SAN JUAN DE KETY
23 de diciembre
1473 d.C.
Juan
Cancio (como el mismo se llamaba) nació en Malec, una
pequeña aldea de la pequeña ciudad de Kety (Alta
Silesia), donde su padre fue burgomaestre, en un momento en el que la
ciudad silesiana había sido anexionada por Carlos IV, emperador
romano y rey de Bohemia, por la renuncia del rey Casimiro de Polonia, y
el principado había sido conquistado de nuevo por Polonia. En la
cercana universidad de Cracovia, Juan llegó a ser doctor en
Filosofía en 1418 y luego en Teología. En 1416 fue
ordenado sacerdote.
Después de
haber enseñado ocho años en una escuela conventual en la
pequeña ciudad de Miechów, dio clases en la universidad
de Cracovia y ocupó el cargo de decano de la facultad, y luego
de director del "Collegium Maius". Más tarde fue nombrado
canónigo y director de la colegiata de San Florién (1439)
y, por fin, preboste y párroco de Olkusz o Olkuzy, junto a
Cracovia. En 1439, viendo que no podía atender su parroquia con
plena dedicación, los escrúpulos se apoderaron de
él, de manera que abandonó este ministerio pastoral para
retomar su cátedra académica y reemprender los estudios
teológicos, consiguiendo el título de "magister" bajo la
guía del célebre teólogo jurista Benedicto Hesse.
Tuvo el honor de poder
enseñar Escritura y religión a los hijos del rey de
Polonia. Vivió el desprendimiento cristiano al máximo.
Escribió una máxima para sus alumnos: “Procura no
ofender, porque cuesta mucho pedir perdón”. Todo lo que ganaba
era para los pobres, de manera que en la residencia de estudiantes de
Cracovia, cuando venía un pobre, ya no se decía "viene un
pobre" sino "viene Jesucristo". Llegó a ir descalzo, por haber
entregado los últimos zapatos que le quedaban. Como adorno de su
habitación, tenía frases evangélicas sobre la
humildad. En sus largos ayunos y penitencias, el único vestido
que no entregó fue el más áspero, ya que lo
utilizaba a modo de cilicio.
Transcribió
muchos códices de tratados teológicos antiguos y
contemporáneos (más de 18.000 páginas);
después de haber renunciado a todas las prebendas que
comportaban cura de almas; trabajó con devota escrupulosidad por
amor a la ciencia y también para procurar medios de beneficencia
a los pobres, incluso con todo tipo de gestos heroicos. Afrontó
fatigosos viajes a Roma (cuatro veces a pie) y hasta Tierra Santa,
donde habló a los musulmanes. En una de estas caminatas, unos
ladrones le exigieron todo su dinero. Metió la mano al bolsillo
y les dio lo poco que tenía. Al marcharse recordó que le
quedaba alguna moneda en un bolsillo interior, y se volvió a los
ladrones "Perdón me había olvidado de este dinero,
tomadlo que yo no quiero decir mentira alguna".
En 1460, ya septuagenario, fue elegido, una vez más, director
del colegio mayor de la universidad; pero tuvo que sufrir un proceso,
concluido más tarde con laudo, por una querella a Roma de parte
de un ciudadano de Cracovia. Se mantuvo al margen de toda disputa
doctrinal en un momento en que las doctrinas de Juan Huss y las tesis
taboritas de Juan Ziska eran difundidas por el país; aunque no
dejó de mediar en las controversias, siempre lo hizo con dulzura
y benevolencia para con los adversarios, respondiendo a las injurias
con la frase "Deo gratias". La sospecha de que fuera un defensor de
ideas conciliaristas, esto es, de la superioridad del concilio sobre el
Papa, resultó infundada en el proceso de canonización. En
el trance de su muerte, en la ciudad de Cracovia, fue a visitarle el
claustro de profesores en pleno, y exhortó a todos a conservarse
en la doctrina de la Iglesia. Está enterrado en la iglesia de
Santa Ana de donde fue párroco. En 1767, tuvo lugar su
canonización por el papa Clemente XIII y su fiesta se
extendió a toda la Iglesia de Occidente.