NUESTRA SEÑORA
DEL BUEN CONSEJO
26 de abril
1309 d.C.
Mucho antes de la venida de
Cristo, el pequeño pueblo de Genazzano, construyó
un templo a Venus. Allí se le ofrecía culto y
celebraban grandes fiestas en su honor. En el siglo IV de nuestra era,
cuando el cristianismo había sido públicamente reconocido
en el Imperio Romano, el Papa san Marcos (336 d.C.) mandó
construir una iglesia en una colina sobre el pueblo, no muy lejos de
las ruinas del antiguo templo pagano. La iglesia, firme y fuerte pero
pequeña y sencilla, fue dedicada a Nuestra Señora del
Buen Consejo.
A través de los siglos, Nuestra Señora fue honrada de
manera especial en la pequeña iglesia de la colina, la cual se
puso a cargo de los frailes de la Orden de San Agustín en 1356.
Con el tiempo, el uso y los desgarros comenzaron a afectar al anciano
templo. Para el siglo XV, la iglesia se había venido
desvencijando tanto que algunos temían su total colapso. Pocos,
sin embargo, parecían tener interés en repararla.
Para la restauración del templo antiguo tomó un papel
importante la terciaria agustina Petruccia de Nocera, viuda y dedicada
a la oración y a servicios en el Templo. Pidió permiso a
los frailes para dar en patrimonio al templo su herencia con la que se
restablecería nuevamente la estructura deteriorada. Confiando en
Nuestra Señora, Petruccia contrató trabajadores y
constructores, compró también los materiales. Sus vecinos
la observaron por un tiempo en silencio, luego comenzaron a burlarse de
ella, especialmente cuando les pedía ayuda.
Petruccia no podía comprender la actitud que sus vecinos y
pensaba que su amor a Nuestra Señora los inspiraría a
ofrecer ayuda. Pero los corazones no estaban para eso. Ellos
sabían que construir una iglesia grande y bonita era un gran
proyecto y que Petruccia tenía dinero, pero no lo suficiente.
Percibían la obra como un acto de orgullo y presunción
por parte de Petruccia y la criticaban. Cuando la obra tuvo que
detenerse por falta de fondos, las paredes sin terminar fueron
nombradas "la locura de Petruccia". Ella no dejó dominar por los
obstáculos; estaba determinada a hacer todo lo que pudiese para
ver la iglesia completada. Sentía que Nuestra Señora
había inspirado el trabajo y que Ella lo apoyaría cuando
fuese su tiempo. Decía que algún día "una gran
Señora vendría a tomar posesión de ella".
Petruccia entonces recurrió a sacrificios y oraciones más
fervorosas.
Un poco después, durante la fiesta del pueblo, el 25 de abril de
1467, muchas personas estaban congregadas en la plaza del mercado
pasando un buen rato- festejando, bailando y cantando. En medio de las
fiestas, alguien vio una nube encopada flotando bien bajo a
través del claro cielo azul. El asombro paralizó el baile
y el canto. Toda la atención fue puesta en la nube que bajaba
despacio y que finalmente se detuvo en un borde angosto de las paredes
sin terminar de la iglesia de Petruccia. La nube se abrió
gradualmente, y en su centro apareció una bellísima
pintura de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Todas
las campanas del pueblo comenzaron a sonar sin la ayuda de manos
humanas.
Atraídos por el inesperado y fuerte repicar de las campanas, la
gente de las villas aledañas se apresuraron a Genazzano para
averiguar la causa. Mientras tanto, al escuchar del milagro, Petruccia,
que estaba orando en casa, se apresuró a la iglesia para
arrodillarse ante la pintura. Llena de alegría dijo que ella
sabía que Nuestra Señora vendría a tomar
posesión de su iglesia. Toda la gente se le unió en las
alabanzas a Nuestra Señora.
Nadie conocía la procedencia de la pintura ni la había
visto antes. Pronto una maravillosa lluvia de gracias y milagrosas
curaciones comenzaron a suceder. En solo cuatro meses, 171 milagros
fueron archivados. La gente comenzó a llamar a la imagen
"Nuestra Señora del Paraíso" porque creían que
había sido traída a Genazzano por manos de los
ángeles ocultos en la nube encopada. Otros, por los numerosos
milagros, la llamaban "Nuestra Señora de los Milagros".
