SAN LUCAS DE MELICUCCA
10 de diciembre
1114 d.C.
Nació en Melicuccà (Reggio Calabria). Cuando Lucas
completó los estudios de los textos sagrados, abrazó la
vida religiosa en el Instituto basiliano, y allí fue ordenado
sacerdote. Por su doctrina y virtud, ya antes del 1092 fue elevado a la
dignidad episcopal, y destinado a regir la diócesis de Insula,
actualmente isla de Capo Rizzuto.
Su presencia en
Calabria está señalada en diversos lugares: en Medino en
la Sibaritide, donde intercedió por una pesca milagrosa; en
Mesa, en Escila, donde puso fin a la sequía; en Bovalino, donde
curó a un enfermo y libró a una casa de los demonios; en
Squillace, donde puso en fuga a un lobo feroz. Extendió su
predicación, siempre acompañada de milagros,
también en buena parte de la Calabria meridional; quiso viajar
también hasta Constantinopla, pero llegado a Taranto fue
obligado a volver, por motivos que el biógrafo no menciona.
Gobernó su
iglesia con espíritu de abnegación y celo, cuidando el
bien de la almas y mostrándose particularmente sensible a las
necesidades de los pobres y de los peregrinos. Fue asiduo al ministerio
de la palabra y se dice que su hablar era dulce, prersuasivo, y
conmovía a su auditorio hasta las lágrimas. No
olvidó su profesión monástica, y fundó el
monasterio de San Nicolás de Viotorito, al cual -al igual que a
la iglesia de Insula- el duque Ruggiero concedió privilegios e
hizo donaciones. Lucas dictó sabias prescripciones a los monjes
para alcanzar la perfección, según la Regla de san
Basilio. Tuvo especial devoción por san Elías el
Espeleota, recomendando a sus monjes la celebración anual del
santo. Parece ser que fue himnógrafo y poeta.
Sintiéndose próximo a su fin, se retiró a su
monasterio de Viotorito, para prepararse mejor al gran paso:
reunió a los Obispos de las diócesis vecinas, a los
abades, monjes y sacerdotes, para impartirles sus sabios consejos. Al
igual que durante su vida, también después de muerto se
registraron muchos milagros, por lo cual fue aclamado como santo, y
tuvo culto público.