HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA
NUESTROS DÍAS
Desde 1945 hasta hoy



El mundo en los primeros años de la posguerra

   Desde el punto de vista político, la Primera Guerra mundial y la Revolución Rusa transformaron Europa y el mundo entero. Cambiaron las fronteras de las naciones, desaparecieron los grandes imperios (ruso, austríaco, alemás y turco), nacieron nuevos estados (Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia, Polonia). Continuaron las tensiones entre Francia y Alemania, entre Irlanda e Inglaterra. Siguiendo el ejemplo ruso, estallaron movimientos revolucionarios socialistas.

   En el medio Oriente, Francia e Inglaterra se repartieron gran parte del Imperio Turco. África siguio perteneciendo a unos pocos estados europeos, que organizaron sus colonias para obtener materias primas que necesitaban para reconstruir su economía, tan dañada por la guerra. Bélgica era un país muy rico, gracias a su gran colonia africana, el Congo. En Asia, Francia e Inglaterra conservaron numerosas colonias, que influyeron mucho en su riqueza y poderío. En el Lejano Oriente, China estana muy dividida internamente por fuerzas políticas y económicas. El Japón, por el contrario, había consolidado su poder económico y militar y quería controlar todo el Oriente.

   Una de las consecuencias más importantes de la Primera Guerra Mundial fue la comprobación de una íntima unidad política y económica mundial. Esta comprobación cambió la situación de Europa, la cual con todo su poder y prestigio, tuvo que contar con grandes y nuevas potencias: Rusia, Japón y los Estados Unidos. Los Estados Unidos, en concreto, habían intervenido decisivamente en el resultado de la guerra y se estaban convirtiendo en el centro de la economía mundial. También la dimensión mundial caracterizó la vida de la Iglesia en nuestro siglo XX.

   En 1922 fue elegido Papa Pío XI, quien iba a esforzarse por abrir la Iglesia al progreso y hacerla presente en todos los aspectos de la vida. Recomendó esto a los fieles en el Año Santo, y lo subrayó en la proclamación de la fiesta de Cristo Rey y en la canonización de nuevos Santos.

   Benedicto XV fue el Papa de la paz y las misiones. Lo sucedió Pío XI, Achilles Ratti, quien nació en las inmediaciones de Milán, en 1857. Era un estudioso y desempeñó el cargo de bibliotecario. En 1919 fue nombrado Obispo y, en 1922, Papa. Tomó el nombre de Pío XI. Era hombre sumamente culto y siguió de cerca los progresos científicos. Era un buen sacerdote, dedicado al cuidado espiritual de las personas. El primer acto de su pontificado fue todo un símbolo de apertura: impartió la bendición desde el balcón exterior de la Basílica de San Pedro. Amplió y renovó las salas de consulta de la Biblioteca Vaticana. Fundó un Instituto de Arqueología. Construyó la nueva Sala de Pinturas del Vaticano. Era una nueva actitud ante el mundo moderno, y el Papa demostraba que no le tenía miedo.

   Pío XI no olvidó su misión directamente religiosa. En sus cartas a todo el mundo cristiano (encíclicas) recomendó la devoción a la Santísima Virgen María y el Rosario, y trató de la educación cristiana y de la doctrina social de la Iglesia. Conversó con los peregrinos que se reunían en Roma, sobre todo en el Año Santo de 1925. A fines de éste, se instituyó la fiesta de Cristo Rey, Señor de todo el mundo. Por primera vez, el Papa incluyó en el conjunto de los Cardenales a Obispos de todo el mundo, como los Arzobispos de Nueva York, Chicago, Río de Janeiro y Buenos Aires. El Paa se encontró con fieles de todo el mundo en las canonizaciones de los Santos. Entre éstas destacaron las de Teresa del Niño Jesús, Roberto Belarmino, Juan Bosco, el Cura de Ars, Bernardita Subirous, Juan Fisher y Tomás Moro.

   Muchos judíos contribuyeron a la cultura mundial. Muchos también volvieron a Palestina con aprobación de las potencias europeas. Martñin Buber propuso que Palestina fuera tierra de encuentro para árabes y judíos. En el siglo XIX no se discriminaba ya a los judíos por su religión y, sin embargo, el mundo judío seguía siendo muy distinto de la cultura y religión occidentales. Había doctrinas que clasificaban a las razas como superiores e inferiores, y los judíos eran catalogados dentro de estas últimas. Entre el populacho se producían estallidos de hostilidad contra los judíos. Pero, a pesar de todas las dificultades, los judíos europeos conservaban un alto nivel religioso y cultural.

   Durante los siglos XVIII y XIX se desarrolló en Europa un movimiento que quería lograr la independencia social y política de los judíos, que dejaron honda huella en la primera mitad del siglo XX.  Kafka, gran novelista checo, escribió en alemán y transmitió la sensibilidad mística de la Europa oriental. Sigmund Freud, vienés, fundador del psicoanálisis, afirmó que su obra tenía profunda conexión con sus orígenes hebreros. En el terreno político, debido a las hostilidades que sufrían en diversas partes de Europa, algunos judíos promovieron la convicción de que debían volver a vivir en su patria y de que tenían que colonizar Palestina. El movimiento Sionista se fundó en 1896. Los ingleses, que tenían encomendada la vigilancia de Palestina, secundaron ese movimiento. A partir de 1930 se intensificó la emigración de judios a Palestina; pero no había concordia sobre el sentido de ese retorno de los judíos: unos querían un estado fuerte, otros querían inaugurar una experiencia social y cultural judía y humana. Martín Buber, judío polaco, deseaba una participación de los judíos y de los árabes para transformar Palestina en una república en la cual ambos pueblos se pudieran desarrollar libremente; pero los intereses políticos condujeron a la formación del estado de Israel.

