SAN ELFEGO DE
CANTERBURY
19 de abril
1012 d.C.
Benedictino
de la abadía de Deerhurst o Deherste (Gloucester) y luego se
retiró a una celda que el construyó en un desierto
cercano al lugar de la abadía de Bath donde se encerró.
Su virtud hizo que le nombraran abad de la abadía de Bath.
Elfego no toleraba la menor relajación de la regla, pues
sabía cuán fácilmente las concesiones acaban con
la observancia en los conventos. Solía decir que era mejor
permanecer en el mundo que ser un monje imperfecto.
En el 984, san Dunstano de Canterbury lo consagró,
a pesar de su juventud y resistencia, obispo de Winchester,
diócesis que gobernó durante 22 años y en su
diócesis no hubo mendigos, mientras él estuvo al frente
de ella. Como seguía practicando las mismas austeridades que en
el convento, los prolongados ayunos le hicieron adelgazar tanto, que
algunos testigos declararon que se podía ver a través de
sus manos cuando las levantaba en la misa.
En el 1006, fue nombrado arzobispo de Canterbury. Fue a
Roma a recibir el palio de manos del papa Juan XVIII. Su grey le
amó muchísimo, de manera que, durante la invasión
danesa de 1011, le exhortaron a huir, pero lo rechazó, pero se
quedó animando a sus fieles, dándoles consuelo
espiritual. Al final la ciudad de Canterbury fue tomada, los daneses
mataron, destrozaron, violaron, y allí estuvo el arzobispo
Elfego intentando poner freno a tanta barbarie, de manera que los
daneses delante de él asesinaron a muchos de sus monjes y
él fue apresado. Transcurridos siete meses los daneses fueron
atacados por una epidemia, y pensaron que ésta la había
producido el arzobispo, lo sacaron de prisión y le rogaron que
intercediera por ellos. Su oración dio resultado, pero fue
ejecutado en Greenwich por haberse negado a pagar su rescate con el
dinero de los pobres. Fue martirizado a golpes de hueso de buey durante
un banquete por un danés que había sido bautizado por un
santo.
El cuerpo de san Elfego fue recuperado y sepultado en San
Pablo de Londres. En 1023, el rey Canuto de Dinamarca le
trasladó solemnemente a Canterbury. Uno de los sucesores de san
Elfego, Lanfranco, dijo a san Anselmo que su antecesor no había
muerto por la fe, pero el santo le respondió que morir por la
justicia era lo mismo que morir por Dios. Los ingleses siempre han
considerado como mártir a san Elfego. Su nombre se halla en
el Martirologio Romano y las diócesis de Westminster,
Clifton, Portsmouth y Southwark, celebran todavía su fiesta.