SAN GREGORIO VII
1073-1085 d.C.



   Era hijo de campesinos. Había nacido en el sur de Toscana, en 1020. Fue educado por su tío, abad del convento cluniacense de Santa María en el Aventino, fundado por San Odón, en el que pudo tpmar contacto con la regla cluniacense en todo su esplendor y pureza. Viajó por Francia y Alemania y se detuvo en Cluny, que en aquel tiempo se encontraba en pleno florecimiento. Cluny había sido fundado, en Macon, el 11 de septiembre de 910, por Guillermo el Piadoso, conde de Auvernia y duque  de Aquitania, y por el abad Bernon. Los sucesores de Bernon, San Odón, San Mayolo, San Odilón y sus monjes creían en la eficacia  de la oración "constante y colectiva" y, según la regla benedictina, establecieron en Francia  varios monasterios.

   Los camaldulenses de San Romualdo y los eremitas  como Pedro Damián se inspiraron en la regla cluniacense. El ideal supremo de la regla era la libertad. La única fuerza de que dependían era Dios y su representante en la tierra, el sucesor de Pedro. Este ideal de libertad hizo que los cluniacenses se apartaran del poder temporal y que defendieran con tanto valor su independencia ante cualquier  representante del emperador o rey. En la bula otorgada en 931 por el Papa Juan XI a Odón se reconocía expresamente que "el monasterio con todas sus dependencias.....los monjes deben de tener siempre la facultad de elegir libremente a su abad". Este ideal de la libertad marca para siempre no sólo a los monjes de la orden, sino a toda la civilización occidental.

   El espíritu de Cluny era universalista, todo tenía que ser sacrificado con vista a realizar unos fines sobrenaturales, la Iglesia tenía que mantenerse  completamente libre ante cualquier amenaza del poder temporal. Los sobrios monasterios cluniacenses se elevaban en todo el continente, irradiando cultura y civilización. El espíritu independiente de las ciudades y muicipios italianos, belgas, alemanes, en el siglo XII y XIII se inspira en Cluny, igual que la fundación de universidades y la creación del nuevo estilo artístico de la época. Occidente, a través de Cluny, tomaba también conciencia de su unidad espiritual y de la nobleza que confería a los hombres no tanto el nacimiento como el esfuerzo espiritual, la sabiduría y la santidad. La Iglesia empezaba a regenerarse por el pueblo. Si un siervo no podía penetrar en la nobleza, podía ingresar en la Iglesia. Gregorio VII, hijo de campesinos y monje de Cluny, representaba perfectamente los ideales del movimiento que dio a Europa la posibilidad de realizarse.

   Uno de los males peores que corrompían la Iglesia en el siglo XI era la simonía, es decir, la posibilidad para cualquier hombre adinerado de comprarse un puesto en la jerarquía eclesiástica, desde una abadía hasta el trono pontifical. Esto tenía como consecuencia la posibilidad para los representantes del poder temporal de ganar ingentes sumas de dinero, otorgando investiduras eclesiásticas, es decir, abusando de su poder. Sin embargo, según Gregorio VII, sólo el Papa detentaba el poder directo (potestas directa). Puesto que el Papa representa en la tierra el poder soberano, los príncipes no poseen más que un poder indirecto, correspondiente al orden natural instaurado por Dios. El alma valía mñas que el cuerpo, ya que el alma volvía a Dios, mientras que el cuerpo volvía a la tierra. Era evidente, pues, que, para un cristiano, el Papa fuese superior al emperador, puesto que representaba el orden espiritual, mientras los príncipes no estentaban más que unos poderes pasajeros, parecidos a las cualidades corruptibles del cuerpo.

   Los sacerdotes, Obispos y otras jerarquías de la Iglesia cuyos puestos eran debidos a la simonía y a la protección directa del emperador y de los señores feudales se opusieran a la política de Gregorio y a la reforma. Pero, apoyado por los cluniacenses, el Papa supo imponer la reforma, no sólo en Italia, sino en España, Francia y Alemania. Nuevos monasterios surgían en todas partes, difundiendo los principios de la reforma y reforzando el prestigio de Roma. Vallombrosa y Fruttuaria en Italia, Hirschau en Alemania, se inspiraban en la regla de Cluny, mientras, en 1084, San Bruno de Colonia fundaba la orden de los cartujos cerca de Grenoble.

   En un sínodo reunido en Roma, del 24 al 28 de febrero de 1075, el Papa prohibió la investidura laica. Todo eclesiástico que recibía de un laico un convento o un Obispado era excomulado. Toda persona, emperador, rey, marqués o conde que, osaba otorgar la investidura de un obispado o de cualquier otra dignidad eclesiástica, era también excomulgado. Las consecuencias políticas de tal decisión no podían dejar de ser graves. Sabido es que el emperador no se consideraba a sí mismo sólo como un soberano cualquiera, prerrogativa que no tenían ni el rey de Francia ni el de Inglaterra.

