SAN ALBERTO MAGNO
Doctor de la Iglesia
15 de noviembre
1280 d.C.



   Primogénito del conde de Bollstad, nació en Launingen, diócesis de Augsburgo. A los 16 años fue a la universidad de Padua, donde conoció al beato Jordán de Sajonia, entonces Maestro general de los dominicos, que había dicho al verle: "Que pena  que un cuerpo tan bello, y un alma tan bien formada fueran a entrar en el Infierno". Una enfermedad le llevó a hacer voto de ingresar en la Orden dominicana si se curaba. Cuando sanó y después de algunas dudas ingresó, en 1223, en el noviciado de Bolonia. El beato Jordán escribió a la boloñesa la beata Diana D’Andalo diciéndole que había logrado pescar a diez estudiantes durante su predicación, "entre ellos a dos teutones, y uno de éstos tenía muchas rentas y era verdaderamente noble de cuerpo y espíritu".

   Trasladado a Padua, recibió, en 1228, el hábito de los predicadores de manos del Maestro general (Jordán de Sajonia). Enviado a Colonia (1229), punto de encuentro de las grandes vías de comunicación de los pueblos del noreste de Europa, Alberto supo ambientarse en la problemática de adaptar las teorías de Aristóteles y Averroes (condenadas en 1231 por Gregorio IX, en favor del pensamiento platónico-agustiniano) al pensamiento cristiano, tratando de utilizar también la especulación judía de Moisés Maimónides. También enseñó en diversos centros de Alemania (Hildesheim, Friburgo de Brisgovia, Ratisbona, Estrasburgo) y por fin en París en 1245, donde impartió clases magistrales, que, dada la gran asistencia de público, tuvieron que trasladarse al aire libre. Aquí tuvo como discípulo, en 1248, a santo Tomás de Aquino. Se dice que elogió a santo Tomás con estas palabras: "Ahora, hijo mío, tú eres un clérigo (o estudioso) mejor que yo". Así, de 1240 a 1248, pudo acumular una información enciclopédica a la que le inclinaba su genio, encontrando no pocas oposiciones por su tendencia aristotélica. El doctor "in sacra pagina" (como se decía entonces para la teología) llegó a rector del Estudio general de Colonia, e intervino, en 1252, para oponerse a la opresión feudal del arzobispo en favor de su ciudad. De 1252 a 1257, fue provincial de la provincia teutona, consiguiendo armonizar las dos tendencias más opuestas en la naciente orden, a saber: ascetismo y estudios.


  En 1256, en la corte pontificia, ante Alejandro IV en Anagni, defendió con san Buenaventura, la causa de las ordenes mendicantes contra los ataques de Guillermo de Sant'Amore, adalid de los seculares que se veían amenazados por la competencia desleal de los mendicantes en las cátedras doctorales, porque éstos no habrían podido conciliar estudio y pobreza (según esta teoría, el clero regular era un verdadero peligro porque no cobraban por enseñar).

   En 1260, Alberto tuvo que aceptar, a los 67 años, por orden del papa Alejandro IV, el obispado de Ratisbona (también se opuso a su nombramiento el general de los dominicos el beato Humberto de Romans), donde se reveló como obispo celoso, caritativo y austero. Pero dos años después, dimitió y aceptó ir a predicar la Cruzada a los países de lengua alemana: Alemania, Bohemia, Würzburg y Estrasburgo. La Cruzada era considerada necesaria después de que los sarracenos volvieran a apoderarse de Jerusalén (1244) y que la expedición de san Luis IX (1245) resultara poco eficaz. Tras la muerte del papa, Urbano IV, en 1264, volvió a Colonia, donde reinició la enseñanza y logró hacer retirar el interdicto conminado por el legado del papa Clemente IV sobre la ciudad. Estuvo en el concilio de Lyon, en la que se logró momentáneamente la unidad con los ortodoxos griegos.

   Antes de morir tuvo una trombosis que le privó de la razón intelectual y que le hizo sufrir. Pero a pesar de todo, a los 85 años, se enteró que la Universidad de Paris, quería condenar las doctrinas de santo Tomás de Aquino, muerto hacía poco. Y emprendió un largo viaje para defender la memoria de su discípulo, aunque sabía que no podía intelectualmente ya que perdió la capacidad de razonar, pero bastó su presencia, para que se reconociese públicamente que la razón le asistía. Murió en Colonia después de hacer testamento. En el dejaba todo para la beneficencia y sus libros para los dominicos de Colonia.

   Alberto abrió el camino a la escolástica; luego contribuyó con clarividencia a reconocer en las ciencias un medio eficaz para hacer vanas ciertas imaginaciones especulativas que se confundían a menudo con la Teología, considerando las artes liberales indispensables también para el estudio de la Escritura. Precisamente por la convicción de que entre ciencia y fe hay distinción, pero no contradicción, Alberto no renunció a ninguna observación o experimentación; tanto que se le tomó por alquimista o por mago que se dedicaba a las ciencias ocultas, lo que retardó su canonización. Su obra completa ocupa cincuenta volúmenes. Entre ellas destacamos los comentarios a los “Cuatro libros de Sentencias” de Pedro Lombardo; “Suma de Teología”; “Suma de las criaturas”; “Del Cuerpo de Cristo”; “Del misterio de la misa”; “De la perfección de la vida espiritual”; “Mariale” o “Sobre el Evangelio”. Fue el primero que comentó a Aristóteles, e hizo que comenzara a ser conocido en Occidente. De sus contemporáneos recibió el titulo de “Doctor universalis”.

   Alguien ha dicho: «Aunque en las obras de Alberto hay frecuentes indicios de que llevaba una vida de gran santidad, los hay también de que, en cuanto empuñaba la pluma, perdía ese olvido de sí mismo que caracteriza a santo Tomás. Para sentirnos frente a un candidato a la canonización, es preciso esperar a que Alberto deje la pluma y exprese con lágrimas lo más íntimo de su pensamiento». Este acceso gradual a las alturas de la santidad, refleja la lentitud con que san Alberto llegó a la gloria de los altares. En efecto, no fue beatificado sino hasta 1622, y aunque se le veneraba ya mucho, especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía. En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero al parecer, fracasaron. Finalmente, el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia, lo que equivalía a la canonización e imponía a toda la Iglesia de Occidente la obligación de celebrar su fiesta. San Alberto es el patrono de los estudiantes de ciencias naturales.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)