SAN LUIS GONZAGA
21 de junio
1591 d.C.



   Nació en Castiglione delle Stiviere en la diócesis de Brescia. Hijo de una noble familia italiana, su padre Fernando Gonzaga era príncipe y marqués de Castiglione, su madre Marta de Tana era dama de honor de la reina Isabel, esposa de Felipe II de España; Luis era el heredero del título por ser el primogénito de siete hermanos (de los que todos morirán trágicamente). En 1573, el padre soñaba con hacer de él un fuerte soldado y un sabio príncipe; por ello se lo llevó consigo a Casalmaggiore, donde se preparaba la expedición a Túnez contra los piratas que habían escapado de la derrota de Lepanto. Convertido en paje de honor, en Florencia, en la corte del gran duque Francisco (donde pudo comprobar la corrupción de la corte). En Florencia, Luis, hizo tantos progresos en la ciencia de los santos que reaccionó consagrándose a Dios con el voto de virginidad, con sólo diez años, en la iglesia de la Anunciación; años después llamaría a esta ciudad la madre de su piedad. A los doce años recibió la primera Comunión de manos de san Carlos Borromeo. 

   En 1579, se trasladó con su padre y hermano menor, Rodolfo, a la corte del duque de Mantua, Guillermo Gonzaga, oponiéndose a la vida mundana y realizando grandes penitencias físicas. Se cuenta que participando en una comitiva de gala en Milán, cabalgó en un asno y no en un caballo de raza, como correspondía a su dignidad. Los caballeros y damas de la corte se reían de él, pero él pretendía estar con Cristo, y le trataron de loco, más que como sabio y prudente y valeroso cristiano, en una sociedad descristianizada y mundana.

   En 1581, su padre se fue a ver a la emperatriz María de Austria y se llevó a sus hijos. Luis estuvo en España (1581-1584), donde pronunció un elegante discurso (en latín) de saludo a Felipe II como paje del infante don Diego. El 15 de agosto de 1583, se sintió inspirado, mientras rezaba ante la Virgen del Buen Consejo, a hacerse jesuita.

   Pese a la fuerte resistencia paterna, logró firmar la renuncia al marquesado en favor de su hermano Rodolfo (1585), para entrar en el noviciado romano de la Compañía de Jesús. Aquí vivió seis años teniendo por padre espiritual a san Roberto Belarmino, que le enseñó que las penitencias físicas que realizaba tenían que ser mitigadas, y él a su pesar, obedeció. Recibió las ordenes menores en San Juan de Letrán. En el convento renunció a toda preferencia por su linaje y gustaba de vivir como el más pobre: "¿Qué es todo esto para la eternidad? Señor, ayúdame a no olvidar nunca el fin para el cual me has creado". Antes de fijar el programa de las acciones de cada día se iba preguntando: "¿Y esto qué, para la eternidad?" Y elegía en consecuencia. No le importa fatigarse para mantener una constante unión con Dios pues "no pensar en Dios en todo momento me causaría más fatiga". "¿Tú que cosa harías, -le dijo un compañero durante el recreo- si tu supieras que te ibas a morir al instante? - Continuaría a jugar, fue su respuesta". Sus biógrafos exaltan su recelosa castidad; tenía un miedo tan grande al sexo femenino, que ni siquiera se atrevía a mirar a su madre. 

   Tuvo que marchar a Milán para solucionar un problema familiar, pero pronto regresó a Roma. Cuando se disponía para el sacerdocio murió a los 23 años en Roma por una rápida enfermedad orgánica (y no de peste), ya que había encontrado a un apestado moribundo, y se lo cargo a la espalda, feliz de haber encontrado a Jesús. Fue canonizado el 31 de diciembre de 1726 por Benedicto XIII. Patrón de toda la juventud católica.

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(Parroquia San Martín de Porres)