SAN JUAN GABRIEL
PERBOYRE
1840 d.C.
11 de septiembre
Nació en Puech
(Francia) en 1802. Desde temprana edad se manifestó su
vocación y su destino. Frecuentaba las iglesias del lugar y, al
parecer, uno de los sermones que escuchó le impresionó de
tal manera que anheló desde aquel instante ser misionero y
sufrir el martirio.
Poco después de cumplir quince años de edad
ingresó en la congregación de san Vicente de Paul. En el
transcurso del noviciado manifestó una conducta ejemplar;
dedicaba todo el tiempo libre al estudio de los textos sagrados, la
penitencia y la oración. A partir de 1823 insistió ante
sus superiores en el deseo de dedicarse a las misiones de China.
En aquel tiempo el territorio de dicho país estaba vedado a los
sacerdotes cristianos. Aquel que fuera descubierto tenía por
delante la cárcel, las torturas y la muerte. Y aunque a Juan
Gabriel Perboyre no le arredraba esta perspectiva, sus superiores no le
otorgaron el ansiado permiso.
Después de cursar brillantemente los estudios de
teología, se lo destinó como profesor al seminario de
Saint-Flour. Tanto sobresalió en esta tarea, que años
después, en 1832, fue designado subdirector del noviciado que
los lazaristas tenían en París. Doce años tuvo que
esperar para ver cumplidos sus deseos. En 1835 partió para
Macao. Durante cuatro meses se aplicó al estudio del idioma
chino, en el que alcanzó sorprendentes progresos con rapidez.
Tuvo que disfrazarse y vestir a la usanza de los naturales del
país; se hizo rapar la cabeza y se dejó crecer la coleta
y los bigotes.
Le destinaron la misión de Honán. En el ejercicio de esta
actividad se dedicó preferentemente a la salvación de los
niños abandonados, de los que había gran número;
los recogía, los alimentaba y educaba, instruyéndolos
como podía en la doctrina. Viajaba a pie, a veces en lentos
carros tirados por bueyes. Muchas veces se quedó sin comer,
pasando las noches al descubierto, padeciendo el frío, el viento
y la lluvia que lo calaba hasta los huesos; pero siempre con
alegría, respirando el aire de la libertad, de la
vocación conseguida y realizada, con la sangre ardiendo en el
sacrificio y en la fe.
Dos años después fue enviado a la provincia de Hupeh, que
sería el lugar de su martirio. En el año 1839
había irrumpido un violento brote de persecución. Por
orden del gobernador la misión fue ocupada por las tropas. Los
padres lazaristas que lograron escapar anduvieron errantes al sur del
Yang-Tse Kiang, por los montes y las plantaciones de té y
algodón. Deshecho de cansancio, Juan Gabriel Perboyre se detuvo
en una choza, ocupada por un chino convertido que lo recibió con
amabilidad. Mientras nuestro santo dormía, aquél lo
delató a un mandarín, recibiendo en pago treinta monedas
de plata. De aquí en más, el padre Perboyre
recorrió un itinerario de sufrimientos. Fue llevado
interminablemente de tribunal en tribunal, siendo azotado, escarnecido
y torturado, puesto en prisión junto a malhechores comunes; con
hierros candentes grabaron en su rostro caracteres chinos, pero
fracasaron al querer que pisoteara un crucifijo.
Al año de ser capturado se dio fin a su martirio, en la capital,
Wuchangfú, ahorcándolo en un madero con forma de cruz, el
11 de septiembre de 1840, junto con el padre Francisco Regis Clet,
lazarista como él, después también beatificado.
Fue beatificado el 10 de noviembre de 1889 por el Papa León XIII
y el 2 de junio de 1996 fue canonizado por el Papa Juan Pablo II. Su
fiesta litúrgica se celebra el 11 de septiembre. Es el primer
Santo de la China.