SAN JOSÉ BENITO COTTOLENGO
30 de abril
1842 d.C.



   Nació en Bra, Piamonte. Hijo de una familia de clase media, recibió de su madre el amor a los pobres. Ingresó en el seminario de Asti en 1805 y logró vencer su carácter iracundo convirtiéndose en un joven humilde y modesto. Fue ordenado sacerdote en 1811 y fue destinado a su pueblo natal, pasando luego como coadjutor a Corneliano d’Alba, donde se dedicó a obras caritativas y sociales. 

   Marchó a Turín, donde se doctoró en Teología y en 1818 fue nombrado canónigo de la iglesia de Corpus Domini en Turín. En esta etapa (1825-1827), experimentó una fuerte crisis interior: el temor al castigo eterno y la exigencia de plantearse la vida en la vivencia radical del cristianismo, todo ello le llevó a despegarse de lo material, para buscar, mediante la oración y la ascesis personal, de una nueva espiritualidad. Se inscribió en la Tercera Orden Franciscana. Un día fue llamado para atender a una moribunda, y al conocer su historia llena de miseria, le hicieron vender todo lo que tenía. De su casa hizo un lugar donde recoger a todos los enfermos que eran rechazados de los hospitales; y en 1831, fundó en Valdocco, la "Piccola Casa della Divina Providenza", que era una casita muy pobre con el fin de recoger a todos aquellos que el mundo rechazaba: los enfermos incurables, los niños idiotas, sordomudos, tullidos, epilépticos, cancerosos, viejos con males sin solución. Atender a los que nadie quería, sólo porque eran hijos de Dios. Puso su obra, el Pío Instituto de la Divina Providencia, bajo el patrocinio de san Vicente de Paúl y el lema era “La caridad de Cristo nos urge”. Muy pronto una joven intrépida, María Nasi Pullini, con otras compañeras se dedicó al servicio de los acogidos, y de ahí surgirían las Hermanas Vicencianas o Damas de la Caridad. 

   No contaba con ningún medio y se dejó llevar por la Providencia, de manera que esta empresa se convirtió en una de las empresas de caridad más importante de los tiempos modernos. La asistencia medica fue en un principio totalmente gratuita: se vivía al día, no se llevaban cuentas, se aceptaban todos los enfermos que llegaban, no había más previsión que la idea fija de que Dios no descuida a sus hijos. Aquella "pequeña casa" llegó a ser una villa, después una aldea y por último un pueblo. Aquello era un milagro todos los días. José solía decir que el "Banco de la Providencia no quiebra"; y que lo mismo le da a Dios cuidar de 500 que de 5.000. Le parecía que ser previsor era una ofensa a Dios, que cuida de los pobres mejor que nosotros. 

   Dentro de la Casa de la Providencia formó varias congregaciones religiosas femeninas: activas, de clausura, penitentes; varias masculinas, como los Padres de la Santísima Trinidad, los Hermanos de San Vicente, el seminario de Santo Tomás. La Casa tuvo reconocimiento civil del rey Carlos Alberto que le estimaba muchísimo. Murió agotado en Chieri. Fue canonizado por Pío XI el 19 de marzo de 1934.

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(Parroquia San Martín de Porres)