SAN ELOY DE NOYON
1 de diciembre
660 d.C.
Su
vida la escribió su amigo san Audoeno de Rouen. Nació en
Chaptelat o Chapelac (Limoges-Francia) en el seno de una familia muy
humilde. Se formó como aprendiz en el taller de Abbon, orfebre
de Limoges. A los 20 años se presentó en París con
el deseo de entrar al servicio del rey Clotario II como platero, al que
llamó la atención por su honradez. Llamado a la corte fue
nombrado maestro monedero (su aportación al arte de la
acuñación sobrevivió hasta la Revolución
francesa) gracias a sus relaciones con Bobbon, tesorero del rey. El rey
Dagoberto I, le hizo consejero y tesorero y le confió misiones
importantes. Todo lo que le daban lo destinaba a la iglesia. Así
fundó un monasterio de monjas en París.
Eloy tenía un
gran corazón, y lo sabían todos los pobres que se
acercaban a palacio a pedirle ayuda. Se le veía en el mercado de
esclavos para liberar con su dinero a todos los que podía. A los
48 años fue nombrado embajador de Bretaña. Fue un simple
laico, pero desde su puesto de embajador construyó iglesias,
levantó monasterios, reunió asambleas de obispos.
En el 640 abandonó esta vida para hacerse sacerdote, y poco
tiempo después, fue nombrado obispo de Noyón, sucediendo
a san Acario; esta diócesis abarcaba Tournai y todo el
país de Flandes (otros autores dicen que lo fue de
Châlons); fundó hospitales y monasterios y
evangelizó la zona de Amberes, Gante y Courtrai; fundó la
abadía de Solignac, cerca de Limoges y muchos otros conventos,
como la iglesia de Dunnes (las Dunas), cuna de Dunkerque. Tuvo un gran
renombre entre los merovingios, por su honradez, su piedad, su caridad
y su afán limosnero. Luchó contra la idolatría
pagana y los excesos de la vida de juego, lo que le valieron amenazas
de muerte, pero él nunca temió los infortunios. Fue mejor
orfebre que predicador, pero la gente le seguía por su virtud.
Antes de morir le dijo a sus discípulos: “No os aflijáis,
hijos mios. He ansiado este momento y he deseado esta
liberación”. San Tello, monje de Solignac a quien se considera
su discípulo, quizá no sea más que una
duplicación.