   En México, el gobierno revolucionario era enemigo de la Iglesia. Expulsó al Nuncio Pontificio y prohibió los actos religiosos. Muchos sacerdotes celebraban Misa y ejercían su ministerio sacerdotal a escondidas. Uno de los sacerdotes más insignes fue el Beato Miguel Agustín Pro, de la Compañía de Jesús, fusilado por odio a la fe católica.

   La Revolución Mexicana fue integrada por toda clase de caudillos y con muy diferentes objetivos. Duró aproximadamente de 1910-1917. Finalmente, muchos de los hombres que hicieron la revolución eran anticlericales. Querían aplastar a la Iglesia, que, según ellos, era un ultraje a la nación, un peligro y un absurdo. La Constitucion de 1917 prohibía a los religiosos la enseñanza, les negaba los derechos civiles y políticos, prohibía la prensa católica y los actos religiosos fuera de la Iglesia. Se desencadenó una persecución abierta: los sacerdotes fueron encarcelados, las monjas fueron expulsadas de los conventos, se confiscaron las propiedades eclesiásticas, se cerraron las escuela católicas y se intentó crear una "Iglesia Mexicana" autónoma. Todo esto produjo una profunda ruptura entre el pueblo y el gobierno.

   En 1920 los católicos levantaron una estatua a Cristo Rey en el Cerro del Cubilete (Guanajuato). El gobierno mandó bombardearla y expulsó al Nuncio Pontificio. Entonces los católicos organizaron "La Liga" (para defender la libertad religiosa), pero sus protestas no fueron escuchadas por el gobierno. Los católicos pasaron a la resistencia activa y organizaron un boicot económico, que hizo tambalear al gobierno, y, por otra parte, se levantaron en armas "los cristeros" por diversas zonas del país, especialmente en el centro de la República.

   Fueron cuatro años de violencia, persecuciones, robos y asesinatos. Muchos sacerdotes fueron fusilados y asesinados; pero muchos ejercieron su ministerio sacerdotal en casas particulares (los templos estaban cerrados), disfrazados, y con gran peligro de que los arrestara la policía. Uno de los sacerdotes más famosos entre los muchos que dieron la vida por sus hermanos perseguidos y por Cristo Rey, fue el Padre Miguel Agustín Pro, beatificado por Su Santidad Juan Pablo II, en 1988.

   Llegaron al poder el fascismo, en Italia, y el nazismo, en Alemania. Es España estalló una sangrienta guerra civil. Entre los años 1920-1930, Europa sufrió violentas sacudidas. Obreros, comerciantes e industriales experimentaron un sentimiento de desaliento y desconfianza. Una causa de este fenómeno fueron los efectos devastadores de la Primera Guerra Mundial (1914-1918); otra, las noticias procedentes de Rusia, ya bajo el régimen de Stanlin. Las deudas de guerra impedían el desarrollo económico, y los países vencidos se sentían aplastados.

   Los empresarios, funcionarios, militares, campesinos y eclesiasticos tenían miedo de que se extendiera la revolución comunista rusa. A los judíos se les responsabilizaba de las dificultades económicas. Los gobiernos eran acaparados por los hombres que controlaban la economía, y no tenían en cuenta las necesidades de la gran masa, que anhelaba ya una gran revolución social. Las reacciones ante esta situación no se hicieron esperar. En Italia el fascismo llegó al poder (1922), y en Alemania, el nazismo (1933). Fueron reacciones apartosas y llenas de engaño. El fascismo y el nazismo, con una forma masiva de propaganda y de "persuasión", intentaron convencer a la población de que la única respuesta a sus exigencias era la uniformidad, la conformidad con el modo de pensar del jefe de Estado. Había que anular las diferencias de cultura, tradición y religión, y someterse ciegamente al jefe y al partido, olvidando toda iniciativa personal.

   Finalmente, había que perseguir ideas militaristas y violentas. Fascismo y nazismo manejaron al pueblo y lograron desarrollar la producción y la industria militar. En España, el choque entre dos frentes de fanáticos condujo a una sangrienta guerra civil (1936-1939). El triunfador, general Franco, iba a inspirarse (sobre todo al principio) en las ideas fascistas. La Iglesia, que inicialmente había apoyado a Franco, posteriormente trataría de oponerse al fascismo de las instituciones franquistas.

