SAN PEDRO ARMENGOL
27 de abril
1304 d.C.
Nació probablemente en La Guardia dels Prats, Tarragona. Hijo de
la familia Moncada emparentada con los condes de Urgel. Como todos los
señores de la época entre ellos había
riñas, luchas..., en una de estas se ve envuelto Pedro, que al
matar a un enemigo de su casa tiene que huir a las montañas;
aquí pronto se hace jefe de un grupo de bandoleros que operaban
en la sierra de Prades. Paradójicamente su vida entre maleantes
y ladrones no le hacen olvidar sus oraciones a María ni el amor
de la casa de su padre; estas plegarias le cambian el corazón e
inesperadamente para todos los que le seguían, lo deja todo: se
siente llamado a dar vida en vez de muerte e ingresó en la Orden
de la Merced para rescatar cautivos en medio de la penitencia
más austera. Entonces los mercedarios era una Orden secular.
En Murcia y Granada, Bujía y Argel. En ello estaba
el año 1266. Visitó las mazmorras, consoló a los
deprimidos, curó a los llagados, gastó un buen dinero en
comprar a cuantos pudo, los más hundidos. Y cuando no quedaba ni
un penique, descubrió unos 18 niños y muchachos que,
entendió, se perderían si no los rescataba; ajustó
su precio en mil áureos y se quedó en prenda de aquel
dinero, que el fraile compañero había de aportar en el
plazo de un año. Fue aquel un año intenso, el mejor de su
vida: catequizó, animó, condolió, se
convirtió en el paño de lágrimas de los cautivos.
También clamó, vociferó, fustigó,
insultó a los inicuos esclavistas. Mas pasaban los días,
los meses ..... el compañero no volvía. Se venció
el plazo, el año convenido. Los traficantes de Bujía,
hartos de él, de sus bondades, de sus imprecaciones,
creyéndose burlados, lo colgaron de un árbol. Muy luego
accedieron otros frailes –que habían tenido dificultades en el
mar- para realizar la redención anual y liberar su rehén;
avisados de la desgracia, corrieron a la horca y encontraron que fray
Pedro, después de tres días de ajusticiado, seguía
vivo, por favor especial de la santísima Virgen cuya presencia
el Ahorcado había experimentado. Se dice que a causa de los
cordeles al cuello, mantuvo el resto de sus días la cabeza
torcida, y en el cuello las señales de la horca.
Vuelto a Cataluña, se incorporó a una de las
pequeñas comunidades, animando a los demás hermanos a la
obra redentora durante cuarenta años. Murió en Santa
María dels Prats en Tarragona. Allí era comendador por
los años 1291 y allí se conserva la parte de sus huesos
que no fueron quemados en 1936. Fue confirmado su culto el 28 de
marzo de 1686 por el Papa Inocencio XI.