SAN MIGUEL DE LOS
SANTOS
10 de abril
1625 d.C.
Miguel Argemir y
Mitjana o Mitjá, nació en Vich, Barcelona, en el seno de
una familia cristiana de tejedores de lana. Su padre era notario, y
cuando se quedó huérfano tuvo que ponerse a trabajar de
recadero en un comercio de Vich y después en una
cordonería de Barcelona. En su niñez hizo voto de
celibato y estudió gramática en el estudio general de
Vich. Pero su primera vocación que era el de eremita solitario
en el Montseny, tuvo que abandonarla porque todavía era un
chiquillo; en los conventos de Vich le rechazaron, hasta que a los 12
años consiguió entrar como trinitario calzado en
Barcelona. Estudió y se formó en Barcelona y Zaragoza,
donde profesó en 1607. Pero no le gustaba la Orden por ser
demasiada blanda, y al mes de la profesión, la abandonó.
En 1608, cuando
contaba 16 años, recibió en el convento de Oteiza en
Navarra, el hábito de la Orden de descalzos de la
Santísima Trinidad redención de los Cautivos, que en
aquellos momentos estaba reformando san Juan Bautista de la
Concepción. Desde este momento su vida cambió totalmente;
en Madrid realizó su noviciado y profesó en Alcalá
de Henares donde tomó el nombre de Miguel de los Santos (1609).
Fue trasladado a La Solana (Ciudad Real), Sevilla donde tendrá
sus primeras experiencias místicas. En 1611 estudió
Filosofía en la universidad de Baeza, y en 1614 inició
sus estudios de Teología en la universidad de Salamanca.
Recibió la ordenación sacerdotal en la ciudad de Faro,
Portugal hacia 1615. Volverá a Baeza donde ejerció los
ministerios de la predicación, del confesionario y de la
dirección espiritual, hasta que en 1625, fue nombrado superior
del convento de Valladolid, donde admiraron su santidad.
Maravilló por la
fenomenología mística que siempre le
acompañó: éxtasis, levitaciones, milagros... de
manera que se le llamó "el extático", porque realizaba
vuelos extáticos cuando se hallaba en oración o
celebrando la Misa. El acontecimiento más extraordinario que se
conoce de su vida fue el cambio místico de corazón con
Jesucristo. Fue un hombre de profunda oración y de gran amor a
la Eucaristía. Escribió "Tratado de la tranquilidad
del alma". Murió en Valladolid, había sido un hombre
de luces para el gobierno de la comunidad, escritor ameno,
místico y buen predicador. Murió diciendo: "Creo en Dios,
espero en Dios, amo a Dios, me pesa, Señor, de haberos ofendido"
después de haber padecido calumnias y meses de cárcel.
Murió en Valladolid a causa de unas fiebres tifoideas.
Está enterrado en el convento de Valladolid. Fue canonizado por el beato Pío IX
el 8 de junio de 1862. Patrón de Vich.