SAN GREGORIO NACIANCENO
(Doctor de la Iglesia)
2 de enero
390 d.C.



   Nació probablemente en Arianzo en Nacianzo en Capadocia, donde era obispo de Nacianzo su padre; fue el hijo mayor de santos Gregorio Nacianceno "el Viejo" y de Nonna. Hermano de santos Cesáreo de Capadocia y Gorgonia. Durante 16 años estudió Cesarea de Capadocia, (donde conoció a san Basilio) en Cesarea de Palestina y, sobre todo, en Alejandría y, finalmente en Atenas, donde fue compañero de estudios de Juliano el Apóstata, y de san Basilio, donde nació una gran  amistad. Regresó a Nacianzo, y ya con cerca de 30 años, recibió el bautismo de manos de su padre. El carácter de Gregorio era muy inestable y sensible, capaz de repentinos entusiasmos y desilusiones, lo que le acarreó no pocos problemas.

   Se unió con su amigo Basilio en el eremitorio monástico de Annesi de Ponto, donde combatieron la herejía arriana; en el 361 fue ordenado sacerdote por su padre para que le ayudase en las funciones de su episcopado, y en el 372, obligado por Basilio, obispo de la pequeña ciudad de Sasima, pero se negó a aceptar esta sede, cosa que enturbió las relaciones entre ambos. Pero cuando Basilio murió, Gregorio le hizo un panegírico recordando con emoción los años vividos. La amistad de estos dos hombres se traduce en el elocuente sermón de alabanza que Gregorio escribió para su amigo, en el que resaltó la hondura, la fecundidad y calidad de su mutua amistad:

   "Nos movía un mismo deseo de saber, actitud que suele ocasionar profundas envidias, y sin embargo carecíamos de envidia. En cambio teníamos en gran aprecio la emulación. Contendíamos entre nosotros, no para ver quién era el primero, sino para averiguar quién cedía al otro la primacía. Cada uno de nosotros consideraba la gloria del otro como propia".

   "Una sola tarea y afán había para ambos, y era la virtud, así como vivir para las esperanzas futuras, de tal modo que, aun antes de haber partido de esta vida, pudiese decirse que habíamos emigrado ya de ella. Ese fue el ideal que nos propusimos, y así tratábamos de dirigir nuestra vida  y todas nuestras acciones, dóciles a la dirección del mandato divino, acuciándonos mutuamente en el empeño de la virtud. Y, a no ser que decir esto vaya a parecer arrogante en exceso, éramos el uno para el otro la norma y regla con la que se discierne lo recto de lo torcido".

   Al morir su padre, tuvo que aceptar se nombrado obispo de Nacianzo, pero al fallecer su familia se retiró a Seleucia, buscando la soledad. En el 380, el emperador Teodosio, lo nombró al obispado de Constantinopla. Estuvo solamente un mes en este cargo, donde consiguió que 36 obispos arrianos regresaran al seno de la Iglesia. Asistió a el II Concilio Ecuménico de Constantinopla, donde se condenó una vez más, el arrianismo, a los penumatómacos, apolinaristas y sabelianos. La oposición de algunos elementos hostiles, especialmente los obispos de Egipto y Macedonio, determino su  retiró a Nacianzo, para regirla por poco tiempo, ya que designó para el cargo a un sacerdote llamado Eulalio, que era su primo. Posteriormente se trasladó a Arianzo, donde se dedicó a la oración y al estudio, y allí murió. La tragedia de su vida fue la consagración episcopal porque no tenía carácter para ello y que le valió el distanciamento temporal con Basilio. Defendió la ortodoxia contra la herejía arriana, y a él se debe la conversión de Constantinopla que había caído en la herejía de Arrio.

   Fue un gran teólogo y poeta, escribió sus célebres "Homilías". Suya es la célebre frase cristológica antiapolinarista: “No es sanado lo no asumido”. Los griegos le llaman "el Teólogo" por sus "Discursos teológicos" u "Homilias".

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)