SAN GERARDO DE TOUL
23 de abril
994 d.C.
Nació en Colonia. Perteneciente a una acaudalada y noble
familia, Gerardo recibió una excelente educación en la
escuela eclesiástica de Colonia, siendo durante su juventud un
modelo de obediencia y piedad. Más tarde fue ordenado sacerdote,
en cuyo oficio sus virtudes fueron una fuente de edificación
para la ciudad de Colonia. A la muerte de Gauzelin, obispo de Toul
(963), el Arzobispo de Colonia lo eligió como sucesor, siendo
bien recibido por la clerecía y el pueblo de Toul, sobrellevando
la carga de su cargo episcopal sin saborear ninguna de sus comodidades.
Fundó allí un hospital y la iglesia de San
Gengoul, además de escuelas donde enseñaba a monjes
griegos e irlandeses con gran ventaja de la religión y de la
cultura. Con sus oraciones y trabajo libró de la peste al
pueblo. Aunque Gerardo eludía pasar largas estancias en la corte
del emperador Otón II, que deseaba tenerlo cerca de sí,
sin embargo obtuvo de él la confirmación del privilegio
en virtud del cual Toul, aunque unida al imperio hacia 925, formaba un
estado independiente sobre el cual el emperador Enrique el Cetrero
simplemente reservaba para sí el protectorado, dejando que su
predecesor, Gauzelin, fuera considerado como el auténtico
fundador del poder temporal de los obispos de Toul. Enérgico en
sus enfrentamientos con los poderosos que discutían su
autoridad, gobernó su condado con sabiduría, promulgando
medidas administrativas, algunas de las cuales subsistieron hasta la
Revolución francesa.
Murió a la edad de cincuenta y nueve años, y
fue enterrado con solemnidad en el coro de su catedral. El papa
san León IX el 2 de mayo de 1050, durante el Sínodo
romano, relató la gloriosa aparición de san Gerardo
al monje Albizo. Los Padres allí reunidos declararon
unánimemente que «el susodicho Señor Gerardo estaba
en la gloria y que los hombres debían venerarle como
santo».