BEATA RAFAELA DE YBARRA Y ARAMBARRI DE VILLALONGA
23 de febrero
1900 d.C.



   Rafaela Ybarra Arámbarri nació en Bilbao, en el seno de una de las familias más poderosas de Vizcaya. Su padre había creado las primeras empresas mineras que luego darían lugar a los Altos Hornos de Vizcaya. En este ambiente vivió Rafaela toda su vida. Era la mayor de cinco hermanos. A los 18 años se casó con un catalán de Figueras llamado José Villalonga y Gipuló, que le llevaba 20 años de diferencia. Tuvieron siete hijos, de los cuales dos murieron pronto. Al fallecimiento de su hermana Rosario, Rafaela se hizo cargo de sus cinco sobrinos. Y en esta familia de diez niños se desarrolló el trabajo familiar de esta mujer. La influencia de su trato exquisito se extendió a su numerosa familia, especialmente a los enfermos, a los que atendió colmándoles de paz y consuelo. Hizo realidad su deseo: “Que sea cada día mejor esposa, mejor madre, mejor hija”.

    Hubo algunos hechos que le hicieron darse del todo a los demás: la muerte de su hermana y de su madre, una enfermedad que pasó en París y la lectura de "La vida devota" de san Francisco de Sales. Como resultado de todo ello, cuando cumplió 42 años, abrió una casa para acoger a chicas sin hogar. El auge economico que experimentó Bilbao, le hizo darse cuenta de las injusticias sociales, y con el apoyo de su marido y su fortuna se dedicó a la atención de los desfavorecidos. Después de esto, todo son nuevas fundaciones en defensa de los obreros y de las mujeres ante la explotación de los poderosos que más de una vez la amenazaron. Hasta que, por fin, creó el colegio de los Ángeles Custodios con una Congregación de religiosas, las Religiosas de los Ángeles Custodios que ella misma fundó en 1894 y que llenaran los hospitales bilbaínos durante muchos años. Toda la obra será en beneficio de las chicas abandonas. 
Compaginó la vida de familia con el trabajo diario, tanto en la dirección de un colegio por ella fundado para niñas sin recursos y de la comunidad como a la atención a tantas gentes necesitadas que acudían a ella en busca de consejo, apoyo, trabajo o limosna. Murió su marido, pero nunca profesó como religiosa, porque murió su nuera y tuvo que hacerse cargo de sus seis nietos. Rafaela murió en Bilbao dos años después de la muerte de su marido. Fue beatificada el 30 de septiembre de 1984 por San Juan Pablo II.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)