SAN MARINO DE RIMINI
307 d.C.
3 de septiembre



   Natural de Dalmacia, como albañil colaboró, junto con su amigo san León, en la construcción de las murallas de Rímini, junto con un grupo de cristianos condenados a trabajos forzados. En su trabajo se distinguió por su gran caridad y los dos amigos fueron enviados a otras canteras del monte Titano para trabajar la piedra. Pasados tres años, san León se retiró al Monte Feltro, mientras que Marino regresó a Rímini.

   En esta ciudad predicó el evangelio con tanto ímpetu que trajo las insidias del diablo, que poseyó a una mujer y la hizo creer que era la esposa de Marino, la indujo a buscarlo. Ella, llorando, imploró al santo que la acogiese, pero él la apartó de si, entonces la mujer lo acusó ante el tribunal de ser cristiano. Marino en cuanto lo supo huyó de la ciudad y se refugió en una gruta del monte Titano. Durante muchos años vivió como ermitaño, con su santidad convirtió a muchos y pasaron otros pasajes que entran en la más pura leyenda. San Gaudencio de Rímini conoció las virtudes de León y Marino y los envió a Rímini donde fue ordenado diácono por el obispo san Gaudencio, por su piedad y a la asistencia en la fe, de los condenados.

   Luego tanto León como Marino regresaron a sus respectivas moradas, Marino al monte Tatiano donde desde una humilde mansión construida por él mismo, se dedicó a la oración y penitencia, y esta celda, que sería su santuario y el núcleo de la República de San Marino de donde es patrón.

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(Parroquia San Martín de Porres)