SAN LEÓN III
795-816 d.C.



   Era de origen humilde y había sido titular de la iglesia de Santa Susana en Roma. Después de su elección, envió a Carlomagno las llaves de la Confesión de San Pedro y el estandarte de la ciudad de Roma. El rey envió a Roma una carta en la que decía que tocaba al rey perseguir en la llanura a los enemigos de la Iglesia y al Papa, como Moisés en la montaña, rezar por su triunfo.

   La familia Orsini, a la que habían pertenecido los dos pontífices precedentes, organizó una rebelión en Roma, el 25 de abril de 799. El Papa se salvó a duras penas y pasó a los Alpes, buscando refugio en la corte de Carlomagno, en Paderborn. El Papa y el rey se abrazaron llorando. Poco después, León III volvía a Roma acompañado por los embajadores del rey. En el mes de diciembre del año 800, Carlomagno bajó a Roma y el día 23 recibía las llaves del Santo Sepulcro de Jerusalén. El patriarca de aquella ciudad lo reconocía como protector de los Santos Lugares. Carlomagno era reconocido de esta manera como protector de la Cristiandad y un nuevo título era necesario para proclamar su soberanía universal. El día de Navidad del 800, León III colocó sobre la cabeza de Carlomagno una preciosa corona, mientras se le proclamaba "Piadoso Augusto, coronado por Dios como grande y pacífico emperador de los romanos".

   El emperador de Occidente tomaba así posesión de su título ante el sepulcro de Pedro. Carlomagno era el jefe temporal de la Ciudad de Dios y la Iglesia de Roma le aclamaba en calidad de tal. Un nuevo rito entraba en la historia: en adelante ningún emperador de Occidente iba a sentirse seguro de su trono sin que el Papa repitiera en Roma el ritual de la unción que confería a los emperadores la consagración divina. Esta tradición, que creaba nuevos conceptos del derecho público, dominó todo el período siguiente y toda la Edad Media.

   La cuestión del Filioque puso otra vez en conflicto a Occidente y Oriente. A pesar de que Roma y Bizancio estaban en principio de acuerdo sobre la processio del Espíritu Santo, las fórmulas eran distintas. Mientras en Oriente era admitidala expresión processio ex Patre per Filium, en Occidente era de costumbre la fórmula processio en Patre Filioque. Fue convocada una reunión en Roma para discutir sobre la proveniencia del Espíritu Santo. Los francos apoyaban la fórmula Filioque, indicando claramente que el Espíritu Santo procede, no sólo del Padre, sino también del Hijo. Para no agravar el conflicto con Bizancio, el Papa dudó en apoyar a los francos. Y Roma no aceptó el Filioque hasta dos siglos más tarde, bajo el pontificado de Benedicto III, cuando la oposición de los griegos se había vuelto menos temible. De este modo el Papa marcó otra vez, ante sus nuevos protectores, la actitud independiente de la Iglesia.

Página Principal
(Pbro. José Manuel Silva Moreno)