SAN CONRADO DE PARZHAM
21 de abril
1894 d.C.
Nació en Parzham, en la Baviera alemana, se llamaba Johann
Birndorfer y debía hacerse cargo del gran caserío de sus
padres en Rottal. Fue un niño cándido y angelical, de una
inocencia y de una piedad que no perdió con el paso de los
años. Tenía 31 años cuando, al quedar
huérfano, se hizo capuchino en Laufen, y poco después,
como hermano lego, fue enviado al convento de Santa Ana de
Alttöttingen. Tomó el nombre de Conrado.
Fue portero durante 41 años y no abandonó
sus funciones hasta tres días antes de morir (este era
quizás el trabajo más duro y sacrificado de toda la
comunidad, porque se calcula que la campanilla de la puerta de entrada
sonaba unas doscientas veces al día, tal era la afluencia de
fieles). Trabajaba dieciocho horas al día, oraba cuatro y
sólo dormía dos. Dicen que la acogida -a cualquier hora-
de aquel fraile que respiraba paz y presencia de Dios, producía
en todos un efecto imborrable, como si cada vez abriese la puerta el
mismo Cristo, con un amor y una solicitud proporcionales al inmenso
honor de recibir a un peregrino como El, poniendo en su tarea una
alegría espiritual que parecía convertir tan
monótona ocupación cotidiana en una felicidad sin
límites; tenía el don de profecía y el poder de
leer los corazones.
Su piedad eucarística y su devoción a la
Virgen eran la fuente de aquella serenidad que contagiaba a quienes se
le acercaban. Solía decir: «La Cruz es mi libro, una
mirada a ella me enseña cómo debo actuar en cada
circunstancia». Animado por el celo apostólico
también colaboró en la obra benéfica a favor de la
infancia abandonada y en peligro, conocida con el nombre de Liebeswerk
(Obra de Amor).
El 18 de abril de 1894, después de haber acolitado
la misa fue a la portería, pero allí se sintió
mal, pidió a otro hermano que lo reemplazara en el trabajo
esperando recuperar las fuerzas, pero las fuerzas no le volvieron.
Después de Vísperas se dijo al superior humildemente:
«Padre, ya no puedo más»... Él le
ordenó guardar cama en la celda llamada de la Santísima
Virgen. Fray Conrado, sin dejar notar que sufría, apretando
entre las manos el crucifijo y el rosario, se entregó a la
oración. La mañana del 21 de abril recibió
después de recibir los sacramentos, entró en
agonía y expiró santamente con la vista puesta en el
cielo, el 21 de abril de 1894. Tenía 76 años de edad. A
su muerte se agolparon muchos, sobre todo niños, a venerar sus
despojos mortales. Fue beatificado por SS Pío XI en 1930, y
canonizado por el mismo papa el 20 de mayo de 1934.