Joaquín Royo nació en
Hinojosa de Jarque (Teruel), en 1691, en el seno de una familia hidalga
venida a menos. En 1708 tomó el hábito dominico en el
convento de Nuestra Señora del Pilar en Valencia, y antes de
terminar los estudios se ofreció para ir a las misiones. Era un
hombre que dio muestras de una vida llena de Dios, dedicado a la
oración y a la vida en común. En 1712, emprendió
el viaje para Filipinas, en compañía de Pedro
Mártir Sans, hasta que llegaron a Manila donde fue ordenado
sacerdote y terminó sus estudios.
En 1715, entró en China. Tras una breve estancia en
Macao, llegó a su misión de Fogén, donde a base de
oración y ejemplo de vida logró muchas conversiones. En
1717, fue enviado a las provincias de Kiang-Si y Che-Kiang, que estaban
desatendidas tras la expulsión de los misioneros; estuvo
aquí hasta 1722, año en el que fue nombrado vicario
provincial de Fukien, en un momento en que la persecución
llegaba a extremos preocupantes. Marchó a la misión de
Ki-Tung, donde tuvo que desarrollar su misión en plena
clandestinidad.
Fueron 31 años de agotadores trabajos misionales,
hasta que en 1746 fue apresado en casa de dos terciarias dominicas,
Rosa y Juliana, mientras celebraba la Navidad. Estuvo en la
cárcel durante dos años, sufriendo toda clase de
torturas. Conducido al suplicio, decía a los que se
disponían a asfixiarlo: “Seguir la religión cristiana,
que a mi me lleva al cielo”. Uno de los que le escucharon expresaba
así el martirio: “Le tendimos en el suelo, le tapamos los
conductos respiratorios, y arrojando sobre su cara un saco lleno de
cal, acabamos de asfixiarlo”. Fue estrangulado en la prisión de
Fue-Tsheu. Murió un 28 de Octubre. Su memoria se celebra el 29
de Octubre.