   Ya en 1059 el Papa Nicolás II había prohibido al emperador intevenir en la elección del Sumo Pontífice. El carácter del joven rey de Alemania, Enrique IV, no podía impedir tal intromisión. Enérgico e impulsivo, malcriado y violento, Enrique soñaba con la corona imperial y quería negociar con el Papa. Su ambición era, al mismo tiempo, la de hacer fracasar la reforma. Ignorando la prohibición papal, Enrique nombró Obispos en Milán y en otras ciudades occidentales sin consultar a Gregorio. Guiberto, Obispo de Ravena, se separa públicamente del Papa, pasándose al otro lado, que bien podría llamarse el partido de los simoniacos. Para acabar con Gregorio, un grupo de bandidos penetró en la Basílica de Santa María Mayor, en la noche de Navidad de 1075, mientras el Papa celebraba la Misa; lo arrastraron por los cabellos a través de la Iglesia y lo encerraron en una torre. Uno de los bandidos era conocido por sus relaciones con Enrique IV  y con el Obispo de Ravena. Al día siguiente la muchedumbre rescató al Papa, que perdonó a sus verdugos y volvió a la Basílica para continuar la Misa. Días después, enviados pontificios salieron para Alemania y pidieron al rey que viniera Roma para justificarse. Si no lo hacía excomulgado.

   El rey convocó un concilio nacional en Worms, el 24 de enero de 1076, en el que tomaron parte sólo simoniacos y excomulgaron, y declaró a Gregorio indigno de su cargo, quitándole la tiara papal. Una carta salió de Worm en la que, en palabras insultantes, el rey calificaba a Gregorio como usurpador. El Papa recibió la carta mientras presidía un sínodo en San Juan de Letrán. En seguida se levantó y excomulgó a Enrique, desligando a todos sus súbditos, alemanes e italianos, del deber de la obediencia. Un partido de la oposición se formó en seguida en Alemania, capitaneado por Rodolfo, duque de Suabia. Los Obispos convocados por Enrique de Maguncia (junio de 1076) quisieron declarar nula la excomunión, pero se negaron a nombrar un sucesor de Gregorio VII. Los adversarios del rey convocaban a su vez a una dieta en Tribur, en octubre del mismo año, que exigía a Enrique que renunciara a cualquier derecho sobre el Imperio si, en un plaza de un año, el Papa no levantaba la excomunión. El 2 de febrero una dieta era convocada en Augsburgo, durante la cual el rey se comprometía a comparecer ante el Papa para justificar su conducta y para revocar la dieta de Worms. El rey, humillado, aceptó. Y como se daba cuenta de que su causa estaba perdida, trató de conseguir el perdón del Papa antes de que se reuniera la dieta de Augsburgo.

   Mientras Gregorio se dirigía hacia Alemania, el rey le salió al paso. El Papa se encontraba en el castillo de Canossa, perteneciente a la condesa Matilde, tía de Enrique, en el que apareció El grupo no hacía más que un grupo de Obispos alemanes excomulgados, pidiendo perdón. El grupo no hacía más que preceder al rey, que golpeó la puerta en enero de 1077. Tenía los pies descalzos y vestía el sayal de los penitentes. Durante tres días lloró implorando el perdón, esperando bajo la nieve. Al cuarto día el Papa le recibió y le perdonó, después de prometer Enrique que comparecería ante la dieta para contestar las acusaciones y que no tomaría parte en el gobierno hasta que hubiese aclarado la causa. Evidentemente, una vez perdonado, Enrique no mantuvo su promesa. No acudió a Augsburgo y la dieta no tuvo lugar. Sus adversarios eligieron otro emperador en la persona de Rodolfo de Suabia, el 15 de marzo de 1077. La guerra entre los dos bandos no tardó en estallar y el Papa excomulgó otra vez a Enrique, que convocó un concilio en Bressanone, en el norte de Italia, y eligió un antipapa, Clemente III, en la persona del Arzobispo de Ravena, Guisberto. Meses después, Rodolfo moría en la batalla de Elster. Enrique, el vencedor, de Elster, se dirigió hacia Italia, se hizo coronar rey de los longobardos en Milán y conquistó Roma. Sólo resistió el castillo de Sant' Angelo, donde se había refufiado Gregorio. Guisberto fue consagado Papa y corono a su vez a Enrique como emperador.

   Los aliados de Gregorio, los normados, liberaron al Papa, venciendo a los alemanesy vengándose terriblemente en la población civil, que, según ellos, había traicionado a Gregorio. Desde su refugio de Sant' Angelo, Gregorio no había cesado de dirigir la Iglesia. Entabló relaciones con Bizancio, cuyo emperador quería volver otra vez al catolicismo; pensó organizar una cruzada contra los infieles que amenzaban los Santos Lugares, intervino en España, Hungría, Bohemia y Rusia, y supo mantener el prestigio universal de la Iglesia. Llevado por los normandos al norte de Italia, en su marcha hacia Constantinopla, que Guiscardo quería conquistar para coronarse emperador de Oriente y salvar a la Iglesia, Gregorio VII tuvo que regresar hacia el sur, ya que Guiscardo falleció durante una batalla.

   El Papa murió en Salerno y pronunció estas memorables palabras: "He amado la justicia y odiado la iniquidas; por eso muero en el exilio". Antes de rendir su alma, perdonó a todos los que había excomulgado, salvó a Enrique y al antipapa. Fue elevado a los altares por Paulo V. Su culto no fue introducido hasta el siglo XVIII, bajo el porntificado de Benedicto XIII.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)