SAN DAVID
29 de diciembre
961 a.C.



   Junto con Abrahán y Moisés, es el tercer personaje más importante de la Biblia judía y del Antiguo Testamento cristiano. Israel alcanzó con él su constitución definitiva como reino y su momento de mayor esplendor, convirtiéndose en un pequeño imperio, que nunca más volvería a ser.

   Con él nació una dinastía real, que se extendió a lo largo del tiempo, incluso más allá del mismo reino de Judá, dando origen a la espera mesiánica de un hijo de David, que los cristianos verán realizado en Jesús de Nazareth.

   Nació en Belén, y ejerció el pastoreo. Pertenecía a la tribu de Judá. Perteneció a la guardia personal del rey Saúl, y venció al gigante filisteo Goliat. Fue secretamente ungido rey de Israel, por el profeta Samuel, por mandato divino. Sufrió la envidia del rey Saúl, pero él siempre lo respetó porque era el “ungido de Dios”. Tuvo gran afición a la música y a la danza.

   Conquistó Jerusalén y la hizo capital del reino. Unificó bajo su mandato todas las tribus hebreas. Tuvo una relación adultera con Betsabé, la esposa de su general hitita Urías, y ello supuso que el Templo que tenía que edificar para Yahvé, nunca pudiera hacerlo, tendrá que hacerlo su hijo Salomón. Además, su hijo Absalón se rebeló contra él. Su gran don fue su capacidad de arrepentimiento. Su vida la narra los libros bíblicos de Reyes, Samuel y Crónicas. Se le deben muchos de los Salmos.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)