   Pío XI intentó afirmar la presencia de la Iglesia en la sociedad. Para lo cual hizo numerosos "concordatos" (tratados) con los estados modernos. El "concordato" más famoso fue el firmado con el Estado Italiano, del cual nació "Estado del Vaticano". Una constante preocupación del Papa Pío XI fue renovar la presencia cristiana en la sociedad. Y para hacer penetrar el espíritu cristiano, la Iglesia tenía que participar en todas las instituciones sociales. Con esta finalidad, Pío XI trabajó intensamente en el campo de la diplomacia, para establecer numeros "concordatos" (tratados con los estados modernos). Mediante ellos se garantizaba la libertad de la Iglesia. El "concordato" más importante fue el firmado con el Estado italiano, que sigue actualmente en vigor. Como buen historiador, Pío XI comprendió que era inútil seguir reclamando las antiguas posesiones de la Santa Sede en Italia, los famosos "Estados Pontificios", que el gobierno se había anexado para lograr la unificación de toda Italia. El Papa reconoció al gobierno italiano, y éste, la soberanía del Papa sobre un pequeño Estado Vaticano o la Ciudad del Vaticano. Se añadió al concordato un convenio financiero, por el cual el gobierno italiano se comprometía pagar al Vaticano cierta cantidad, como indemnización por los territorios perdidos.

  La Santa Sede firmó también un concordato con Alemania nazi, en 1933. Aparentemente era muy favorable para la Iglesia, pero en realidad nunca fue respetado por Hitler y el régimen nazi. Pío XI ha sido muy criticado por los concordatos con la Italia fascista y con la Alemania nazi, pero él siempre pensó que eran un mal menor y una posibilidad de proteger a los católicos sometidos por esos regímenes.


El estallido de la Segunda Guerra Mundial

   Entre 1935-1940 el ambiente era de individualismo y cinismo en el mundo. En Alemania, Italia, Rusia y Japón la propaganda militarista era cada vez mayor. Sin embargo, la guerra se fraguaba más en la política de agresión imperialista, en el plan de dominar las regiones que aportaban necesarias materias primas. Era una guerra prevista, buscada, calculada. Alemania ocupó por sorpresa Checoslovaquia y Austria. En 1939 invadió Polonia, Dinamarca, Noruega, Holanda, Luxemburgo, Bélgica y finalmente, Francia. La guerra se extendió a los Balcanes y al África. Sin previo aviso, Alemania atacó a Rusia, en el verano de 1941. Japón, por su parte, ya estaba en guerra con China, y en diciembre de 1941 bombardeó la base naval estadounidense de Pearl Harbor (en las islas Hawai). Así pues, tanto Rusia como los Estados Unidos entraron en la guerra del lado de "los Aliados".

   Las poblaciones no combatientes tuvieron que sufir bombardeos, acciones guerrilleras, carectía, régimen policiaco, trabajos forzosos, campos de concentración y exterminio, tanto hombres, como mujeres y niños. Pero el acontecimiento más terrible de toda esta Segunda Guerra Mundial fue el lanzamiento, por parte de la aviación estadounidense, de dos bombas atómicas, una sobre Hiroshima y la otra sobre Nagasaki. Más de 200,000 personas murieron de golpe y muchas otras quedaron afectadas por las radiaciones. Se ha querido justificar eta destrucción masiva de vidas humanas, alegando que esta agresión ahorraría vidas, porque Japón ya no seguiría luchando.

Los nuevos inventos hicieron más efectiva y completa la destrucción: energía nuclear, misiles, aviones "jet", perfeccionamiento de submarinos y de barcos de guerra. Durante esta guerra, el primer periodo fue de superioridad de las potencias del "Eje" (Berlín-Roma-Tokio); pero, unos años después el predominio pasó a "los Aliados" y los rusos, quienes, con los movimientos de resistencia en los países ocupados por Alemania, obligaron a Alemania y al Japón a firmar la paz en 1945 (Italia se había rendido antes).

   Pío XII, el nuevo Papa, tuvo que enfrentarse muy pronto con el problema de la guerra. Pronunció discursos y realizó intensas gestiones diplomáticas en favor de la paz. Organizó la ayuda a los peregrinos y visitó los barrios romanos dañados por los bombardeos. Además, escribió dos importantes "encíclicas (cartas a toda la cristiandad) y nombró Cardenales a Obispos de muchas partes del mundo. Eugenio Pacelli fue elegido Papa el 2 de marzo de 1939, y tomó el nombre de Pío XII. Nació en Roma en 1876 y fue un estudiante brillante. En 1889 fue ordenado sacerdote e inmendiatamente entró en la Curia Romana. En 1929 fue elegido Cardenal y se convirtió en el más estrecho colaborador de su antecesor, Pío XI, sobre todo en relación con la política de Alemania. Apenas nombrado Papa, estableció contactos diplomáticos para evitar el desastre. A fines de 1939, estalló la Segunda Guerra Mundial.

   El Papa multiplicó inútilmente sus llamamientos a la paz, sobre todo en los mensajes navideños. La Curia Romana hizo todo lo posible para impedir a Mussolini la entrada en la guerra y aún llegó a apoyar un intento de derrocar a Hitler, en Alemania. Sin embargo, muchos le han reprochado a Pío XII el no haber denunciado con suficiente claridad y energía los crímenes nazis. Pero actualmente parece cierto que el Papa no quiso exponer todavía más a los millones de católicos alemanes oprimidos por el nazismo.

