SAN AIBERTO
7 de abril
1140 d.C.
Nació en Espain (Tournay), su padre era militar; desde
niño mostró gran piedad. El ejemplo ascético de
san Teobaldo, del que tuvo conocimiento por un mendigo, lo animaron a
retirarse como ermitaño en las cercanías de la
abadía benedictina de Saint-Crespin, entre Alemania y Holanda,
junto a un monje llamado Juan que tenía permiso del abad para
retirarse en soledad.
Después de 20
años de una austera vida ascética, marchó, con su
compañero y con el abad, en peregrinación a Roma. Cuando
regresó ingresó como monje en el cenobio de Crespin,
donde fue ecónomo y prior durante 23 años, sin abandonar
su vida penitencial. Para poder mortificar mejor su cuerpo, obtuvo del
abad permiso para retirarse nuevamente en soledad. Se dedicó a
la oración, penitencias y como eran tantas las personas que le
iban a pedir consejo, el obispo de Cambrai, Burcardo, “Ut
populis ad se venientibus melius consuleret, et familiarius secreta
confessionum audiret”, lo ordenó sacerdote y así
pudiera administrar la gracia sacramental a cuantos peregrinos se
acercaban a él. Obtuvo de los papas Pascual II e Inocencio II,
facultades y privilegios especiales y fue visitado por obispos, abades,
clero, literatos y nobles; el pueblo le rasgaba el hábito que
llevaba y se llevaba los retazos de tela como reliquias. Su
devoción por la Eucaristía le hizo celebrarla dos veces
al día, una por los vivos y otra por los muertos. Cuando
murió, después de 50 años de vida religiosa, fue
enterrado en el lugar donde se encontraba su celda y allí se
produjeron muchos milagros.
Sus restos fueron trasladados a la abadía de Crespin y situados
en la iglesia. En 1568, después de estar escondidos durante dos
años por temor que los quemaran los calvinistas, fueron
colocados definitivamente en una capilla dedicada a la Santa Cruz de la
Virgen y a San Aiberto. Su fiesta se celebra también el 2 de
mayo como recuerdo a su traslación del 1568. Se le invoca
especialmente para curar las fiebres. Tiene culto local.