SAN DANIEL "ESTILITA"
11 de diciembre
493 d.C.
Después de san Simón Estilita, fue el más grande y
el mejor conocido de los santos de esta comunidad. Sus padres, que
habían rogado a Dios que les concediese un hijo, le consagraron
a él desde antes de su nacimiento. Daniel nació en
Martha, cerca de Samosata.
A los
doce años, ingresó en un monasterio de los alrededores y
a los trece tomó el hábito. El abad del monasterio
llevó a Daniel por compañero en un viaje a
Antioquía. Al pasar por Telenissae, visitaron a san Simón
en su columna. Este ordenó a Daniel que se acercase, le
dió su bendición y le predijo que sufriría mucho
por Jesucristo. A la muerte del abad, ocurrida poco después,
Daniel fue elegido para sucederle pero se negó a aceptar el
cargo y fue nuevamente a visitar a Simón. Después de
pasar dos semanas en el monasterio próximo a la columna de san
Simón, Daniel emprendió una peregrinación a Tierra
Santa, pero, como la guerra le impidiese proseguir, se dirigió a
Constantinopla. Ahí pasó una semana en la iglesia de San
Miguel extramuros, y después, se construyó una ermita en
un templo abandonado de Filémpora, donde pasó nueve
años, bajo la protección del patriarca san Anatolio de
Constantinopla.
Finalmente, Daniel se
decidió a imitar el género de vida de san Simón.
Simón había legado su túnica al emperador
León I, pero como su discípulo Sergio, encargado de hacer
llegar la prenda a su destinatario, no obtuvo audiencia del emperador,
regaló la túnica a Daniel. Este eligió un sitio
sobre el Bósforo, a unos cuantos kilómetros de la ciudad,
y se instaló en una ancha columna que un amigo le había
mandado construir. Como el santo hubiese estado a punto de perecer de
frío una noche, el emperador le construyó más
tarde una columna más alta y mejor, en realidad eran dos
columnas unidas con varillas, y en la plataforma superior rodeada por
una balaustrada, había una especie de refugio.
Aunque en la
región abundaban los vientos helados, Daniel vivió en su
columna hasta los ochenta y cuatro años. La ordenación
sacerdotal de Daniel tuvo lugar ahí mismo. En efecto, Genadio,
patriarca de Constantinopla, leyó las oraciones desde abajo, en
seguida subió a la columna, probablemente para imponerle las
manos, aunque las crónicas dicen simplemente que subió
para darle la comunión. San Daniel no quería recibir la
ordenación y por ello no bajó de la columna en esa
ocasión.
El año 465, un
incendio destruyó ocho de los barrios de Constantinopla. Daniel
había predicho la catástrofe y había aconsejado al
patriarca y al emperador que se hiciesen oraciones públicas dos
veces por semana, pero éstos no habían creído la
profecía. Al cumplirse el vaticinio, todo el pueblo
acudió a la columna de san Daniel, quien extendió los
brazos hacia el cielo y oró por la multitud. El emperador
León, que tenía gran veneración por el santo, iba
a visitarle con frecuencia. Cuando el rey de los lazios de
Cólquide llegó a renovar su alianza con los romanos,
León I le llevó a visitar a san Daniel, a quien
consideraba como una de las maravillas del imperio. Sin embargo, no
todos respetaban al santo. En efecto, algunos hombres "que
solían frecuentar a las prostitutas", enviaron a una mujer de
mala vida llamada Basiana, para tentar a Daniel. La tentativa
fracasó, pero Basiana afirmó que había tenido
éxito, hasta que, enredada en sus propios embustes,
confesó públicamente la verdad y delató a los que
la habían enviado. León I murió el año 474.
Zenón que le sucedió en ese mismo año,
tenía tanta confianza como él en la prudencia y virtud de
Daniel.
Basilisco, hermano de
la reina viuda Verina, usurpó el trono y se declaró
protector de los herejes eutiquianos. Acacio, patriarca de
Constantinopla, mandó informar a Daniel sobre la actitud del
usurpador. Por su parte, Basilisco se quejó ante el santo de que
Acacio estaba tramando una rebelión contra él. Daniel
replicó que Dios iba a derribarle de su trono y pronunció
tales invectivas contra el usurpador, que el mensajero no se
atrevió a comunicárselas de palabra y rogó al
santo que las escribiese y sellase la carta. El patriarca mandó
pedir en dos ocasiones a Daniel que acudiese en auxilio de la iglesia.
Finalmente, el santo descendió de su columna "con dificultad,
porque le dolían los pies", y fue acogido con gran gozo por el
pueblo. Basilisco, asustado ante la actitud de la muchedumbre, se
retiró a un palacio que tenía en el campo. Daniel fue a
verle allá. Como apenas podía caminar por falta de
práctica, fue transportado en una silla de manos, escoltado por
el pueblo. Alguien comentó, para burlarse del santo, que
parecía un cónsul. Los guardias de palacio impidieron la
entrada a Daniel, alegó que él era "simplemente un
soldado", y prometió que dejaría de favorecer a los
herejes. Daniel le reprendió ásperamente por los
desórdenes que había provocado y retornó a su
columna. Ahí vivió todavía muchos años,
observando los acontecimientos del mundo que se extendía a sus
pies y ejerciendo gran influencia en la turbulencia histórica de
Constantinopla. Zenón volvió de Isauria con su
ejército veinte meses más tarde y Basilisco
emprendió la fuga. Una de las primeras cosas que hizo el
emperador fue visitar a Daniel, quien había predicho su
destierro y reencumbramiento.
A
los ochenta y cuatro años, Daniel comunicó su testamento
a sus amigos y discípulos. Se trataba de un documento
brevísimo, lleno de un amable espíritu de caridad y
cariño, en el que el santo exponía sucintamente los
deberes del hombre. Después de celebrar por última vez
los sagrados misterios a media hora en su columna, Daniel
comprendió que Dios ya lo llamaba. Inmediatamente mandó
traer al patriarca Eufemio y murió. Fue sepultado al pie de la
columna en que había vivido treinta y tres años.
Patrón de Constantinopla.