   El Papa organizó un servicio de información para las familias de los prisioneros de guerra. Formó una comisión para socorrer a los perseguidos. Visitana los barrios más dañados de Roma después de un bombardeo y consiguió que Roma fuera declarada "ciudad abierta". Numerosos perseguidos, sobre todo judíos, encontraron refugio en el Vaticano. A pesar de la guerra, el Papa no descuidó su ministerio de enseñar: en 1943 publicó dos cartas a todo el mundo (encíclicas); en la "Mystici corporis" presenta a la Iglesia como cuerpo de Cristo; en la "Divino afflante Spiritu" (por inspiración del Espíritu Divino) exhorta al estudio de la Biblia. Finalmente, Pío XII siguió y amplió la obra iniciada por Pío XI de nombrar Cardenales de todas partes del mundo.

   Después de la Segunda Guerra Mundial de 1939-1945 el mundo quedó dividido en dos bloques: el comunista y el capitalista. Europa había quedado partida en dos. La paz de 1945 estaba cargada de tensiones, conflictos y nuevas políticas de dominio, tanto más peligrosas, cuanto más poderosos eran los medios de destrucción  que poseían diversas naciones. Unos cuantos meses antes de finalizar la guerra, Stanlin. Roosevelt y Churchill se reunieron en el puerto ruso de Yalta, para determinar el destino del mundo. Se creó la ONU, organismo internacional para resolver las dificultades entre las naciones. Pero la ONU carecía de medios eficaces para garantizar las paz.

   En la década de 1950-1960 se definió La división del mindo en dos bloques: Estados Unidos y sus aliados, y Rusia con sus satélites. El bloque comunista ruso estaba formado por China, Corea del Norte, Vietnam del Norte, Bulgaria, Rumania, Polonia, Checoslovaquia, Albania y Alemania Oriental. La implantación del régimen comunista en algunos de estos países se llevó a cabo durante varios años, mediante manifestaciones y elecciones simuladas.Yugoslavia se separó del bloque comunista, por las hábiles y decididas maniobras políticas del mariscal Tito. El bloque occidental, alrededor de los Estados Unidos, estaba formado por el resto de Europa occidental, Canadá, Turquía, Australia y algunos países asiáticos.

   Las relaciones entre ambos bloques fueron muy difíciles, heladas. De aquí que el periodo de la posguerra sea conocido como "guerra fría". Sin embargo, esta guerra fría se convirtió en un conflicto declarado en Corea (1950-1953) y en Vietnam (1950-1975). Ambos bloques lucharon por aumentar su poderío militar, para controlar las fuentes de energía y de materias primas. Europa quedó dividida por "la Cortina de Hierro", y la misma capital alemana, por " el Muro de Berlín". Se rompió, así, con la unidad de Europa, la unidad de un cuerpo social, cultural, religioso y político, unido durante más de un milenio, que tanto había contribuido a la historia del mundo. (Aunque conviene no exagerar esta "unión" europea, lastimada por continuas guerras internas y por profundas divisiones religiosas).

   Algunos sacerdotes trabajaron como obreros para acercar a los trabajadores a Cristo. Uno de ellos fue el Padre Loew. Con permiso de sus superiores, trabajó en el puerto de Marsella, de donde iba a nacer todo un conjunto de "misiones obreras". A principios del siglo XX, la Iglesia se dio cuenta de que estaba muy alejada de los obreros. La antigua organización parroquial no llegaba a los cansados y solitarios obreros de las grandes ciudades industriales y a sus barrios anónimos. Se sentía la necesidad de un apostolado nuevo entre los obreros. Entre los años 1940-1950, el Cardenal Suhard, de París, concedió permiso a algunos sacerdotes para trabajar en las fábricas como obreros, sin distinguirse de ellos exteriormente. En Francia, muchos sacerdotes se hicieron "sacerdotes obreros". Pero la Santa Sede suspendió el experimento, porque pensó que "los sacerdotes obreros" no estaban suficientemente preparados para resistir las presiones de la vida del obrero, que podían apartarlos de las enseñanzas de la Iglesia.

   Pero aquel experimento tuvo algunos resultados positivos. Un ejemplo es el Padre dominico Jacques Loew. Era un joven abogado, acomodado y escéptico. Se convirtió y se hizo dominico. Trabajaba con otro sacerdote en estudios económicos y sociales. Sintió necesidad de conocer a los obreros del puerto de Marsella y con frecuencia iba a los muelles. Un día, después de obtener los permisos necesarios, se puso un overol y se convirtió en estibador del puerto.

   Empezó a comprender, entonces, por qué sus compañeros de trabajo, solos y en una ciudad extraña, abandonaban la religión que antes habían practicado en su país natal. Intuyó que lo que necesitan aquellos hombres era una comunidad pequeña, que no los aplastara; una comunidad bien unida, que no los dejara solos. Fundó un grupo que sería llamado "Misión Obrera de San Pedro y San Pablo", que implicaba vivir el Evangelio y compartir la situación de los trabajadores, tratando de dar testimonio de Cristo entre ellos. Más tarde, en 1968-69, el Padre Loew fundó "La Escuela de la Fe", que trataba de ayudar a los cristianos a convertirse en hombres que encuentran la seguridad de la vida cristiana y la viven en cualquier circunstancia.

   Al terminar la guerra, Pío XII dedicó toda su atención a la vida de la Iglesia. Todavía en la actualidad son importantes sus enseñanzas y reformas. Recomendaba la participación activa en la Misa y la Comunión frecuente. Proclamó el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María. Reconoció una nueva forma de vida religiosa "los Institutos Seculares" y aprobó "el Opus Dei", extendido hoy en muchos países.

