SAN NICOLÁS DE BARI
6 de noviembre
342 d.C.



    Natural de Patras o Patara de Licia, en el seno de una rica familia. Por noticias ciertas sabemos que su tío Nicolás, obispo de Mira, le ordenó sacerdote, y que nuestro santo, después de repartir toda su herencia a los pobres, fue hegúmeno de un monasterio fundado por su tío. A la vuelta de un viaje a Tierra Santa fue ordenado obispo de su ciudad (Mira), y suscribió en Nicea (325) la fe en la divinidad de Cristo, proclamado consubstancial al Padre (aunque su presencia en Nicea no está probado). San Metodio afirma que "gracias a las enseñanzas de Nicolás, la metrópolis de Mira fue la única que no se contaminó con la herejía arriana la cual rechazó firmemente, como si fuese un veneno mortal".  San Nicolás tomó también medidas severas contra el paganismo y lo combatió incansablemente.

   Posteriormente habría sido encarcelado y torturado (por esto se le considera confesor) por la fe en la persecución de Galerio, exiliado de su sede y después de la paz constantiniana fue autorizado a volver a su diócesis y habría muerto a la edad de 65 años. Su bondad, su apostolado y su entrega impresionaron a todos, antes y después de su muerte.

   Sobre su vida se han tejido innumerable leyendas que nos lo describen como un gran taumaturgo: liberó a tres oficiales, encarcelados injustamente, por Constantino; hizo posible el matrimonio de tres jóvenes pobres, condenadas por su padre a la prostitución, ofreciendo la dote en monedas de oro; resucitó a tres estudiantes (convertidos luego en niños) condenados a muerte por un hospedero, que los había puesto en salmuera; salvó a un niño que había perecido entre las llamas, tras la invocación del padre, que había invitado a su hijo a dar limosna a un mendigo (el mismo demonio camuflado e irritado por los festejos anuales del santo); liberó a tres marineros del peligro de naufragar.

   Sus restos fueron trasladados a la ciudad de Bari en 1087 por un grupo de cristianos, cuando fue invadida la ciudad de Myra por los turcos, y su tumba en Bari se convirtió en lugar de peregrinación. Sus reliquias todavía se preservan en la Iglesia de San Nicola de Bari, Italia. En Mira, se decía que "el venerable cuerpo del obispo, embalsamado en el aceite de la virtud, sudaba una suave mirra que le preservaba de la corrupción y curaba a los enfermos, para gloria de aquél que había glorificado a Jesucristo, nuestro verdadero Dios". El fenómeno no se interrumpió con la translación de los restos; según se dice, un aceite conocido como el “Manna di San Nicola”, sigue brotando de su cuerpo.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)