SAN ALBERTO DE
JERUSALÉN
1215 d.C.
14 de septiembre
Nació en Castel Gualtieri, diócesis de Guastalla, o
quizás Gualtirolo, en la diócesis de Reggio Emilia.
Pertenecía a la familia de los condes de Sabbioneta o de los
Avogardo, no se sabe a ciencia cierta. Muy joven huyó del mundo
y se retiró a un valle solitario donde había un
monasterio de canónigos regulares. En 1180, fue elegido prior
del monasterio de Canónigos Regulares de Santa Cruz de Mortara
(Pavía), en el que dejó huellas muy profundas, a pesar de
que sólo lo dirigió durante cuatro años. Cuentan
las crónicas que era el primero en la observancia fraterna.
En 1184, fue elegido obispo de Bobbio; y al año
siguiente fue nombrado obispo de Vercelli, gobernó la iglesia
durante veinte años con gran prudencia y sabiduría. Los
Papas le encomendaron misiones muy delicadas entre reyes y
príncipes de diversas naciones y en todas demostró sus
enormes cualidades de gran diplomático y conciliador: fue
mediador entre Clemente III y Federico Barbarroja, cuyo sucesor,
Enrique VI, tomó bajo su protección los bienes
eclesiásticos de Vercelli y le constituyó príncipe
del Imperio. Por encargo de Inocencio III restableció en 1199 la
paz entre Parma y Plasencia, como anteriormente lo había hecho
en Vercelli para Milán y Pavía. En este mismo año
dictó Estatutos para los Canónigos de Biella. Hacia 1200,
decidió en un litigio entre el abad y el preboste de San
Ambrosio de Milán. En 1201, se encontraba entre los consejeros
para la Regla de los Humillados, transformados en Orden religiosa por
Inocencio III. En este periodo de Vercelli tuvo especial importancia el
sínodo diocesano celebrado en 1191, de gran valor en su parte
disciplinar que ha continuado sirviendo de norma hasta los tiempos
modernos.
Al renunciar el cardenal Godofredo al patriarcado de
Jerusalén, los canónigos regulares del Santo Sepulcro
eligieron como sucesor a Alberto. Les apoyó en esta
elección el mismo rey de Lusiñán, Amalrico II, y
en el 1205, el papa Inocencio III, confirmaba este nombramiento. A
principios de 1206, llegaba a Tierra Santa, pero al no poder habitar en
Jerusalén, porque estaba ocupado por los sarracenos, fijó
su morada en San Juan de Acre, a pesar de que esta ciudad ya
tenía su propio obispo. Durante estos años de Patriarca,
continuó gozando de la confianza del papa Inocencio III, quien
le encomendó muy delicadas misiones y de todas ellas
salió airoso este hábil diplomático: fue mediador
de paz entre el rey de Chipre y el de Jerusalén, entre el rey de
Armenia y el conde de Trípoli, entre éste y los
Templarios, entre el rey de Chipre y su condestable. En el terreno
eclesiástico, se opuso al arcediano de Antioquía, al que
sustituyó por otro; se enfrentó con el conde de
Trípoli que tenía prisionero al patriarca de
Antioquía; depuso al patriarca griego intruso e hizo elegir a un
nuevo patriarca latino; anuló la elección inválida
del arzobispo de Nicosia e hizo elegir a otro; negoció con el
sultán de Egipto un intercambio de prisioneros y envió
legados al sultán de Damasco para lograr la paz en Tierra Santa.
Hacia el año 1208-1209, escribió la “Norma
de vida” (regla) carmelita, dirigida al prior del Monte Carmelo, al que
llama B., sin más precisión (después interpretado
por san Brocardo) llamada por ello “Regla de San Alberto”. Los
carmelitas lo veneran como uno de sus fundadores y su legislador.
Mientras presidía en Accon (San Juan de Acre), una
procesión, fue apuñalado por el maestro del hospital del
Espíritu Santo, al que había reprendido por su mala
conducta y depuesto de su cargo.