   Durante los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, Pío XII se dedicó a guiar a la Iglesia en los difíciles años de las reconstrucción. Peregrinos de todas las naciones acudían a Roma para escuchar las palabras de aquel Papa cuya preparación, tenacidad y lucidez admiraban. Emprendió, además diversas reformas que serían recogidas y desarrolladas por el Conciclio Vatino II, años más tarde. Fueron importantes las reformas litúrgicas. En su encíclica "Mediator Dei" (el Mediador de Dios) recomienda la participación activa de los fieles en la Misa y la Comunión frecuente (iniciada ya por Pío X, a principios de siglo).

   En la constitución apostólica "Provida Mater Ecclesia", el Papa aprobó "los Institutos Seculares", cuyos miembros se comprometían a vivir los votos religiosos, pero siguiendo su actividad profesional en el mundo civil. Con dichos institutos se trataba de hacer frente a las necesidades de la época, dando testimonio ante la gente del valor humanizador de los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia). Surgieron, desde entonces, numerosos institutos seculares. Uno de los más famosos es el "Opus Dei" (la obra de Dios). José María Escrivá de Balaguer, sacerdote español, propuso a toda clase de personas la santificación por medio doel trabajo ordinario. El "Opus Dei" fue aprobado por Pío XII. Este "Opus Dei" está presente en más de 80 naciones, con residencias de estudiantes, centros culturales, casas de retiro espiritual y centros educativos. Bajo el pontificado de Pío XII se desarrolló particularmente la devoción a la Santísima Virgen María. El momento culminante fue la definición, en 1950, del dogma de la Asunción de la Santísima Virgen en cuerpo y alma al Cielo.

 La sequía, el hambre y la miseria eran el primer problema mundial. Las Naciones Unidas fundaron la FAO y otros organismos. También la Iglesia tomó iniciativas  para intervenir establemente; la más importante de éstas es "Cáritas Internacional". El servicio y la ayuda al prójimo que se encuentra en necesidad ha sido una de las partes más importantes del mensaje evangélico, transmitido por los apóstoles. En el siglo XIX existieron muchas organizaciones caritativas en las diversas comunidades parroquiales. Pero fue hasta el siglo XX cuando surgieron organizaciones de largo alcance internacional. Con el nacimiento de "Cáritas Católica", el sacerdote católico alemán Lonrenz Werthmann veía cumplido su deseo de vincular las distintas organizaciones de caridad.

   La Segunda Guerra Mundial había dejado en la miseria a millones de personas. Hacía falta ayuda de alcance mundial. Surgieron diferentes iniciativas en Italia y Francia y resurgió "Cáritas Católica", que había sido clausurada por los nazis. Pero era necesario unir a las organizaciones de caridad católicas y no católicas. Y en 1950, a instancias de la Santa Sede, se fundó en Roma la Conferencia Internacional Cáritas, con participación de 22 naciones. Desde 1954 se llamaría "Cáritas Internacional" y colaboraría con la ONU, especialmente en los organismos FAO, UNICEF y UNESCO.

   "estaban " ha prestado valiosa ayuda en los casos de catástrofes, de desempleo y de marginación humana. Desde el  año 1950 ha ido madurando en la Iglesia la convicción de que tiene que ayudar al desarrollo del Tercer Mundo. Por iniciativa del Cardenal Frings, se creó "Misereor", organización destinada a combatir el hambre y la enfermedad en el mundo.

   En 1950, Juan XXIII sucedió a Pío XII. Angelo Giuseppe Roncalli era hija de campesinos, se hizo sacerdote y trabajó en la Curia Romana. Fue enviado como diplomático a Bulgaria, Turquía y Francia. Después fue nombrado Patriarca de Venecia y, finalmente, elegido Papa. Su bondad y sencillez entusiasmaron a todo el mundo. Angelo Giuseppe Roncalli nació en una provincia de Italia, en 1881. Sus padres eran campesinos, que debían sostener con su trabajo a una numerosa familia, y le dieron un ejemplo profundamente vivido de cristianismo. Angelo entró en el seminario en 1892, y en 1900 fue enviado a Roma para continuar sus estudios. Obtuvo la licenciatura en filosofía y en 1904 fue ordenado sacerdote. Volvió a su ciudad natal y abrazó emocionado a su familia. El Obispo escogió al Padre Angelo como secretario y le confió la clase de historia de la Iglesia en el seminario. En 1914 tuvo que partir hacia el frente de batalla, como capellán. Al terminar la guerra, en 1918, fue llamado a la Curia Romana, y en 1925 fue consagrado Obispo y enviado a Bulgaria como representante de la Santa Sede. En 1934 lo destinaron a Turquía, donde fue apreciado por su caridad y espíritu ecuménico.

