BEATO ROLANDO RIVI
13 de abril
1945 d.C.
Nació en un
pequeño pueblo cerca de Castellarano, en la provincia de Reggio
Emilia, llamado san Valentín (Italia), en el seno de una modesta
familia de granjeros. A los 11 años ingresó al seminario
en el otoño de 1942; como era costumbre llevaba la sotana, la
cual era su orgullo. Durante su permanencia en el seminario era
muy distinguido entre sus compañeros, conservando siempre el
deseo de ser sacerdote.
En 1944, cuando Italia
cambió de bando en la II Guerra Mundial y fue invadida por los
alemanes, el adolescente Rivi tuvo que abandonar los estudios, porque
los nazis cerraron el seminario de Marola y dispersaron a los
seminaristas enviándolos a sus casas.
Fuera del seminario y sin
haber recibido ni las órdenes menores, Rolando no tenía
obligación de llevar la sotana, pero siguió
haciéndolo mientras mantenía su colaboración con
la Acción Católica y daba catequesis en la iglesia. Y eso
que los tiempos eran peligrosos. En su región había
numerosas partidas comunistas que realizaban acciones de sabotaje
contra los alemanes, pero que preparaban también el futuro del
país mostrando su odio a la Iglesia, con el asesinato de varios
sacerdotes.
Sus padres le
insistían diciendo: “¡Quítate ese hábito
negro, no lo puedes usar por ahora!. Pero Rolando respondió:
“¿Pero por qué? ¿Qué mal puedo hacer por
llevarlo? No tengo ninguna razón para no usarlo. Yo estudio para
ser sacerdote y debo vestir en señal de que pertenezco a
Jesús”.
En
alguna ocasión, los partisanos de la zona le habían
insultado con obscenidades al encontrarse con él en algún
camino. En el pueblo le conocían como "el curita". "No tengo
miedo ni estoy asustado. No puedo esconderme. Pertenezco a Dios",
respondía a quien le aconsejaba que vistiese de seglar.
Rolando
continuó sus prácticas de piedad en la parroquia de su
pueblo, donde el párroco, Olinto Marzocchini, fue atacado en una
ocasión por los comunistas, así como el joven sacerdote
Alberto Camellini, recién llegado a San Valentino. El 10 de
abril de 1945 tocó el órgano y acompañó al
coro en la misa solemne, y al terminar recogió sus cosas y,
ataviado con su inseparable sotana, atravesó el bosque camino a
su hogar, adonde nunca llegó.
Sus padres y vecinos
temieron lo peor. A sus padres se le dejó una nota que
decía: “No lo busquéis. Está un momento con
nosotros los partisanos”. Se le buscó durante tres días,
hasta que su padre y Don Alberto encontraron el cadáver, plagado
de señales de tortura y martirio. Como se supo después,
el joven seminarista padeció tres días continuados de
tormentos y humillaciones, con insultos a Dios, Cristo y la Iglesia. Lo
primero que le hicieron fue quitarle la sotana y pegarle a conciencia
con un cinturón.
Al final le llevaron
entre los árboles de Piane di Monchio, dejando un reguero de
sangre por las heridas causadas. El niño lloró pidiendo
que le perdonasen la vida, pero cuando recibió una patada como
respuesta, comprendió que todo era inútil. Sólo
rogó que le dejasen rezar antes de morir. Lo hizo por sus padres
y por sus asesinos. Luego recibió dos tiros, uno en la cabeza y
otro cerca del corazón, y lo semi enterraron. La sotana se la
quedaron los asesinos como trofeo y la anudaron para convertirla en
pelota de fútbol.
Tras un entierro sumario
en el cementerio de San Valentín, después de la
liberación, el 29 de mayo, recibió el homenaje de todos
los parroquianos, y su tumba comenzó a ser lugar de
peregrinación, con diversas curaciones atribuidas a su
intercesión. Su cuerpo ha sido trasladado al interior de la
parroquia de su pueblo. Fue
beatificado por SS Francisco el 5 de octubre de 2013.