SAN FLANANIO DE
KILLALOE
18 de diciembre
642 d.C.
Era
descendiente de los reyes celtas irlandeses, de la familia de los
O’Brien; era hijo de Turlough, rey de Thomond, hombre devoto que
comenzó su reinado en el 625 y que, en su vejez, se
retiró a Lismore para ingresar como monje. Según cuenta
la leyenda, Flannán, temiendo que lo eligieran rey, pidió
una enfermedad que lo deformase, su oración fue escuchada y su
cara se convirtió de escaras, sarpullidos y granos.
En su juventud fue
confiado a la dirección e instrucción de san Florencio,
que fue muy docto en la Sagrada Escritura. San Florencio fue conocido
como un gran maestro y los hijos de los nobles le fueron confiados para
su instrucción. Luego ingresó en el monasterio de
Killaloe, fundado por san Molua, que era el abad. La leyenda cuenta que
se le encargó el oficio de panadero, y que un día
había estado horneando durante 36 horas, y apareció una
luz celestial en su mano izquierda. Se iluminó la oscuridad para
que pudiera continuar con su tarea. San Molua, al enterarse,
quedó tan impresionado que lo retiró de este oficio y lo
nombró su sucesor como abad.
Durante su mandato como abad del monasterio de Killaloe, este
período está descrito como un tiempo de abundancia
material y espiritual, los clanes se mantuvieron en paz y los pobres
experimentaron la mano abierta de la hospitalidad. El pueblo de
Killaloe lo eligió como su obispo, pero su nombramiento
necesitaba la confirmación del Papa, y por ello, Flannán,
viajó a Roma donde fue ordenado obispo por el papa Juan IV; fue
el primer obispo de Killaloe y trabajó en las islas
Hébridas y en otros sitios. A pesar de toda esta actividad fue
capaz de recitar cada día el salterio. Fue un reputado
predicador. Se dice que realizó muchos milagros. Cuando tuvo el
presentimiento de su muerte, reunió a algunas personas y les
habló de la importancia de la observancia, de la justicia humana
y les pidió fomentar la paz entre los pueblos de la provincia.
Bendijo a sus familiares y murió. Patrón de la
diócesis de Killaloe.