   Al terminar la Segunda Guerra Mundial (1945) fue nombrado Nuncio (embajador) de la Santa Sede en París. Era ésta una dificil misión, debido a las profundas heridas que había causado la guerra. Roncalli desempeñó su cargoa la perfección y fue nombrado Cardenal y Patriarca de Venecia. Ahí, pensaba él, podría dedicarse al cuidado de las almas. Pero el 28 de agosto de 1958 fue elegido Papa, "el Papa Bueno", como sería comúnmente llamado. Juan XXIII poseía una fe sencilla y serena, junto con un temperamento cordial y abierto. La gente intuyó que en la mente y en el corazón serían muy bien acogidas. Creyentes de todo el mundo se acercaron a él. Y el Papa se reunía con la gente más sencilla y visitaba las cárceles. Juan XXIII poseía una fe sencilla y serena, junto con un temperamento cordial y abierto. La gente intuyó que en la mente y en el corazón del nuevo Papa, sus preocupaciones serían muy acogidas. Creyentes y no creyentes de todo el mundo se acercaron a él. Y el Papa se reunía con la gente más sencilla y visitaba las cárceles. Juan XXIII invitó a toda la Iglesia a adaptarse a los nuevos tiempos....y anuncio la convocacion del Concilio Vaticano II.

    El 11 de octubre de 1962 se celebró la apertura del Concilio Vaticano II, con asistencia de 2540 Padres Conciliares (Obispos que participan en el Concilio), de los cinco continentes de la Tierra. Todo el mundo estaba atento. El objetivo del Concilio era acercar al mundo moderno la tradición cristiana y la renovación de la Iglesia. El Papa Juan XXIII soñaba con la renovación interna de toda la Iglesia y convocó un Concilio, el Concilio Vaticano II. El anuncio causó sorpresa universal, pues en el siglo XX no se había celebrado ningún Concilio Ecuménico (universal, de toda la Tierra).

   Trabajos preparatorios: una comisión preguntó a los 2594 Obispos, a los 156 Superiores de Órdenes religiosas, a las Universidades católicas y a las facultades su opinión sobre los temas que se habían de discutir. El material se seleccionó y se crearon diez comisiones para ordenarlo y elaborar las ponencias. Se estableció también el Secretariado para la Unidad de los Cristianos. Finalmente, el 11 de octubre de 1962 se celebró en Roma la apertura del Concilio Vaticano II, acontecimiento grandioso y comentado por los medios de comunicación de todo el mundo. En su discurso de apertura, Juan XXIII subrayó el objetivo del Concilio: acercar a los hombres de nuestro tiempo, del módo más eficaz, el patrimonio de la tradición cristiana, teniendo en cuenta los cambios acaecidos en la sociedad. Era necesario aprender a vivir la unidad en la libertad y el amor a la verdad.

   Este Concilio ha sido el más universal de todos los Concilios celebrados a lo largo de la historia de la Iglesia. Los cinco continentes estaban representados por sus Obispos. Europa contaba casi con la mitad de los representantes. América tenía 956. Asia más de 300. África, 379. Había, además, numerosos "peritos" y "observadores". Por fin, el número de enviados por los medios de comunicación fue casi de 1,000. El 8 de diciembre de 1962, el Papa suspendió temporalmente el Concilio, cuando todavía no estaba preparado suficientemente ninguno de los temas. Juan XXIII murió el 3 de junio de 1963, antes de que el Concilio volviera a reanudar sus sesiones, pero el sucesor de Juan XXIII, Pablo VI, dio término a la empresa.

   Pablo VI sucedió a Juan XXIII. Corrigió ciertas cosas que no funcionaban bien en el Concilio. Nombró cuatro moderadores para dirigirlo y acogió la petición de los periodistas sobre una mejor información. El Concilio fue seguido con gran interés en todo el mundo. Los lamentos por la muerte de Juan XXIII fueron generales. El nuevo Papa, Giovanni Battista Montini, eligió el nombre de Pablo VI. Giovanni Battista nació en una provincia italiana en 1897, de una familia que había participado activamente en el Movimiento Católico Italiano. Después de su ordenación sacerdotal fue enviado a Roma para obtener el doctorado. En 1924 fue llamado para formar parte de la Secretaría de Estado del Vaticano. En 1954 lo nombraron Arzobispo de Milán y, finalmente, el 23 de junio de 1963 fue elegido Papa.

   Inmediatamente manifestó su intención de proseguir el Concilio. Conocía muy bien el funcionamiento de la Curia Romana, evitó ciertos choques y corrigió algunos mecanismos que no funcionaban bien debido al gran número de participantes. En el discurso de apertura de la segunda sesión, precisó más los objetivos del Concilio: definición de la Iglesia, su renovación interna, ecumenismo (movimiento de unificación de las Iglesias) y diálogo con el mundo contemporáneo.

   Este último punto era especialmente querido para el Papa, que había acogido la petición de los periodistas acerca de tener mejor información. Roma acaparaba la atención del mundo. Los jóvenes querían conocer las intervenciones más notables de "los Padres Conciliares". El Papa permitió que los miembros de la oficina de prensa estuvieran presentes en los debates de la asamblea. Con esto habría más comprensión entre la Iglesia y el mundo contemoráneo, como se expresaría en el documento "Gaudium et Spes" (Gozo y Esperanza), que es el más extenso del Concilio.

   La Constitución sobre la Liturgia recomienda una participación más activa de los fieles en la Eucaristía. Para ello, se permitió el uso de las lenguas propias de cada nación y la colocación del altar de frente al pueblo. La Constitución "Lumen Gentium" (Luz de las gentes) define a la Iglesia como la comunidad de los seguidores de Cristo. En esta comunidad, todos los fieles están llamados a la santidad, a ejemplo de la Virgen María, Madre de la Iglesia. Los Concilios no son un hecho separado de la vida ordinaria de la Iglesia. Se comprende, entonces, que los mejores frutos del Vaticano II se produjeran en aquellos campos en donde, ya desde hacía tiempo, se había venido reflexionando en el seno de la Iglesia: la liturgia y la conciencia de Iglesia.

