Por
una real cédula de Felipe IV, el sacerdote jesuita Luis de San
Victores, obtuvo el permiso para evangelizar las islas de los Ladrones
en el archipiélago filipino. En el viaje acompañó
al nuevo virrey de Nueva España, don Juan de Leyba. Tuvo que
detenerse dos años en Veracruz, esperando un barco para
Filipinas. Los aprovechó dando nueva vida a la
Congregación Mariana, que sólo existía de
nombre.
En 1662 desembarcó en Lampon y se dirigieron a
Manila. Su primer destino fue Tay-Tay, donde aprendió el tagalo
e hizo una gran labor apostólica entre las aldeas y pueblos de
los alrededores. Aprendió la lengua de la isla de Los Ladrones,
el chamorro, de la que hizo una gramática.
En 1668
fondeó con el catequista, san Pedro Calungsod, en la ensenada de
la isla de Guam. Las islas de los Ladrones, nuestro beato les
cambió el nombre y les puso el nombre actual de Las
Marianas.
Fue muy bien recibido en las islas de los Ladrones, y
allí se encontró con dos náufragos: un
español, Pedro, que llevaba 30 años y un chino, llamado
Choco. Se comenzó a organizar la misión y el avance fue
arrollador. Dos años después de inaugurada la iglesia
principal de las islas proyectaba construir un colegio para
niños y otro para niñas. Se habían visitado 180
pueblos y se habían bautizado 6.055. El Choco comenzó a
encizañar la misión de los jesuitas diciendo que el agua
del bautismo que derramaban en la cabeza de los niños les
llevaba a la muerte. Todo esto tuvo el resultado que en 1670, el padre
Medina, que misionaba la isla de Saipán, cayó herido por
una lanza.
Dos caciques, Hirao y Kipuha, habían intentado
matar a dos de los padres. En 1672, el padre San Vitores se encontraba
en Nisihan, uno de los cuatro distritos misionales en que había
dividido la isla de Guam. El padre Francisco Solano, que estaba en el
iglesia central de San Ignacio de Agaña, quiso informarle de la
llegada del padre Cardeñoso y le mandó el recado con un
joven español, Diego Bazán. Al pasar por el poblado de
Chuchugú, Bazán fue atacado por dos jóvenes y lo
mataron. Luego se intentó quemar la misión pero no
pudieron. Al ver que el joven no llegaba, Solano envió a otros
dos emisarios, ambos filipinos, y un criollo que se unió a
ellos: no pudieron ponerse a salvo en la misión de San Ignacio
de Egaña, como les había aconsejado el padre San Vitores,
porque fueron atacados por doscientos indígenas.
Diego de San Vitores fue martirizado por el
apóstata Mátapang en Tumhon, de la isla de Guam,
Oceanía, por haber bautizado a su hija sin permiso.
Mátapang airado quiso matar al jesuita, pero su catequista san
Pedro se puso delante del misionero y una lanza le atravesó el
pecho, cayó el joven malherido y entonces, le dio la
absolución el padre Diego. Matapang se acercó al
catequista y lo remató de un machetazo en la cabeza y luego se
dirigió al jesuita y junto con el cadáver de Pedro fueron
lanzados al mar; su muerte fue producto de una traición. Sus
cuerpos nunca fueron recuperados.
Al recibir las noticias, los compañeros de Pedro
dijeron: "¡Joven afortunado! ¡Qué bien recompensados
fueron sus cuatro años de servicio constante a Dios en esta
misión tan difícil: ha ganado la primera entrada al cielo
a nuestro superior, Padre Diego!". San Vitores está considerado
el apóstol de la isla de Guam. El Padre Diego fue beatificado por SS Juan
Pablo II el 6 de octubre de 1985.