BEATO RAIMUNDO DE CAPUA
1339 d.C.
5 de octubre
Fue un
religioso italiano, entró en la Orden de Predicadores
(Dominicos) en 1350, en Bolonia. Fue el director espiritual de Santa
Catalina de Siena, también fue profesor y superior de varios
conventos. Ejerció los cargos de provincial en Lombardía
en 1380 y Maestro General de la Orden.
Primeros tiempos en la Orden
Nació en Capua en 1330. Hijo de una de las familias
más prominentes de Bolonia, conoció la Orden de
Predicadores siendo estudiante universitario, a la que ingresa en 1350,
tiempo más tarde contaría que en un sueño, el
mismo Santo Domingo de Guzmán lo habría motivado a dar
ese paso. Una de sus primeras obligaciones fue la de ser director
espiritual de varios conventos de monjas en la región de
Montepulciano. Fue uno de los primeros biógrafos de Santa
Inés de Montepulciano, que había fallecido unos cincuenta
años antes.
En 1367 fue llamado a Roma a fin de ser el superior del
convento de Minerva. Enseñó en Santa María
Novella, en Florencia, hasta que en 1374 fue enviado a Siena por el
Maestro General de la Orden. Allí vivía Santa Catalina de
Siena, la gran mística, a quien las autoridades de la Orden
estaban lógicamente interesadas en servir, siendo Raimundo
nombrado su director espiritual y confesor.
Con Catalina
Raimundo fue un hombre cuidadoso y modesto a pesar de
haber sido nombrado para acompañar a una de las mujeres
más celebres de ese tiempo. Al principio no demostró gran
entusiasmo por su nueva misión, más el trato cotidiano le
hizo ver que estaba conociendo a una verdadera santa. Una de sus
primeras decisiones fue permitirle recibir la comunión diaria
(una práctica muy poco concedida a laicos en ese entonces). Con
la llegada de la peste negra a la región, los dos se volvieron
incansables compañeros, apoyando y confortando a los enfermos y
sus familias. Él mismo cayó enfermo, más con los
cuidados y sobre todo las oraciones de Catalina se restableció
cuando todos ya lo daban por perdido. Acompañó a Catalina
en los últimos seis años que a ella le restaban, fruto de
su acción, Catalina le enviaba diariamente docenas de personas
para que se confesaran y se convirtieran, lo que le dejaba totalmente
exhausto y sin tiempo para nada más. La Orden designó dos
monjas para que los ayudaran con esa labor.
El Cisma
Cuando Catalina consiguió convencer al Papa
Gregorio XI de regresar a Roma, terminando los setenta años de
cautiverio en Avignón, este falleció al poco de su
llegada, dando paso a la confusa elección de Urbano VI, algunos
cardenales elegirán a Clemente VII. Todo el país, la
Iglesia y la propia Orden se dividirán en varias facciones,
apoyando a un bando o al otro. Catalina y Raimundo apoyarán al
Papa legítimo, Urbano VI. Raimundo fue enviado por éste
ante el rey de Francia para establecer negociaciones, pero fue impedido
por soldados y populacho que apoyaban a la facción contraria.
Catalina lo criticó duramente por haberle faltado el coraje y
bravura suficientes para poder realizar aquella misión tan
importante ante la cual poco valor tenía la propia vida.
Maestro y reformador
Pocas semanas después de la muerte de Catalina, en
1380, Raimundo fue electo Maestro General de la Orden, por lo menos por
aquellos que apoyaban a Urbano VI. Su mandato,
en tales circunstancias fue obviamente muy complejo y difícil.
Trató de reunir nuevamente a la dividida Orden, intentando
restaurar el sistema de la observancia, una reforma religiosa que
apenas pudo triunfar con Santa Teresa de Ávila. Además
fue criticado por descuidar el estudio como factor primordial en el
carisma dominico, sin embargo su estrategia de introducir en cada
provincia al menos un convento reformado, resultó vencedora.
Falleció en Nurembega, en 1399, cuando estaba
promoviendo la reforma, siendo posteriormente trasladado a
Nápoles. En el quinto centenario de su muerte, el papa
León XIII lo beatificó.