Durante este tiempo, dos extranjeros procedentes de Scutari, Albania,
llegaron a Genazzano buscando la milagrosa pintura de la Virgen. Ellos
contaron su testimonio. Scutari fue la última ciudad tomada por
los Turcos en su invasión de Albania. Cuando comprendieron que
ya no podian resistir mas, le pidieron consejo a la Virgen sobre que
hacer para mantener su fe católica en aquellas
circunstancias. Esa noche, ante el asombre de los dos albaneses
la imagen de la Virgen se desprendió de la pared y
elevándose por los cielos se comenzó a trasladar
lentamente hacia el oeste. Así pudieron seguirla, cruzar
el mar Adriático que separa Albania de Italia, hasta que
llegaron a Genazzano. Así decidieron quedarse en Genazzano para
vivir cerca de su Señora, que también se había
refugiado.
Cuando el Papa Pablo II en
Roma escuchó acerca de la pintura y de sus muchos milagros,
mandó a dos obispos como comisionados a examinar y estudiar los
acontecimientos extraordinarios. Después de una cuidadosa
investigación, el Papa y los comisionados quedaron convencidos
de que la pintura era verdaderamente Nuestra Señora del Buen
Consejo, que había sido venerada por siglos en el pequeño
pueblo de Scutari. El espacio vacío con las dimensiones exactas
donde había estado la pintura en la iglesia fue evidente para
todos. La imagen- del espesor de cáscara de huevo- había
sido pintada sobre el yeso de la pared. Ninguna habilidad humana
podría haber tomado con éxito la pintura de la pared sin
romperla. Ninguna mano humana podría haberla traído a
través del mar Adriático y colocarla en el borde angosto
de la iglesia sin sujetarla.
Naturalmente, la iglesia de Petruccia fue completada. Más bien,
hubieron tantas donaciones y fue ofrecida tanta ayuda que se
convirtió en una bella basílica. La pintura fue puesta en
un relicario maravilloso con un marco de oro adornado con piedras
preciosas. Mas tarde dos coronas de oro enviadas por el Vaticano fueron
colocadas en las cabezas de la Madre y el Niño. La pintura
aún está en la iglesia, "la locura de Petruccia". Los
monjes Agustinos son los guardianes especiales de la iglesia y de la
pintura milagrosa.
Algunos Papas de la Iglesia católica le han rendido homenajes a
esta advocación. Pío V como ex voto envió un
corazón de oro; Urbano VII, en 1630 fue en peregrinación
para pedir la ayuda durante una plaga; Inocencio XI, coronó a la
imagen. Benedicto XIV aprobó la Cofradía de Nuestra
Señora del Buen Consejo, siendo su primer miembro. Pío
XII la escogió como la patrona de su pontificado. Muchos santos
y beatos le han rendido mucha veneración.
La basílica ha sido afectada por los siglos. Sufrió
particularmente por la Segunda Guerra Mundial ya que para arrestar el
avance de los aliados, los alemanes no dudaron en bombardear las
iglesias. En Genazzano, el santuario de Nuestra Señora no se
libró. Una bomba explotó en el con toda fuerza. El altar
mayor fue completamente destruido, todas las pinturas y las estatuas en
las paredes alrededor se vinieron abajo, pero la milagrosa pintura de
Nuestra Señora del Buen Consejo, se mantuvo perfectamente
intacta, tan bella como cuando Petruccia la vio por primera vez.
En los últimos cuatro siglos innumerables peregrinaciones y
muchos milagros han ocurrido en el santuario de Nuestra Señora,
Madre Amorosa que es para todos un tesoro de la gracia divina. Acude a
ella con tus pequeños problemas; ve a ella con tus grandes
problemas; confía en su guía. Ella es verdaderamente
Nuestra Señora del Buen Consejo. Las
palabras "Madre del Buen Consejo" fueron insertadas por Pío IX a
las letanías de la Virgen María.