SAN BENITO JOSÉ LABRE
16 de abril
1783 d.C.



   Se le ha dado en llamar el "santo de los piojos". Ya que es un hecho comprobado que llevó una vida errante y miserable, sencillamente porque no servía para nada más. Había nacido en Saint Sulpice d'Amettes, (hoy Arrás) en la diócesis de Boulogne-sur-Mer, otros autores dice que nació en Artois cerca de Boulogne; era el mayor de 15 hermanos. Un tío suyo, párroco, quería que fuera sacerdote y que estudiara, pero él no quería estudiar ni ser sacerdote. No era más que un adolescente cuando cuando hubo en su tierra una terrible epidemia; sin miedo al contagio se dedicó al cuidado de los enfermos y se ocupó de llevar los animales de sus vecinos enfermos a pastar para que no se murieran de hambre.

   Desde los 15 años había manifestado su deseo de ingresar en la Trapa, para ello inició una peregrinación llamando a las puertas de los conventos trapenses: pero lo rechazaron; primero por ser demasiado joven, después por ser demasiado débil, ya que enfermaba continuamente. Otros autores dicen que en 1748 ingresó en la trapa de Septfonds. Otro sacerdote, tío materno, descubrió su vocación religiosa, orientándolo hacia los cartujos, que tampoco le admitieron. Entonces emprendió una peregrinación penitencial por Europa. Sin salud, sin instrucción, sin capacidad para ser religioso, se echó a los caminos pordioseando para peregrinar. Largas y penosas visitas a santuarios remotos de la Virgen estuvo incluso en Compostela, Montserrat, Burgos, Alemania, Asís (donde le dan la cuerda de los cordigeros de la Tercera Orden, con que iba ceñido), Nápoles, llegó a Loreto y por fin ancló en Roma, en 1775, en la iglesia de San Martino ai Monti, donde vestido de andrajos vivía de las limosnas y socorría a los más pobres que él.

   Un mendigo más entre la turba innumerable de pobres reales y simulados, píos o granujas, persiguiendo de iglesia en iglesia el fulgor de la Eucaristía, rezando sin cesar, releyendo los pocos libros que llevaba en su hatillo: el Evangelio y la "Imitación de Cristo". Miserable que dormía en las escaleras y portales, que comía desperdicios y que sonreía en su éxtasis a la Gran Presencia que le doraba el alma. Cuando se confesaba dejaba un sentido religioso en sus confesores tan profundo que hacían de todo para entretenerlo. Había dicho: "Es necesario tener tres corazones juntos en uno solo: un corazón para el amor de Dios; un corazón por el celo hacia el prójimo; y un corazón para el desprecio de sí mismo". Así se hizo santo este francés coetáneo de Robespierre.

   Los últimos años de su vida los pasó en Roma, donde dormía habitualmente en un rincón de las ruinas del Coliseo. Una mañana de abril de 1783 fue encontrado desmayado en la calle que conduce a Santa María ai Monti, y murió el 16 del mismo mes en la trastienda de un carnicero que lo había recogido. Tenía 35 años. Su fama de santidad se extendió muy pronto, pero el proceso de su canonización tuvo que esperar porque fue acusado de jansenismo, por el estilo de vida que llevaba hasta que se comprobó su ortodoxia. Fue canonizado el 8 de diciembre de 1881 por SS. León XIII.

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(Parroquia San Martín de Porres)