   La Constitución "Sacrosanctum Concilium" (Este Sacrosanto Concilio) sobre la Liturgia, recoge la idea fundamental del movimiento litúrgico: la plena y activa participación de todo el pueblo en la obra salvadora de Nuestro Señor Jesucristo. Se favorece una relación más directa ente el sacerdote y los fieles en el sacrificio de la Cruz: celebrando la Misa en la lengua propia de cada nación, poniendo más al alcance de los fieles las lecturas bíblicas y la homilía, la nueva colocación de los altares de cara al pueblo. Pero el documento más importante del Vaticano II es la Constitución sobre la Iglesia "Lumen Gentium" (Luz de las gentes). Es la culminacion de la reflexión de la Iglesia sobre su propia naturaleza. La Iglesia es "el Cuerpo de Cristo", "el pueblo de la Dios", que tiene como misión anunciar el Evangelio, santificar a las personas y llevarlas a Cristo. Las autoridades en la Iglesia tienen como misión servir al pueblo de Dios, predicarle, enseñarle y santificarlo, porque todos los miembros de la Iglesia están llamados a la santidad.

   Pablo VI fue el primer Papa que hizo largos viajes por todo el mundo. El sucesor de Pedro quería confirmar en la fe a todos los fieles del mundo, que forman la Iglesia Universal. Pablo VI será recordado en la historia como el Papa del Concilio Vaticano II; pero no hay que olvidar toda una serie de iniciativas suyas que han rejuvenecido el rostro del pontificado romano. Desde hacía más de un siglo se venía incrementando en la Iglesia la conciencia de su universalidad. Por eso, el Papa Pablo VI quiso hacer vivamente consciente con su presencia que la Iglesia de Uganda, de la India, de Asia, del África y de América Latina es la misma Iglesia que la de Roma: es la Iglesia Universal, que atraviesa (cada una) por circunstancias especialmente difíciles.

   Las palabras que Cristo dijo a Pedro: "Confirma a tus hermanos", invitaron al Papa a visitar a sus hermanos, que vivían problemas concretos. En diciembre de 1964 asistió al Congreso Eucarístico de Bombay, en la India. Su participación en el foro de las Naciones Unidad tuvo una repercusión mundial. El Papa subrayó la necesidad de relación entre la Iglesia y el mundo contemporáneo. Hizo un llamamiento a la paz entre las naciones con una fraternal colaboración entre los pueblos y no con una supremacía de poder. Denunció la inmensa desproporción entre países ricos y pobres. Este Papa del Concilio Vaticano II murió el 6 de agosto de 1978. Quizá no fue bien comprendido, pues lo criticaron como débil e indeciso.

   En América Latina la riqueza estaba en manos de pocos y el pueblo anhelaba librarse del hambre y la miseria. En la ciudad de Medellín (Colombia), con asistencia del Papa Pablo VI, se efectuó un encuentro histórico. América Latina es el único continente  del Tercer Mundo, donde casi la totalidad de la población es católica. Desde la Segunda Guerra Mundial se habla de los países latinoamericanos como "países en vías de desarrollo"... Pero esto falso en gran parte, pues dichos pueblos siguen sometidos al dominio indirecto de los Estados Unidos y de Europa: sus espléndidas metrópolis están rodeadas por "cinturones de miseria", y los campesinos, en las zonas rurales, sobreviven a duras penas....Hay frecuentes rebeliones. Los gobiernos son autoritarios o abiertamente disctatoriales.

   Esto plantea una difícil situación a la jerarquía de la Igesia, que está al servicio de los pobres, pero no puede abandonar tampoco a las clases poderosas...Nacen movimientos politicos, partidos clandestinos y grupos guerrilleros que pretenden luchar contra la dominación imperialista y la explotación de los pobres. Muchos cristianos, y aún sacerdotes y religiosos, empuñan las armas. Medellín (Colombia), 1968. El Papa Pablo VI inauguró la II asamblea de la Conferencia Episcopal Latinoamericana. En ella participaron 155 Obispos y 137 representantes sacerdotes, religiosos y laicos. Se condenó la violencia y se justificó la legítima defensa de los oprimidos. Se recomendó al clero la vida de pobreza. Gran parte de los Obispos se declararon en favor de los explotados y en contra de los regímenes dictaroriales. A pesar de las declaraciones de Medellín, muchos pensaban que el cristianismo no servía ya. Medellín fue un paso fundamental en la toma de conciencia de las responsabilidades históricas de la Iglesia latinoamericana, pero no logró impulsar plenamente la renovación de la vida cristiana del pueblo.

   La pobreza en el mundo es un desafío a la conciencia cristiana. La Madre Teresa de Calcuta estaba dedicada al cuidado de los más pobres y abandonados. Se le ha concedido el premio Nobel de la paz. Jean Vanier, fundador de "las Arcas", en donde son recibidos, como en familia, los minusválidos mentales. El crecimiento de la población mundial ha hecho explotar en nuestro tiempo el problema del hambre y la miseria. El cristiano no puede quedarse pasivo ante esta situación. Un formidable ejemplo es "la Madre Teresa de Calcuta", una monja que ha consumido su vida atendiendo a los pobres y enfermos de Calcuta (India).

