BEATO REMIGIO TAMARIT PINYOL
1936 d.C.
27 de agosto

Nació el 13 de febrero de 1911 en Solerás (Lérida)

Profesó el 15 de agosto de 1927

Fusilado el 27 de agosto de 1936 en Floresta (Lérida)

 

Remigio nació el 13 de febrero de 1911 en Sollerás, provincia y diócesis de Lérida, en el seno de una familia numerosa de ocho hermanos, todos varones, siendo sus padres D. Pío Tamarit, barbero, y Dª. María Piñol, que también cuidaban de una tienda. Tres días después fue bautizado solemnemente en la parroquia de la Asunción de dicho pueblo. Después recibió la confirmación.

En el hogar de los Tamarit reinaba la armonía y las buenas costumbres cristianas, siendo fidelísimos cumplidores de sus obligaciones como cristianos sin faltar nunca a la Misa de los domingos y otras funciones religiosas, como novenarios, primeros viernes, etc. De los ocho hijos, cuatro fueron misioneros claretianos. Alfredo[1], Pío[2], Remigio y Arturo[3].

Entró en el postulantado claretiano de Barbastro en el mes de julio de 1922, donde inició loes estudios de Humanidades y los concluyó en Cervera,  a donde llegó en 1924. Dos años después se trasladó al noviciado de Vich para hacer el año de prueba, que inició el día 14 de agosto de 1926 con la toma de hábito y culminó el 15 de agosto del año siguiente con la profesión. Durante este año su maestro de novicios, el P. Ramón Ribera, anotaba en sus informes que era nervioso y que tenía poco dominio de sí por lo que a veces era poco prudente, algo terco, sencillo y muy devoto. Sus compañeros también le acusaban de que hablaba poco de cosas espirituales en los recreos.

Tres días después, en auto alquilado, se trasladó a Solsona junto con sus compañeros para realizar los estudios de la filosofía. Tres años más tarde, el día 18 de agosto de 1930, se desplazó a Cervera para cursar la teología. Logró sacar adelante los estudios con bastante esfuerzo pues sus cualidades intelectuales eran regulares.

Los días 5, 6 y 7 de febrero de 1931 recibió la primera tonsura, y las cuatro órdenes menores de manos del Exc.mo Manuel Irurita, Obispo de Barcelona.

Acabados los estudios quedó en el mismo centro de Cervera como profesor de externos.

El día 21 de julio de 1936, cuando tuvo que abandonar la casa, él y Genaro Pinyol se refugiaron en la casa de la tía de Remigio, Sra. Catalina, hermana de su madre y natural de Torms, residente en la misma ciudad, dedicada a labores de modistería con sus hijas. Allí fueron acompañados por un miliciano.

Cuando llegó a la casa de su tía, exclamó llorando: ¡Tía! ¡Tía!.

Pero la Sra. Marcelina le respondió al punto: Estás en casa tuya. Se creía que por tenerlos bajo su techo estaban a salvo. Ambos estudiantes llegaron con una indumentaria tan extraña que inmediatamente les cambiaron el aire. La Señora quería que estuvieran limpios, bien arreglados e, incluso, elegantes. Ellos quedaron tan contentos que le decían: ¡Tía, a nosotros no nos falta madre!

A los dos misioneros los situaron en una habitación grande, bien arreglada, con dos camas proporcionadas a la estatura de ambos, pues Genaro era grande y Remigio pequeño. Los dos jóvenes ayudaban a la Sra. Marcelina en lo que podía, como llevar el agua, pero no siempre se molestaba y si se daban cuenta, le decían: ¿Cómo no nos has avisado?

Los dos estudiantes llenaban las horas en el rezo según los horarios de comunidad. A pesar de que tenían miedo, aceptaban la voluntad de Dios y en sus conversaciones solían repetir: No pasará más que  lo que Dios quiera.

Remigio, después del aviso, se refugió en casa Cormellana, uno de sus alumnos. Unos días más tarde volvió donde su tía. La situación no mejoraba y su compañero y amigo Genaro debía salir de allí por motivos de salud. Entonces se preparó la escapada, como se ha dicho antes.

Para realizar el viaje la Sra. Marcelina los había vestido de mecánicos, comprado alpargatas buenas, mojadas y picadas para mayor resistencia, y buenos calcetines. Llevaban camisa azul marino con lacitos rojos, como entonces, y sin chaqueta ni gorra o boina. Les dió de cenar bien y algo para el viaje.

Los misioneros al despedirse dijeron a la tía:

Si no nos vemos más hasta el cielo.

Hizo la huida junto con Genaro, como se ha referido, y juntos fueron llevados al cementerio de Floresta para el fusilamiento. Antes de ser ejecutados el día 27 de agosto de 1936 pudieron rezar y escribir a sus familias una carta de despedida, que llegó a destino al día siguiente.

Remigio Tamarit, añadió en el papel:

Igualment adeu fins al cel. Remigio

Luis, Maria, petits… Pío… Arturo… Tía Marcelina, … adeu Sr Roque.. Romona… Mercé… Gloria… Adeu, adeu, adeu Moro dient: Visca Cisto Rey. Remigio C.M.F.

Los misioneros, según su acuerdo particular, al momento del fusilamiento gritaron tres veces ¡Viva Cristo Rey! y  el Comité a su vez  levantó la voz y clamó: Viva la Revolución Social. Según el testigo ocular los disparos no fueron simultáneos ni certeros porque les temblaba el pulso a los asesinos. Remigio quedó mal herido porque estaba algo encogido y tenía los puños cerrados a la altura de los hombros. Fue enterrado en el mismo cementerio en las circunstancias descritas antes.

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(Parroquia San Martín de Porres)