SANTOS NAMFAMO,
MIGINIO, SANAMIS Y LUCITA
18 de diciembre
180 d.C.
Conocemos los nombres de estos santos, protomártires de la
Iglesia de Madaura, en el norte de África, exclusivamente por el
testimonio de un pagano, un amigo de san Agustín que le escribe,
hacia el 390 -pocos años después del bautismo del santo-
reprochándole que adhiriera a la fe cristiana. En un estilo de
retórica culta, Máximo le recuerda lo que era doctrina
común de los ambientes cultivados de la época: en el
fondo todos los dioses (incluidos los paganos) hablan de una misma
Divinidad que trasciende todos los nombres que le ponemos los seres
humanos, y que puede ser el gran Todo. Por eso mismo, continúa
Máximo, es impensable que los mártires cristianos
pretendan preminencia respecto de los dioses paganos. Y así
dirá:
«¿Quién
puede sufrir que Miginio sea antepuesto a Júpiter, que lanza los
rayos; Sanamis a Juno, Minerva, Venus y a Vesta, y a todos
(¡qué vergüenza!) los dioses inmortales el
archimártir Namfamon? Entre esos mártires se acepta con
no menor veneración a Lucita y a otros mil (nombres odiosos a
los hombres y a los dioses), que acumularon crímenes sobre
crímenes en una conciencia llena de nefandos delitos. Bajo la
apariencia de una muerte gloriosa, hallaron los muy viciosos una muerte
digna de sus hazañas y costumbres. La necia muchedumbre visita
sus sepulcros, si es que vale la pena recordarlo, olvidando los templos
y los manes de sus antepasados...»
Parte del significado burlesco que podía tener esta carta
enviada como chanza de amigo a amigo se nos pierde, porque al parecer,
según lo sugiere la respuesta de san Agustín,
Máximo intentó ridiculizar a los mártires por sus
extraños nombres. Esto dará lugar a que Agustín
tome a su vez el pelo a su agonista, mostrándole que
«Namfanión» significa «de buen pie», y
haciendo alusión a la habitual superstición de los
paganos, le recuerda que «Desea Virgilio que Hércules
entre con pie venturoso, esto es, que sea Nanfanión, que es lo
que nos echas a nosotros tan en cara.» En suma, las misivas no
aportan elementos históricos para que nos enteremos de las
circunstancias concretas del martirio de estos santos, pero sí
permiten establecer fehacientemente no sólo su existencia sino
también la gran veneración de la que gozaban.