   Nació en 1910 en Yugoslavia. Sus padres, comerciantes, enviaron a Teresa a los mejores colegios de la ciudad. Pero ella sorprendió a todos, cuando decidió hacerse religiosa. Fue enviada a Calcuta, donde no se conformó con enseñar a unas cuantas niñas ricas. Con los debidos permisos, se quitó el hábito de monja y se puso la pobre túnica blanca de las mujeres hindúes. Se fue a vivir en los cinturones de la periferia de Calcuta y se puso a recoger a los enfermos de las calles. Sus antiguas alumnas le llevaban dinero y arroz. Cada vez se multiplica más su trabajo: recién nacidos, vagabundos, moribundos. Ha viajado por todo el mundo y ha fundado casas que atienden a los necesitados. Recibe ayuda de todo el mundo y fue galardonada con el premio Nobel de la Paz, en 1980.

   Por su parte, Jean Vanier, de origen canadiense, profesor de filosofía en Francia, solía visitar en el hospital a dos muchachos que sufrían retraso mental. Compró una vieja casa en París, se llevó a aquellos dos muchachos, y pronto llegaron más enfermos. Jean se dio cuenta de que aquellos muchachos necesitaban calor de hogar (no un hospital) y consiguió casitas y voluntarios, en donde los enfermos trabajaban en talleres. A aquella primera casa la llamó "Arca", en 1964. Actualmente hay más de 50 "Arcas" por todo el mundo.

   Juan Pablo II entiende su misión de Papa de una nueva forma. Se dirige a todos los hombres y afirma que el cristianismo es el camino para encontrar de nuevo la dignidad humana, que el mundo está perdiendo. Cuando murió Pablo VI, lo sucedió Juan Pablo I, "el Papa de la sonrisa", que provocó en todo el mundo un ambiente de serenidad y entusiasmo. Pero apenas duró más de un mes. El nuevo Papa es el Cardenal polaco Karol Wojtyla, que tomó el nombre de su predecesor, Juan Pablo II. Fue elegido en octubre de 1978. Karol Wojtyla era un estudioso de Santa de Aquino y de la filosofía contemporánea, que había reunido a su alrededor, en Cracovia, a muchos de los intelectuales polacos más destacados.

   Siendo ya Papa, prosigue su vida cercana al pueblo y su batalla cultural. Demuestra un poderoso atractivo personal en sus intervenciones. Se dirige a todos los hombres y no sólo a los católicos y cristianos. Y a todos los hombres les dice que Jesucristo  ha venido a salvar al hombre, para darle una vida más digna desde ahora. Los gobiernos  no dejan de preocuparse, pues las palabras y los viajes del Papa son una grave crítica a la prepotencia y agresión. Juan Pablo II moviliza multitudes en todos sus viajes por África, América y Europa. Es un líder que con su persona demuestra la humanidad del cristianismo. Su primera carta a todo el mundo "Redemptor Hominis" (El Redentor del hombre) inculca al cristiano el sentido de su identidad, su comunión con Cristo y con los demás hombres.

   Armamentismo, guerra, genética, contaminación, genocido. El hombre puede destruir la vida humana misma sobre la tierra. Descubrir el sentido de la persona humana es evitar la tragedia. ¿Qué significa ser hombre? Los cristianos tienen la obligación de dar una respuesta plena de sentido. La paz, que tanto reclamó Nuestro Señor Jesucristo, está totalmente ausente del mundo. Abundan guerras y guerrillas por dondequiera, con la amenaza de una destrucción atómica total...¡El hombre puede acabar con la vida en este mundo!. Es urgente la paz y el desarme.

   El Papa Juan Pablo II ha llamado la atención sobre una ciencia importantísima para todos, la genética, es decir, el estudio de la vida en su reproducción. Hay científicos que tratan de manipular la vida humana como si fuera un simple objeto de laboratorio. Los gobiernos temen las crisis, pero no aceptan las razones para controlar cada vez más el consumo de energía. Los despilfarros son evidentes. El genocidio se convierte en un método de lograr la tranquilidad de vida. Ejemplos: la extinción de los armenios (1920-1930), de la población camboyana y vietnamita (1970). Mientras más se abandona el cristianismo, se corre un peligro mayor de considerar a las personas humanas exclusivamente como aliados o enemigos, como útiles o inútiles. Si recuperamos el verdadero sentido del cristianismo, que nos vincula con Cristo y con los demás hombres, podremos darle a la sociedad contemporánea una sólida esperanza.

   En los lugares más apartados y en los momentos menos previsibles, Dios ha querido traer la salvación a los hombres; desde Nazareth y Belén, desde Galilea y el Calvario. Con personas providenciales como Pablo de Tarso, Agustín, Benito, Domingo, Francisco, Ignacio. A pesar de la pobreza, de los peligros y de la crisis de muchos cristianos y sacerdotes, encontramos comunidades compuestas  por hombres llenos de fe (y de defectos), que viven en profunda comunión con Cristo y con sus hermanos hombres.

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(Pbro. José Mannuel Silva Moreno)