa de su vida, hizo lo que pudo para promover el Evangelio entre el pueblo de los francos, recién convertido al cristianismo, por lo cual, con justo título, es venerado como su apóstol. En un sínodo celebrado en 517 convirtió a un obispo arriano, que se había presentado para arguir contra el santo obispo. Sin embargo, su acción apostólica no siempre encontró la aprobación y buena acogida entre sus hermanos de episcopado.

   Su vida está llena de leyendas tomadas de otros santos. Sobre su tumba se construyó y desarrolló la ciudad de Reims, que fue considerada “caput Franciae” y en ella se consagraban a los reyes de Francia. Desde 1969 su culto está limitado a los calendarios locales. Patrón de Reims.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)