BEATO QUERUBÍN
TESTA
1479 d.C.
17 de septiembre
Perteneciente a la noble familia Prueba, Querubín nació
en Avigliana, provincia de Turín (Italia). Abrazó en edad
temprana la vida religiosa y vistió el hábito de los
Ermitaños de San Agustín en el convento local de la
Orden, fundado por el beato Adriano Berzetti de Buronzo. Allí
llevó, hasta al final de su breve existencia, una austera vida
de mortificación y santidad, marcada siempre por un profundo
espíritu de obediencia y una inmensa piedad. Se
distinguió, además, por su pureza y por una particular
profunda devoción a la Pasión de Cristo, hasta el extremo
de pasar gran parte del día llorando, en extática
contemplación de Jesús crucificado.
Querubín murió, con sólo veintinueve
años, en el convento de Avigliana. Se cuenta que, en el momento
mismo en que exhaló el último aliento, las campanas del
lugar comenzaron a tocar por sí solas, como para anunciar a los
cuatro vientos el feliz tránsito de su alma al paraíso.
En una pintura existente tiempo atrás en el
claustro del antiguo convento agustino de Tolentino, en las Marcas, el
beato Querubín estaba representado con la aureola del santo, una
azucena florecida sobre el corazón y un crucifijo en la mano
derecha. Bajo la imagen se podía leer la siguiente
inscripción: “Beatus Cherubinus de Aviliana, conventus S.
Augustini Avilianae magnus splendor”. La razón por la que fue
representado con la azucena floreciente que salía del
corazón, es explicada por algunos antiguos escritores agustinos,
como, por ejemplo, Torelli y Elsen, con el hecho de que advirtiendo
algunos religiosos que surgía una suave fragancia de su sepulcro
cada vez que pasaban delante del mismo para ir al coro, se
decidió exhumar el cuerpo del beato para trasladarlo a una
sepultura más digna; y al abrir el sepulcro todos pudieron ver
que una azucena perfumada había brotado milagrosamente del
corazón de Querubín.